Nuestra cultura popular tiene incontables ejemplos de “hechos sobrenaturales” sin explicación aparente, y que en muchos casos se acaban revelando como una patraña ideada para estafar, engañar o sencillamente echarse unas risas a costa de la credulidad ajena. Este “cajón de sastre” incluye desde OVNIS hasta pulseras milagrosas, pasando por fantasmas, comunicaciones con el más allá o, si me apuráis, la fe en la existencia de dioses que juegan a los dados allá en el cielo…
Yo no creo en nada que no pueda demostrar la física. Pero muchos, muchísimos otros se agarran a creencias intangibles para hacer de ellas el puntal de su vida (llámalo religión, idolatrar al diablo o creer en extraterrestres que viven en el centro de la tierra). Una cuestión tan trascendental se merece todo mi respeto… siempre que se me pague con la misma moneda, claro: vive tu vida y déjame vivir la mía.
Uno de estos casos supuestamente inexplicables lo tenemos veinte kilómetros al sur de Córdoba, en una localidad de menos de 10.000 habitantes llamada Fernán Núñez.
En esta "ciudad pequeña-pueblo grande" hay un precioso parque urbano, llamado el Parque de las cascadas, donde hay una estatua singular, dedicada a “Moro”, un perro con supuestos poderes para encontrar personas fallecidas.
“Moro” era un perro de color negro y tamaño mediano, de raza indefinida, que apareció sin saber cómo en Fernán Núñez un dia de 1.973. Sociable, y manso, vivía en la calle y se alimentaba de la caridad de los vecinos. Al cabo de poco tiempo empezó a mostrar un comportamiento inquietante: cuando las campanas de la iglesia tocaban a muerto,“Moro” parecía tener un sexto sentido para hallar el domicilio del finado; hasta él se iba, y después acompañaba al cortejo fúnebre hasta el cementerio.
El comportamiento del animal asustó a las gentes del pueblo, hasta el punto de rehuírlo, creyéndole poseído por una especie de demonio.
Esta es la leyenda, que tuvo su brusco final en 1.983, cuando unos crueles vándalos apalearon a "Moro" hasta matarlo.
Cuentan que, en diez años, "Moro" participó en 600 funerales.
Cuentan que, en diez años, "Moro" participó en 600 funerales.
Pero, como en tantos otros sucesos de la vida, alguien tiene una explicación para este asunto: un tipo que sus paisanos llamaban “Manolico”…
“Manolico”era un operario de la brigada municipal. Una de sus funciones era colocar una especie de banderines en las casas donde se estaba velando a un difunto, una costumbre habitual cuarenta años atrás. La cuestión es que “Manolico” tenía mucho cariño por el perro, y cuando se encontraba con él, siempre le daba algo de comer. Esto pasaba sobre todo cuando iba a colocar los mencionados banderines, y parece ser que por esa razón el animal acabó relacionando los banderines con la comida.
El mismo motivo le empujaba a seguir al séquito fúnebre: por ley de probabilidades, allá donde hubiera más gente, más posibilidades había de que le cayera algo para llevarse a la boca. Quienes le conocieron, decían que “Moro”era un perro absolutamente normal, muy sociable y que nunca ladraba a nadie.
Bueno…Yo no estuve allí, pero estoy dispuesto a creerme más esta versión que la de los poderes paranormales, ¿no?
En 1.995, el artista Juan Polo moldeó una estatua en memoria de “Moro”, y que se puede ver en el “parque de las cascadas”. Leyendas aparte, la estatua pretende ser “una lucha contra el maltrato animal”,según su autor.
Saludos y buena ruta!