MIGUEL ANGEL Toledano 03/03/2014
Un sueño maravilloso. Un sueño de lujuria, efímero y sensorial. Establecido cíclicamente a lo largo de los siglos, desde las Carnestolendas romanas hasta nuestros días. Es el Carnaval. Como todos los mitos perdura porque expresa un anhelo y una necesidad íntima del hombre nunca satisfecha del todo, y se ha ido expresando en formas múltiples de celebración, respondiendo a la moral y la estética de cada tiempo, pero siempre manifestándose en una doble vertiente de popularidad y refinamiento, tratando de expresar lo más noble y también lo más vulgar y pintoresco de nosotros mismos. Hablamos de un ritual ancestral y lúdico que nos permite actuar, abrir espacios de libertad donde descubrir y habitar el mundo.
La primera noticia del Carnaval que encontramos en nuestra literatura se halla en El libro del buen amor, de Juan Ruiz, el arcipreste de Hita, un clérigo singular, un libro iniciático en una época muy especial por los cambios que empezaban a vislumbrarse en aquellos momentos en toda Europa.Y no es de extrañar que el episodio de la "Batalla entre don Carnal y doña Cuaresma" se produzca en un contexto de literatura erótica por excelencia. Frente a la imposición tiránica de la inminente Cuaresma, con su rastrojo de prohibiciones, de mutilación, de negación de la sensualidad y del placer de vivir, el Carnaval. Antes de que llegue la Cuaresma con su estigma de ceniza impregnándolo todo: la mirada, los tactos, el sudor bajo el disfraz o entre las sábanas. A veces nos parece que no lograremos salir de la oscuridad, del invierno, de todos los fríos acumulados, de tanta niebla y tantas humedades, pero se sale. Cada año, cuando comienza a invadirnos la tristeza, surge el crepitar de las hogueras, en las fiestas de las Candelaria, primera señal e invitación a quemar todo lo viejo, todo lo antiguo, todos los fríos. Y resurgir entre el calor y el fuego hacia otro tiempo que ya se adivina. Un tiempo mejor siempre, porque es en el que se nos permite vivir la vida.
Quemar todas las oscuridades del invierno, encendiéndolo, y abriendo la luz hacia los sueños colectivosque aún pueden hacerse realidad, compartiéndolos. El Carnaval está además íntimamente ligado al deseo natural de toda persona de llegar a ser otra, de cambiar, de transformarse, alterando hábitos y costumbres en una suerte de liturgia profana, aunque en estrecha relación, desde sus inicios, con lo sagrado. Y, en ese ritual de la ironía, en esa voluntad de salir de uno mismo y ser otros, está el origen del teatro y la farándula, el circo del sol, los cambios de ropajes y hasta de sexos, que permiten que cada cual pueda mostrar la parte del otro que todos llevamos dentro. Para poder ser lo que soñamos con humor, el Carnaval. El gozo de los cuerpos y la inteligencia que sale a las calles buscando, entre cantos y risas, fragmentos de lacuración de la vida. Atentos a los espejos, que diría Max.
* Profesor de literaratura