Luciano Macarroni, bloguero de la página Belelu, escribió una abierta a las “mujeres fáciles”, aquellas que viven libremente sin prejuicios y lejos de críticas.
. “Nunca
he tenido nada en contra de ti, mujer fácil. Al contrario, te admiro.
Porque de partida tú no eres fácil. Eres mina, y por eso te llamaré
“mina”. Mina, tú me gustas, tú me encantas. Me encanta que vayas
saltando de cama en cama como coneja y que sepas hacerla. Me encanta que
te quieras acostar con todos y que no tengas culpa. Porque tú de verdad
que no tienes culpa, ¿Cierto? O vas a venirme a decir aquí, a estas
alturas, que eres una de esas mujeres que se acuestan con el tipo de la
noche y después se dan con el látigo. No te creo.”
“Porque si así fueras, pasaría de ti,
pasaría a no respetarte nada y toda esta carta no tendría sentido.
Porque yo odio a esas mujersitas con culpa, ¿Sabes mina? Odio a esas
damiselas en peligro, monjas reprimidas, mal enseñadas, que andan por la
vida auto flagelándose y mezclando whisky con agua bendita, ¿qué mierda
se han creído que son? Que porque uno se pega un polvo con ellas, al
día siguiente tiene que andarse casando. Nada qué ver. Sexo es sexo. Y
matrimonio es matrimonio. Casi siempre una mala idea.”
“Yo por ejemplo tuve la peor idea del
mundo, mina, al haberme casado con la bruja que me casé. Con una bruja
completamente diferente de ti. ¡Imagínate el pobre tipo que fui, mina!
Ahora por culpa de ese matrimonio, quedé endeudado con una casa y estoy
atado a una verdadera alimaña asesina, que les dice todo el día a mis
hijos, que soy un “pobre infeliz”, y que más encima me he convertido en
una real vergüenza como padre, ¿Puedes creerlo mina? A la mierda. Ojalá
que tú no seas así. Ojalá que tú no seas como la alimaña asesina de mi
mujer. Porque las mujeres ya no pueden seguir utilizando de esa manera a
los hombres.”
“¿Qué onda es esa del Domingo 7, mina? Me
lo puedes explicar tú. Me puedes explicar tú qué mierda significa, que
tú un día te acuestes inocentemente con una loca y al mes siguiente la
loca venga a decirte a tu propia casa: “Ay, me atrasé, ups, se me olvidó
la pastillita y ahora nos tenemos que casar.” Qué acaso ahora no se dan
cuenta que el mundo ya no es el mismo conservador que ellas conocieron.
¿Qué acaso no se dan cuenta de eso?”
“No, si no se puede vivir así, mina. Y
por eso me gustas tú, porque vas a todas y después no lloras. Porque
eres como yo. Porque tienes el cuero duro y sabes perfectamente bien que
en la vida hay que saber guardarlo dentro y llorar después. Porque
finalmente nada te mata. Ni tu jefe asqueroso, ni las movidas asquerosas
de una alimaña asesina, ni tampoco la vocecita patética de tu suegra
que te odia. Porque tú, mina, no eres así, tú tienes la dignidad de la
calle. De la que sabe, de la que se estrella, una, dos, tres, y cuatro
mil veces con la misma piedra y resiste. Porque yo sé que si te invito
un día a tomarte un traguito, vas a tomar a la par que yo, y después te
vas a acostar conmigo sin problemas. Simplemente porque vas a estar
igual de caliente que yo, y porque finalmente, el mundo se puede acabar
mañana, y si no tenemos relaciones hoy, capaz cabrita, que no nos veamos
nunca más en la vida, y no tengamos relaciones jamás.”
“Y quedarse con la bala pasada, eso sí
que no, eso sí que no existe, ¿Cierto? Así piensas tu y así pienso yo.
Por eso te respeto tanto, mina. Por eso no me importa lo que piensen mis
amigos de ti. Mis amigos te consideran lo peor, te consideran plato de
segunda mesa. Fácil. Puta. Calzón suelto. Están seguros de que si se las
sueltas a ellos a la primera, es porque se las vas a soltar a todos
después.”
“Porque aunque tú no me lo creas mina, a
esos tarados les gustan las mujeres completamente diferentes de ti: las
que se hacen las difíciles, las que andan por la vida haciéndose las
moscas muertas, y después te chupan hasta el tuétano. Esas les gustan,
mina. Las niñitas bien, las de su casa, las que hornean quequitos con su
mamá, y después se casan contigo y te cagan con el perro, el 4X4, la
chorrera de hijos que tú nunca pediste, el césped perfecto, las
vacaciones en Miami y la casa de dos pisos blanca. La casa que nunca te
va a dejar de cargar. Esas mujeres les gustan. Las que si uno les
muestra un condón se asustan, se aterran, lloran.”
“Lloran porque “cómo es posible que tu
hayas pensado eso de mí”. Lloran porque ellas en su puta vida le han
puesto un condón a alguien y por eso “les da cosa porque puede ser muy
feo”. ¿Pero qué tiene de feo? Me pueden explicar a mí, ¿Qué acaso es más
bonito aparecer nueve meses después con el Domingo 7 y cagarse al pobre
hueón en tribunales?”
“Por eso me gustas tu mina, porque no
hueveas. Porque me pones el condón feliz y porque si de pasadita me
puedes hacer un poco de sexo oral, mejor. Me lo haces igual, y no te da
vergüenza. Por eso me gustas tu mina, porque a mí no me hace ni más, ni
menos hombre acostarme contigo. Porque me siento bien contigo, porque
puedo conocerte, invitarte a mi cama, tomar desayuno contigo después, no
llamarte nunca y volver a saludarte sin culpa. Porque tu eres así, no
hueveas y eso a esta altura es lo que más se agradece. Es lo que te hace
absolutamente diferente de todas.”