Carlos «Ocelote» Rodríguez recibía broncas de sus padres por pasar todas las tardes frente al ordenador, hasta que con 17 años trajo sus primeros 2.000 euros a casa
Carlos Rodríguez tenía 10 años cuando vio por primera vez a su padre jugar en el ordenador.
Aquello le encantó, sin imaginarse que, pocos años después, esa afición
se convertiría en todo un estilo de vida con el que podría ganarse la
vida profesionalmente. Y no solo eso, sino crear todo un imperio a su
alrededor con el que ingresar, a sus 23 años, entre 600.000 y 700.000
euros anuales, sumando el sueldo que le paga su equipo, los contratos de
publicidad, los premios, la retransmisión de sus partidas a través de
internet y el «merchandising» que ha comenzado a vender a través de oceloteworld.net. «Es una locura», asegura a ABC, sorprendido aún por lo que le está ocurriendo.
En principio, la historia de este madrileño no es muy
distinta a la de otros muchos chicos de su edad que se pasan horas y
horas en su casa jugando al ordenador, completamente absortos con juegos
como «FIFA», «Call of Duty», «World of Warcraft», «Halo», «Battlefield», «StarCraft», «Counter Strike» o, como es su caso, el «League of Legends». «A todo el mundo le gustan los videojuegos,
pero a mí me hacía no sé qué en la tripa. Me empeñé en que yo quería
hacer eso, así que hice todo lo posible para que mi padre me comprara un
ordenador, incluso sacando unas notas perfectas. Cuando lo conseguí,
empecé a jugar y a meterme en este mundillo cada vez más», cuenta
Rodríguez.
La diferencia es que él ha conseguido convertirse en el más
grande y mediático de los poco más de diez profesionales que hay en
España en lo que se conoce como E-Sports
(deportes digitales). Ocelote, el nick con el que se le conoce en este
mundo, se ha convertido en todo un pionero que comparte podio en nuestro
país con jugadores como Enrique Martínez, alias «XPeke», de Murcia, en el «League of Legends»; Alvar Martín, alias «Araneae», de Mallorca, también en el League of Legends, o Pedro Moreno, alias «LucifroN», en el «StarCraft II». «Ellos son los mejor pagados de aquí.
Profesionales en sentido estricto que cobran un sueldo de
sus clubes por jugar a videojuegos, como si de futbolistas se tratara»,
explica Sergi Mesonero, director general de la Liga de Videojuegos Profesional (LVP).
Jóvenes que apenas superan los 20 años de edad y que, además, generan
otros cuantiosos ingresos de patrocinadores, de los premios de los
torneos y, sobre todo, de retransmitir sus partidas a través de internet
para miles de seguidores. Una tendencia con los que llegan a ganar
hasta 500 euros diarios o mucho más si, como es el caso de Ocelote,
consiguen congregar a más de 35.000 seguidores en directo o medio millón
al día.
Corea del Sur, la meca
A pesar de ello, la profesionalización de este sector en
España acaba de empezar. Muy por encima se encuentran países como
Estados Unidos, Alemania, Reino Unido, Suecia y, sobre todo, Corea del Sur,
la meca de los jugadores de videojuegos. Esto ha provocado que las
escasas estrellas españolas como Ocelote, Araneae, xPeke o LucifroN
hayan terminado fichando por equipos de fuera de España, donde se cobran
sueldos mayores. Según Ángel Guerra, product manager de Turtle Entertainment España y antiguo director de Pain Gaming,
uno de los pocos equipos profesionales que hay en España, «en nuestro
país no hay apoyo económico de empresas, aunque poco a poco se están
volcándo más a este sector. Este año esperamos que haya mayor
notoriedad».
«Los salarios más altos tradicionalmente se han pagado en
Corea del Sur –cuenta Mesonero–, donde encontramos nóminas anuales por
encima de los 200.000 dólares, aunque ha habido casos mucho más
elevados. En Estados Unidos, los salarios de los mejores jugadores deben
andar entre los 80.000 y los 160.000 dólares. En Europa, las cantidades
son más bajas, entre 50.000 y 70.000 euros anuales de media. Y en
España los mejor pagados se sitúan entre los 20. 000 y 40.000 euros.
Pero en estas cifras no están incluidos los contratos de imagen o los
ingresos por ganar torneos, que son mayores por lo general».
Ocelote ha conseguido meterse en ese olimpo de los dioses
del videojuego a nivel mundial, donde encontramos a jugadores como el
mítico Jonathan Wendel, conocido como «Fatal1ty»,
que es capaz de ingresar un millón de dólares anuales de los diferentes
patrocinadores. Pero el madrileño es un caso excepcional en España y
Europa, porque, más allá de ser mejor o peor jugador, ha conseguido
montar todo un imperio alrededor de su imagen de marca.
Las broncas con los padres
Para llegar aquí todos estos jugadores han dedicado muchas
horas a entrenar y han tenido que soportar muchas broncas de sus padres,
los cuales se preocupaban al verles tantas horas frente al ordenador.
«Me regañaban mucho, porque me veían llegar a casa, hacer los deberes en
apenas una hora y tirarme después jugando hasta las 22.30 horas todos
los días. Insistían en que hiciera cosas diferentes, pero no me podían
decir nada porque yo cumplía y sacaba siempre muy buenas notas»,
recuerda el famoso Ocelote.
Cuando sus padres vieron que con 17 años un equipo le
pagaba su primer viaje para competir fuera de España, a Hannover, y que
de allí se traía sus primeros 2.000 euros a casa, fueron cambiando de
opinión. No podían creerse lo que estaba pasando. Comprobaron que el
niño lo tenía claro y comenzaron a darle mayor libertad. A partir de
entonces, empezó a crecer como jugador profesional.
Primero fichó por un equipo francés que le pagaba 500 euros
al mes, para lo que necesitó la autorización de sus padres, al ser
menor de edad. Debió ser como un sueño para él que le pagaran por jugar a
videojuegos, pero pronto aquella cantidad se le quedón pequeña. Siguió
acudiendo a torneos, consiguiendo buenos resultados y ganándose el
respecto de la gente por su forma de ser, hasta que SK Gaming,
un equipo alemán situado entre los mejores del mundo, lo fichó cuando
tenía 20 años, con un sueldo de 2.500 euros mensuales. «Lo que
recibíamos los jugadores del club no era tanto en comparación con los
3.000 euros al mes que ganábamos haciendo streaming, más lo que
ingresábamos de los premios de los torneos, otros 5.000 euros más cada
uno cada dos o tres meses. Sacábamos una locura de dinero», cuenta
Rodríguez.
«Con los pies en la tierra»
A pesar de su juventud y del dinero que gana, se muestra
como una persona cercana, responsable, agradable y «con los pies en la
tierra», seguro de que «no haber cambiado nada» a pesar de que cada vez
que va a un torneo sus seguidores apenas le dejen ni ir al baño. Todo un
fenómeno nuevo este de las estrellas del videojuego que no parece tener
freno. «Por suerte mis padres me han educado muy bien y nunca he sido
un niño mal criado», asegura con respecto a su fama.
Carlos Rodríguez siempre fue muy consciente de donde se
metía y de la figura en la que se estaba convirtiendo dentro de este
nuevo sector. Por eso, en su última revisión de contrato con SK Gaming
no le importó que no le subieran el salario, pero impuso la condición,
como si de Messi o Cristiano Ronaldo se tratara, de que le permitieran tener sus propios patrocinadores. El primero grande con el que fichó fue Digibet, en 2011, una empresa muy importante de apuestas por internet. «Sabía que me iba a entrar mucho más dinero por esto», añade.
El dinero
Casi con timidez, le cuesta mucho hablar de cantidades
cuándo le preguntan cuánto gana ahora, sobre todo desde que hace un
tiempo comenzó a vender entre sus seguidores todo tipo de artículos a
través de su página web, tales como gorras, camisetas o alfombrillas
para el ratón del ordenador.
«Vivo muy bien. Por suerte puedo echar una mano a mi familia, con la casa, los coches y con todo. Además estoy ahorrando muchísimo,
porque llegará un momento en la vida en que deje de jugar y tendré que
hacer inversiones», comenta dando un rodeo. Y ante la insistencia del
redactor, añade: «No sé si lo debería decir. Bueno, pero hazme el favor
de ponerlo de una manera en la que no parezca arrogante, porque de
verdad es que no lo soy… pues solo del merchandising ingreso medio
millón de euros al año fácil. Eso es como el 70% del total, ya que a
esto tengo que sumar mi sueldo, lo que gano en los torneos, el streaming de mis partidas y lo que recibo de los patrocinadores personales. En total gano entre 600.000 y 700.000 anuales. Pero ahora es tiempo de ahorrar y ayudar a la familia», insiste.
Aunque asegura que este mundo y la gente que hay dentro le
encantan, y que quiere dedicarse a esto toda su vida, reconoce que «ser
jugador profesional y jugar una partida importante cada semana implica
mucho estrés. Eso no lo puedes aguantar toda la vida». «El día que me
levante por la mañana y me diga que no quiero jugar más, que no me
siento con hambre de victoria, pues no jugaré, aunque al día siguiente
tenga la gran final de lo que sea. Soy feliz jugando a los videojuegos,
lo demás viene porque viene», añade, aunque rápidamente aclara que aún
es pronto para su retirada de la competición, que aún no ha ganado
ninguno de los grandes premios de un millón de dólares. «Pero llegará»,
finaliza convencido.