martes, 23 de noviembre de 2021

la leyenda que la marquesa de la Piedra Escrita

 


Cuenta la leyenda que la marquesa de la Piedra Escrita era una señora tan mayor que parecía eterna, la habían conocido varias generaciones de su marquesado, pero ahí estaba ella arrugada, como la hoja de un almanaque caducado y, aunque metida en cama, contando una y otra vez la leyenda del cuadro maldito, decía ella, que presidía un frontal de su dormitorio. Vivía en un palacio construido en la Edad Media muy cerca de la muralla, por la Torre de la Malmuerta.
Contaba la señora que la primera vez que entró en el palacio le llamó mucho la atención el gran cuadro que entonces presidía, desde la escalera de mármol, la entrada de la casa. Ella, por no perderlo de vista, lo había hecho trasladar a su dormitorio.
El cuadro representa el interior de un dormitorio y en él se ve una cama amplia, vestida de ropa blanca, el mueble es de hierro negro con remates de bolas doradas. En el lecho yace, como muerta, una hermosísima dama también vestida de blanco, tiene la cara pálida como el mármol, las manos caídas a lo largo del cuerpo y el pelo suelto, brillante y largísimo como una nube dorada prendida alrededor de su rostro… En el pecho de la infortunada mujer se clava un afilado puñal y un reguerillo de sangre amoratada se trasluce bajo su costado como un clavel marchito. Junto a ella, de pie, como no creyendo lo que ve, hay un varón que, al parecer, acaba de llegar en el momento justo en que tiene lugar el hecho. De espalda a estas dos figuras, como intentando huir de la sala, se ve a otro varón, que al tomar la puerta, mira hacia la mujer herida y deja su imagen impresa en el espejo que cuelga de la pared de enfrente.

La marquesa de la Piedra Escrita hace que le estiren el embozo almidonado de las sábanas, se incorpora un tanto sobre la almohada, también almidonada, remete bajo el costado derecho un cojín, igualmente almidonado y dice:
“Pues ahí está escrita mi historia y la de todas las mujeres de nuestra casa. Esa joven que está tendida sobre la cama, no está muerta, sólo está herida en lo más profundo de su corazón. Debe usted saber que ella es el símbolo de toda mujer recién casada… El hombre que está a su lado tan asustado es el marido que se ha dejado engañar del que huye… uno de sus mejores amigos. Vea cómo escapa por la puerta entreabierta y cómo se ríe de él mirándolo por el espejo… Esa joven del cuadro fue la primer marquesa de la Piedra Escrita y desde entonces, y hace ya muchos años, está encantada en ese lienzo y sólo toma vida cuando muere la titular anterior y viene otra marquesa a reemplazarla”.
“Ella vigila todas las noches de boda de los marqueses y desde la primera noche empieza a escribir su historia y les fija el tiempo de fidelidad del marido y el del posible amor de la marquesa y hasta el tiempo de vida de cada uno de ellos. Todas mis antecesoras murieron, dijo con voz profunda la marquesa, cuando ella lo escribió, menos yo, que moriré cuando yo quiera…”.
Un poco fatigada la señora marquesa, se dejó escurrir sobre la sábana de seda mientras la doncella le acomodaba cada prenda almidonada del embozo blanquísimo alrededor del rostro, y se quedó dormida. Cualquiera hubiera dicho que estaba muerta, dulcemente muerta y descansando. Entre las sedas de su corpiño aflojado y brillante, se traslucía la sombra entre malva y rosa de sus manos cruzadas sobre el pecho. Cualquiera hubiera dicho que estaba dormida.

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