Sí, así se llamaba el cargo administrativo que recibió el caracense Alonso Yáñez Fajardo por designación de los mismísimos Reyes Católicos. Quinientos años antes de que Albert Rivera propusiese en su programa político la legalización de la prostitución, Isabel de Castilla y Fernando de Aragón ya tenían clara la necesidad de regular la profesión más antigua del mundo. El Reino de Granada había caído en manos de la Cristiandad y se debía afrontar con rectitud y caridad católica la ardua tarea de gestionar las prácticas fornicatorias de los súbditos, conquistados y conquistadores, de los territorios a reunificar. El Putero Mayor ejerció desde la ciudad de Málaga.
Según leemos en La Opinión, el encargo recibido por Yañez Fajardo, pese a lo que pueda parecernos a los ciudadanos y las ciudadanas del siglo XXI, era una perita en dulce. Por las manos del Putero Mayor (existían puteros menores, encargados de mancebías concretas) pasaban los diezmos de las casas de prostitución. Una pasta gansa. Yañez Fajardo, desvela el escritor Diego Ceano en su libro Historias antiguas de putas, puteros y puterías en Málaga , como buen político, vio claro que la formas de aumentar el ingreso de Maravedíes, era la de recortar en gastos y aumentar los ingresos.
En un artículo de Alfonso Vázquez este relata que “Don Alonso cobraba por las boticas o habitaciones de las mujeres públicas, además de la comida, un día pescado y por lo menos otro carne“. Al de Guadalajara se le ocurrió además el subcontratar a algunas de las putas para que trabajasen como camareras en mesones. Entre los gastos que el delegado real debía afrontar, estaba la atención médica para las meretrices y el darles un lugar donde ejercer.
En esto último parece que no se esmeró demasiado Don Alonso ya que el Cabildo de Málaga, se molestó por el emplazamiento de algunos de aquellos negocios (en ocasiones, demasiado cerca de las iglesias) y por sus condiciones (digámoslo de forma suave) poco habitables. Para paliar esto se creó una normativa que obligaba a los locales de amancebamiento a que, en cada habitación de las prostitutas, cupieran dos bancos, una cama y un arcón. Además, las mujeres debían contar con dos colchones, dos sábanas, una almohada y una manta.
Existían, sin embargo, algunas féminas que se decidían a ejercer por libre, las llamadas mujeres enamoradas, que colocaban en las puertas de sus casas unas ramas verdes, para diferenciarlas de las casas honradas. De allí surgió el término ‘ramera‘ como sinónimo de prostituta. Estas pobres eran consideradas las suertudas de la profesión. En el escalafón más bajo se encontraban las arrabaleras, que trabajaban en los arrabales y eran las más baratas.
Al morir Alonso, su viuda Doña Leonor decidió abrir en la Calle de las Cinco Bolas, una casa de arrepentidas, donde dio cobijo a 13 ex-prostitutas, algo que disgustó a su hijo Diego, heredero del cargo de Putero Mayor.
La periodista Ana Pérez-Bryan, en Diario Sur, contaba recientemente que la Empresa de Gestión Cultural Cultopía, ha creado una ruta por la Málaga lumi que recorre varios de aquellos lupanares legales, desde la Plaza de la Constitución a la la calle (el nombre lo dice todo) Camas.
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