Un análisis del agua embotellada realizado por el Instituto de Investigación Biosanitaria de Granada y publicado en Environment International encuentra contaminantes hormonales en todas las botellas analizadas. Es decir, el agua denominada mineral es una fuente de exposición a contaminantes hormonales o disruptores endocrinos, EDCs.
Esta exposición puede ser elevada, si tenemos en cuenta que el consumo de agua embotellada ha aumentado en las últimas décadas, incluso en zonas en donde el agua del grifo es de calidad. España, con un consumo anual 124 litros per cápita, es el octavo país del mundo en la compra de este tipo de agua. Este aumento en el consumo se debe, en parte, a una potente labor de marketing que ha hecho que los consumidores consideren que el agua embotellada es “más sana” que la del grifo.
Pero parece que no es tan sana. Tras analizar en el laboratorio la actividad hormonal de 29 muestras de agua comercializada en España como “agua mineral natural” y procedente de diferentes manantiales naturales, los resultados indican que todas las muestras de agua tienen acción hormonal. Esta acción es de cuatro tipos: Actividad estrogénica, es decir, contienen sustancias que mimetizan a los estrógenos naturales, actividad androgénica, al mimetizar a las hormonas masculinas naturales, y actividades antiestrogénicas y antiandrogénicas, al tener sustancias que inhiben la acción de ambos tipos de hormonas.
Las concentraciones de contaminantes hormonales encontradas son pequeñas pero, por desgracia, estos tóxicos causan efectos adversos, sobre todo en el feto y los niños a estas concentraciones, que son las propias de las hormonas (picomolar y nanomolar). Estos efectos van desde problemas de pérdida de fertilidad hasta problemas metabólicos, inmunitarios, de neurodesarrollo y cáncer en órganos dependientes de las hormonas, como cáncer de mama, tiroides, testículos o próstata.
Aunque las características de los materiales en contacto con la bebida están reguladas en Europa, existen numerosos estudios que muestran que los envases pueden ser una fuente de contaminantes hormonales.
De las 29 botellas analizadas en el estudio desarrollado en España, 26 eran de plástico PET o Polietileno tereftalato, un polímero termoplástico del que se fabrican el 80% de las botellas de agua. Al PET se le añaden sustancias químicas llamadas ftalatos para añadirle color y otras características. Desde la botella, estos aditivos pueden migrar al agua. Por eso se aconseja no reutilizar las botellas de agua ni dejarlas al sol, ya que el tiempo y la radiación son factores que ayudan a su liberación en el agua.
Pero en el estudio español, tres de las muestras de agua se encontraban en botellas de vidrio. Y también se han encontrado contaminantes hormonales en ellas, aunque en menor concentración que en las de PET. El estudio hace pensar que el proceso de embotellamiento en la planta junto a los tapones de plástico o metal pueden ser una fuente de contaminantes que debe ser analizada con más profundidad. Además, se ha detectado que las botellas de vidrio pueden liberar plomo, antimonio y alquilfenoles al agua.
A estos datos alarmantes sobre la existencia de sustancias que dañan la salud en el agua embotellada, debemos añadir el problema de generación de residuos, que va unido a este consumo. Lo sostenible sería que los ayuntamientos tomaran las medidas necesarias para lograr una alta calidad en el agua del grifo, y realizasen campañas informativas para cambiar la mentalidad de la población y aumentar su consumo.
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