La naturaleza suele enfrentar a la ciencia a situaciones casi incomprensibles; cuando éstas tienen un final feliz, puede hablarse de milagro. Tal es el caso de Maisy, la niña irlandesa que nació sin sangre. Su madre, la señora Vignes, relató el suceso al periódico británico The Telegraph. “Fue una situación increíble, ninguno de los médicos había oído hablar jamás de un caso semejante; existieron niños que nacieron con pequeñas cantidades de sangre, pero nunca con un nivel de hemoglobina cero”. Claro está que ante este panorama la expectativa de los médicos acerca de su supervivencia era tan baja como sus niveles de sangre; la señora Vignes, de 31 años, había acudido a la clínica en la semana 34 de su embarazo, sintiendo que algo andaba mal ya que no sentía a su bebé moverse en absoluto. Al llegar, los médicos de guardia la enviaron a una cesárea de urgencia. Luego del nacimiento, Maisy fue llevada a terapia intensiva.
Fue entonces que le comunicaron la extraña y aterradora noticia de que Maisy tenía apenas una ligera sustancia plasmática en sus venas, nada de sangre. Ya que no le encontraban las venas, recibió las primeras transfusiones mediante el cordón umbilical. Su color, de una palidez espectral, sorprendió a su padre, el único familiar que la pudo ver en la incubadora. Pasaron las horas y luego los días, y a pesar de todo la pequeña Maisy fue mejorando sus signos vitales. Los médicos explicaron a la señora Vignes que en un momento del embarazo, toda la sangre del bebé había sido absorbida por ella, algo que puede darse en casos de accidentes, pero rara vez sucede sin razón. Al cabo de un tiempo sus padres pudieron llevarla a casa, todavía temerosos de que hubiera sufrido, como advirtieron los médicos, un daño con secuelas irreparables por la falta de llegada de oxígeno al cerebro. El círculo del miedo comenzó a cerrarse cuando, a los quince meses de vida, Maisy pronunció su primera palabra: papá. Esto significó el alivio de que su desarrollo estaba dentro de los parámetros normales. Ahora, cuatro años más tarde, Maisy, la niña que nació sin sangre, ha comenzado a asistir a la guardería de una escuela nacional de su ciudad, Waterford, como cualquier chico de su edad. Un caso extraordinario, similar a un milagro, pero que implicó la capacidad médica de quienes la trataron en un primer momento, y se ha convertido en objeto de estudio de investigadores de todo el mundo.
FUENTE E IMÁGENES
Telegraph, El Herlado