Encaramados a la valla como pájaros heridos, musitan el dolor del mundo. Abajo les espera el temible zarpazo, la fiera destemplanza, el hiriente golpe. Sus gritos y lamentos se sostienen como atropellado rezo. No hay piedad ni justicia. Nunca alcanzarán el cielo. Ni falta que les hace. Sustentar las piernas sobre la tierra y erguir la dignidad antes que reciban el virulento bautismo democrático. Ese es su primer y último vuelo. Su primer y último deseo. La bienvenida es temible y terrible, como lo es la encarnadura oscura que empuña la sinrazón, asesta el mandoble de la ignorancia e inflige la rabia furibunda. El cuerpo de uno de los pájaros, desprendido de su halo, es llevado en volandas. Las alas han sido quebradas. En este lugar, el dolor del mundo cava su fosa. El cadáver insepulto permanece en la conciencia política. Ésta habla de derechos humanos y obra, sin el mayor rubor, afilando concertinas. Lacerar el plumón del ave no trunca el aleteo de su alma".
Comparto con vosotras, queridas amigas y amigos, este texto de mi autoría y el escalofriante vídeo ilustrativo que nos aproxima al umbral del horror. Pongamos luz, desde nuestra reflexión crítica y pensamiento libre, en el lóbrego habitáculo donde se depositan las miserias del estado de derecho. Desprendámonos del caldo espeso y pestilente que se aferra a nuestra alas y evita nuestro vuelo. El mismo vuelo abortado por este otro ser humano que, tras ser apresado y en estado de inconsciencia, es repudiado más allá de la alambrada. Yo también soy ese ser humano.