Ya sabemos por qué Teresa Romero se ha contagiado de ébola. No “la han contagiado”, sino que “se ha contagiado”, ojo, que varía un trecho. Lo asegura toda la prensa del régimen: porque se ha tocado la cara. Les falta agregar que por encima de sus posibilidades. Están buscando culpables y los van a encontrar. Y no serán ellos.
Imagine que a mí se me antoja un 18 de julio, por ejemplo, irme al monte a festejar algo, con una barbacoa, porque a mí me da la gana. ¿Que no se puede encender fuego en julio porque arde el monte? ¿Que todo el mundo me avisa de lo que puede pasar? Pues la hago porque me sale de los cojones, ¿qué pasa? Y resulta que arden mil hectáreas y un bombero resulta herido de gravedad. ¿De quién es la culpa? Del monte por estar seco y del bombero por ponerse mal el traje. Esa es la filosofía el régimen.
A Teresa Romero, además de ser una víctima más de esta cloacocracia putrefacta hasta el tuétano, van a intentar culparla. Y de paso le sacarán partido a la tragedia. Ya se lo están sacando. Como en vulgar dictadura, aprovechan la cortina de humo provocada por el incendio del ébola para dictar sentencia contra el juez Elpidio: 17, 5 años de inhabilitación por encarcelar al gánster de Blesa. Paralelamente, otro tribunal imputa formalmente al mismo gánster y a su compinche Rato por el saqueo de las tarjetas. Rafael Spottorno, jefe de la Casa Real, pringado en el mismo caso, aprovecha para dimitir con disimulo; la Audiencia de Baleares rechaza hacer pruebas caligráficas a la infanta, vaya a ser que las firmas sean buenas, y la de A Coruña levanta la imputación a los altos cargos del accidente del AVE. La culpa: del maquinista, de los preferentistas, de los desahuciados… del bombero. Todo en un día.
Cinco golpes bajos en 24 horas, y los que vienen. Así se las gasta esta banda que tiene contra las cuerdas a 47 millones de españoles y ahora, además, a 742 millones de europeos, a muchos de los cuales dejaremos de ver en nuestras playas por temor al ébola. Están criminalizando a Teresa Romero, una trabajadora honrada que supo su diagnóstico por Internet, después de haberle truncado la vida. Teresa Romero no trajo el ébola a España, lo trajo un Gobierno corrupto, insensato y prepotente, contra los consejos de profesionales y expertos. Han provocado un incendio y culpan al bombero que quiso apagarlo. Responsabilizar a Teresa de este desastre -lo intentarán por todos los medios y algunos los creerán-, es propio de lo que son: profesionales de la mentira, del escarnio, de la infamia y del trinconeo. Por muy indecente que sea un español no merece ser gobernado con tanta bajeza.