Una
de las imágenes más estremecedoras de la segunda guerra mundial, fue
tomada en 1941 por un autor desconocido en la ciudad ucraniana de
Vinnitsia. En la imagen podemos observar a un hombre en cuclillas frente
a una fosa común rebosante de cadáveres. El hombre, casi un muchacho,
mira fijamente a la cámara décimas de segundo antes de ser ejecutado por
el oficial de la SS que apoya una Lugger de 7mm
sobre su cráneo. En esta ciudad, tan sólo en los primeros días de la
ocupación, 28.000 judíos fueron asesinados. A ellos les seguirían los
comunistas, socialdemócratas, anarquistas, la sección de mujeres
progresistas, gitanos, rumanos y un sin fin de minorías y disidencias no
afines al nazismo y sus colaboradores ucranianos. Hoy, setenta y tres
años después, ideologías fascistas vuelven a tomarse las calles de
Vinnitsia, y como en aquel entonces, la reacción de nuestras sociedades
occidentales llegará tarde, a la postre de un gran desastre y de esa
forma embustera que tan bien nos caracteriza, así como la describió el
reportero Wlliam Shirer: “Y sin embargo, dicen hoy, ¿cómo pudo haber
pasado?”.
Ucrania, prohibido olvidar.