José Antonio Illanes
Extracto del libro “Vidas de mis alumnos”, de don Mariano Liendres Marhuenda, maestro de primaria y celebrado redactor de hojas parroquiales.“A todos sus maestros nos corroía la duda, por píos y catoliquísimos que fuéramos: ¿sería Dios tan bueno como para apiadarse de un demontre como Pepito Illanes? Pues lo fue, y así como el diablo pone mujeres torcidas en el camino de hombres rectos, en el de Pepito puso Dios a una santa. Aunque en el claustro se especuló con la idea de que el diablo pusiera a Pepito en el camino de la santa, conjetura lógica, a todas luces.
El caso es que esta virtuosa mujer de cielos ganados y paciencias
desmedidas, comparte sin menoscabo de su salud la vida de un soñador
irredento capaz de pregonar que los molinos de La Mancha eran gigantes y
no molinos, de sostener que un poemario es más valioso que una cuenta
de resultados o que una litrona puede ser más placentera que el Moet
Chandon o el Glenfiddich de 30 años. Con eso lo digo todo.
En esta foto los vemos en el Día de la Madre, en el campo, que es donde más les gusta estar, ella escuchando con paciencia las locuras de Pepito y él concibiendo una detrás de otra. Y así pueden pasar los días enteros, sin pensar en el mañana, sin aspirar a cruceros ni a capitales, él soñando con un mundo imposible donde los hombres valgan más que el dinero y ella riéndole la gracia.
Con los años –nunca lo conté a nadie pero ahora lo confieso en este libro-, he pensado que ni Dios la puso a ella en el camino de él ni el diablo lo puso a él en camino de ella, sino que llegaron al acuerdo de juntarlos, al margen del bien y del mal, solo para comprobar que la cordura y la locura pueden brindar con cerveza, como viejos camaradas, bajo las estrellas de este mundo y sonreír luego.”
En esta foto los vemos en el Día de la Madre, en el campo, que es donde más les gusta estar, ella escuchando con paciencia las locuras de Pepito y él concibiendo una detrás de otra. Y así pueden pasar los días enteros, sin pensar en el mañana, sin aspirar a cruceros ni a capitales, él soñando con un mundo imposible donde los hombres valgan más que el dinero y ella riéndole la gracia.
Con los años –nunca lo conté a nadie pero ahora lo confieso en este libro-, he pensado que ni Dios la puso a ella en el camino de él ni el diablo lo puso a él en camino de ella, sino que llegaron al acuerdo de juntarlos, al margen del bien y del mal, solo para comprobar que la cordura y la locura pueden brindar con cerveza, como viejos camaradas, bajo las estrellas de este mundo y sonreír luego.”