MIGUEL ANGEL Toledano 13/01/2014
La alegría y la felicidad se bastan solas, el hombre solo debe dejarse llevar. Es en las situaciones difíciles, ante la adversidad, cuando el hombre debe sobreponerse a sí mismo para superarlas. Claro, son solo palabras. Palabras que leemos y guardamos porque expresan cómo somos en verdad. Pero alguien ha ido violando y gastando las palabras hasta convertirlas en papeles perdidos en el aire de un mal viento. Y los tiempos más recientes no han hecho más que agravarlo todo con el sufrimiento. Un sufrimiento que provoca rabia, una rabia con efectos retroactivos y a destiempo a veces, pero en realidad generada por las medidas económicas tomadas por un gobierno que debe prescindir de los sentimientos y la dignidad para implantar un estado de cosas que favorezca a los ladrones, a los saqueadores, a los poderosos.
El dolor no sirve para nada, creo haberlo dicho ya, y además se reparte de manera radicalmente injusta y desproporcionada. Como una ruleta malvada que alguien mueve para que vayan saltando las bolas y las balas al voleo. Ya está bien de ese valle de lágrimas que ha servido de coartada ancestral para justificar lo injustificable y mantener bajo palabras blandas y desgastadas el débil pensamiento de que la vida es así y no le demos más vueltas. Porque si el dolor ajeno no da derecho a ser usado en provecho de la causa, tampoco da derecho a mentir, a no medir lo que se dice, a extender la ira que ciega la inteligencia. En nombre del sufrimiento de todas las gentes, dejemos claro que el dolor no es excusa para la vileza.
Y en nuestra sociedad hay ahora mucho dolor. Un sufrimiento que no esperábamos pero que muchos conocíamos. "Yo he visto cosas que vosotros no creeríais", decía el robot replicante a Blade Runner. No solo sabemos cómo son las cosas; sabemos qué se siente. Los prestamistas están alucinados, los traficantes. Aunque las medidas no son nunca definitivas. Comprenderíamos que algunas reacciones deban ser disculpadas porque nacen de un dolor insoportable, pero eso no ha ocurrido. Todavía. Por ello esa especie bastarda y zángana siguen apretando la soga. Sin embargo, los seres humanos sabemos valorar la manera como afrontan su dolor las personas, y, de igual modo que no sabemos hasta qué límite tienen que destruir a algunos para que digan basta, hasta aquí hemos llegado, valoramos también a quien se quiebra sin destruir, y admiramos a quienes afrontan el sufrimiento y lo soportan con entereza y dignidad, sin quebrarse. Seres admirables me parecen.
* Profesor de Literatura
La alegría y la felicidad se bastan solas, el hombre solo debe dejarse llevar. Es en las situaciones difíciles, ante la adversidad, cuando el hombre debe sobreponerse a sí mismo para superarlas. Claro, son solo palabras. Palabras que leemos y guardamos porque expresan cómo somos en verdad. Pero alguien ha ido violando y gastando las palabras hasta convertirlas en papeles perdidos en el aire de un mal viento. Y los tiempos más recientes no han hecho más que agravarlo todo con el sufrimiento. Un sufrimiento que provoca rabia, una rabia con efectos retroactivos y a destiempo a veces, pero en realidad generada por las medidas económicas tomadas por un gobierno que debe prescindir de los sentimientos y la dignidad para implantar un estado de cosas que favorezca a los ladrones, a los saqueadores, a los poderosos.
El dolor no sirve para nada, creo haberlo dicho ya, y además se reparte de manera radicalmente injusta y desproporcionada. Como una ruleta malvada que alguien mueve para que vayan saltando las bolas y las balas al voleo. Ya está bien de ese valle de lágrimas que ha servido de coartada ancestral para justificar lo injustificable y mantener bajo palabras blandas y desgastadas el débil pensamiento de que la vida es así y no le demos más vueltas. Porque si el dolor ajeno no da derecho a ser usado en provecho de la causa, tampoco da derecho a mentir, a no medir lo que se dice, a extender la ira que ciega la inteligencia. En nombre del sufrimiento de todas las gentes, dejemos claro que el dolor no es excusa para la vileza.
Y en nuestra sociedad hay ahora mucho dolor. Un sufrimiento que no esperábamos pero que muchos conocíamos. "Yo he visto cosas que vosotros no creeríais", decía el robot replicante a Blade Runner. No solo sabemos cómo son las cosas; sabemos qué se siente. Los prestamistas están alucinados, los traficantes. Aunque las medidas no son nunca definitivas. Comprenderíamos que algunas reacciones deban ser disculpadas porque nacen de un dolor insoportable, pero eso no ha ocurrido. Todavía. Por ello esa especie bastarda y zángana siguen apretando la soga. Sin embargo, los seres humanos sabemos valorar la manera como afrontan su dolor las personas, y, de igual modo que no sabemos hasta qué límite tienen que destruir a algunos para que digan basta, hasta aquí hemos llegado, valoramos también a quien se quiebra sin destruir, y admiramos a quienes afrontan el sufrimiento y lo soportan con entereza y dignidad, sin quebrarse. Seres admirables me parecen.
* Profesor de Literatura