Juan Baigorri Velar, nació en 1891 en la provincia de Entre Ríos y
estudió en el Colegio Nacional de Buenos Aires. Cumplidos sus estudios
en el Nacional Buenos Aires, viajó a Italia para estudiar geofísica en
la Universidad de Milán. Graduado en geofísica en la Universidad de
Milán, se formó como ingeniero y se especializó en la búsqueda del
petróleo, que parecía ser el futuro.
Durante la estancia en Italia de Baigorri Velar diseñó y desarrollo la
función de la extraña máquina. Se trataba de una caja cúbica del tamaño
de un aparato mediano de TV, con dos antenas que sobresalían de forma
extraña. Un artefacto con un mecanismo electromagnético que se ponía en
funcionamiento con una batería. Según decía, medía las condiciones
electromagnéticas en la atmosfera. Esto sería el principio que
finalmente lo haría famoso, hoy es casi una leyenda.
En esos años, a principios de la década del 30, comenzó a viajar por el
mundo, contratado por diferentes petroleras. Estuvo en diversos países,
Viajó por Europa, África, Asia y los Estados Unidos, actuando como
técnico en petróleo por cuenta de diversas compañías. Trabajó en varios
países como México, Bolivia, Paraguay, Uruguay, Chile, Brasil y Perú.
Baigorri además de ser un buen geofísico, pasa a ser un notable
pseudo-científico Rabdomante; fija las corrientes de aguas subterráneas
con verdadera precisión, indicando la profundidad, la calidad de las
aguas y la cantidad que puede aprovecharse.
[Rabdomancia o radiestesia, es una actividad pseudo-científica que se
basa en la afirmación de que los estímulos, electromagnéticos,
magnetismos y radiaciones de un cuerpo emisor pueden ser percibidos y,
en ocasiones, manejados por una persona por medio de artefactos
sencillos mantenidos en suspensión inestable como un péndulo, varillas o
una horquilla, que supuestamente amplifican la capacidad de
magnetorrecepción del ser humano].
El gobernador de Santiago, doctor Pío Montenegro, llevó a Baigorri a un
campo suyo, sito en el norte de la ciudad capital, el que por falta de
agua se encontraba abandonado. El visitante hizo el estudio y fijó una
corriente de agua potable a ciento veinte metros de profundidad con un
rendimiento de 4.000 litros por hora. Hecha la perforación con una
máquina del Ministerio de Agricultura, se comprobó el cálculo expresado.
Además, estando en Selva, dirigiendo la perforación petrolífera fijó una
abundante corriente de agua potable subterránea, la que cruzaba las
vías del Central Argentino (hoy Ferrocarril Mitre), próxima a la
estación Ceres. Este hallazgo fue proporcionado luego al ferrocarril.
Se decide a hacer cateos en la provincia de Buenos Aires, para ubicar
horizontes petrolíferos. Mar del Plata, Balcarce, Tandil, Lobería, todo
el sur de la provincia. Va investigando por medio de su aparato
electromagnético. Se llegaron a totalizar 112 cateos, los que para ser
explotados necesitan la autorización del gobierno de la Provincia, de
acuerdo con el Código de Minas.
Fue pronosticador de sucesos relacionados con la lluvia
Corrían los últimos días de diciembre de 1938 cuando Juan Baigorri
Velar, un entrerriano de Concepción del Uruguay criado en Buenos Aires,
se presentó ante la opinión pública con su original invento. Para ese
entonces, el hombre ya contaba con 47 años, el título de ingeniero en
Geofísica de la Universidad de Milán y cuatro continentes recorridos al
servicio de diversas compañías de combustible para las que realizaba
estudios sobre composición de suelos y exploración petrolífera. A fin de
ayudarse en su trabajo, Baigorri había desarrollado y construido en
Italia sus propios instrumentos de precisión que le permitían detectar
la presencia de minerales y las condiciones electromagnéticas de los
suelos.
Los servicios meteorológicos son tristemente célebres por no acertar
buena parte de sus pronósticos. Sin embargo, hace 70 años, en pleno auge
del electromagnetismo, un ingeniero entrerriano osó ir mucho más allá
de las predicciones. Su nombre era Juan Baigorri Velar y aseguraba haber
inventado una máquina que hacía llover a voluntad.
Dijo en tal fecha y en esa fecha llovió sobre Buenos Aires, aseguran los
porteños de aquel tiempo, comentando la precipitación del 2 de enero de
1939. ¡Claro que llovió! … ¡Y cómo! contestan los viejos santiagueños
refiriéndose a aquel año de 1938.
La eficacia de Rabdomante quedó demostrada en una breve visita al país
durante la cual lideró la misión científica que descubrió el Mesón de
hierro, un aerolito caído 200 años antes en el impenetrable monte
chaqueño.
Un montaje con principios pseudo-científicos mágicos
Contemporáneo de Tesla e ilusionado por su proyecto, Baigorri se entregó
a numerosos estudios con el objetivo de perfeccionar el dispositivo.
Por aquellos años, el telégrafo sin hilos de Guillermo Marconi ya se
había popularizado y en el electromagnetismo parecían estar cifradas las
mayores esperanzas de la humanidad. Y también las más grandes amenazas
si se tiene en cuenta el Rayo de la Muerte que el heterodoxo científico
Nikola Tesla había presentado en 1924 como el arma más mortífera jamás
inventada por el hombre.
Según este serbio radicado en Estados Unidos, el rayo despedía ondas
electromagnéticas invisibles capaces de derribar un aeroplano a 400
kilómetros de distancia. Y también decía poder utilizar los campos
magnéticos para producir y distribuir sin cables ilimitadas cantidades
de electricidad. Aunque sus extravagancias y algunos accidentes le
valieron el descrédito de sus contemporáneos, hoy se admite que el
control remoto, el radar y el horno a microondas, entre otros elementos
de la vida moderna, se han desarrollado en base a sus investigaciones.
En 1926, mientras trabajaba en Bolivia en la búsqueda de minerales
utilizando el aparato de su invención, notó que también podía
pronosticar cuándo se producían lluvias que aunque ligeras le impedían
trabajar.
Tal vez no llovió en ciertos lugares donde con su aparato el ingeniero
predijo que llovería, pero es innegable que sí llovió en mucho otros
donde hacía mucho tiempo que tal cosa no ocurría. El hecho es que
todavía hoy se polemiza sobre el tema.
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