Blog de Diana López Varela
Es Nochebuena de 2013 y mientras escribo esto más de 76.000
personas han leído el artículo que escribí hace dos días donde, simplemente,
daba voz a MI coño, como afectado figurado de la nueva ley del aborto propuesta
por el señor Ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón. Pero todos sabemos
que los afectados no son sólo los coños. Nuestro coños, amigos, tienen dueña:
NOSOTRAS.
He recibido cientos de mensajes a través del blog y de las
redes sociales. Si pudiese hacer una estadística matemática os aseguro que más
de 90 por ciento de los comentarios están a favor de mi opinión. Muchas
personas, y os lo agradezco, han escrito incluso sus historias personales. Y
aunque yo sea una mujer muy cachonda –siempre he creído que el humor es un
arma- lo que se cuenta en los comentarios (mucho más interesantes que mi
artículo) son testimonios de hombres y mujeres con miedos y preocupaciones y
que no se toman, desde luego, esto del aborto como un “paseo por el parque”
como señaló, muy acertadamente, una de mis lectoras.
Parto de la inteligencia de las personas adultas. Sé que hay
personas que, por su edad, su situación social o económica, sus presiones
–familiares, laborales, sociales- o su religión o creencias no pueden
permitirse pensar libre y sensatamente. Entonces, hablemos de educación, que es
un tema que tenemos bastante olvidado en este país. Educación sexual, educación
cívica y educación moral. Y de protección. Protejamos a las mujeres que se
encuentran en una situación de desamparo o que, y esto no es broma, tienen
alguna discapacidad que les impide tomar decisiones de manera autónoma.
Hagámoslo, señores del Gobierno, pero legislen -con excepciones- para una
mayoría de ciudadanos adultos y responsables que tienen derecho a decidir sobre
sus cuerpos y, lo más importante, sobre el destino de sus vidas y de las de sus
hijos.
Hablaré del 10 por ciento de personas que creen que lo que
sale de mi coño y del vuestro es un tema que merece ser discutido en los
pasillos del Congreso y legislado dictatorialmente por señores que ni nos
conocen ni les importamos una mierda. Una mierda. Una puta mierda. Y esto,
llevan años demostrándolo. Las sotanas mueven más influencias que todos
nuestros coños gimiendo al unísono. Qué pena.
Para vosotras –y vosotros- os diré que, a diferencia de lo
que opináis, a mí no me preocupa ni me molesta si parís o dejáis de parir. Si
abortáis o no. Si tenéis un hijo o dieciocho. Si disfrutáis con el sexo u os da
asco –lo siento por vosotras, de veras-. Si creéis que a la Virgen la embarazó
una paloma o el Espíritu Santo. Si estáis convencidas de que vuestra hija de 25
años es pura y casta. No me importa y no me molesta. De hecho, si de mí
dependiese jamás dejaría que una mujer –y, subsidiariamente un hombre- no
pudiese elegir si quiere reproducirse o no. Y lo puntualizo porque alguien
comentaba que mi hipotético aborto sería pagado por la Seguridad Social y, eso,
era inadmisible.
Mujer, yo pago mis impuestos y mi Seguridad Social, hasta
tal punto, que soy autónoma. Y mi tolerancia llega a tal extremo que cuando tus
ocho hijos cojan la varicela, sean hospitalizados o peguen una paliza a un
vagabundo en un cajero –y tengan que intervenir un fiscal y un juez- parte de
mi dinero se utilizará para movilizar los recursos y al personal humano que sean
necesarios. Entonces, ¿qué coño me estás contado? Tu parto cuesta dinero. Tu
hijo no cotizará hasta pasados los 20 y será atendido –espero- por la Seguridad
Social aunque tú estés en el paro o no hayas pegado palo al agua en tu santa y
divina vida.
¿Pero qué tenéis en la cabeza? ¿Vais a cuidar a mi hijo? ¿Si
sale con una grave discapacidad correréis con sus gastos y os ocuparéis de que
mi vida no se convierta en una peregrinación de hospitales, pesadillas y
colectas públicas? ¿Me queréis vacilar, verdad?
Haced lo que queráis con vuestros coños. Y sí, diré coño
hasta que me muera. Y las que me dicen que soy “una niñata maleducada” y que
escribo “como una barriobajera” os diré que soy Licenciada en Periodismo, tengo
dos másteres y un léxico lo suficientemente amplio como para utilizar palabras
asépticas que no dañen vuestra moral católica. Pero es que a mí me encanta la
palabra coño. Refleja todo lo que quiero transmitir: la cruda realidad. Mucho
más que “vagina” o “aparato genital femenino”. Es algo con fuerza, que todos
entendemos.
El día que descubráis que vuestros coños no sirven sólo para
parir quizá, empecemos a entendernos. Os deseo suerte.