Según el ABC por la mañana, cincuenta diputados dicen haber perdido sus iPads, y el Congreso se niega a reponerlos. Por la tarde, ya los iPads son treinta
(que sigue siendo una barbaridad… ¡imaginemos que entre el 10% y el 20%
de los empleados de una empresa lo perdiesen!), y el tono de la noticia
ha sido “convenientemente moderado”.
Treinta o cincuenta iPads, la cosa está más que clara: que no uno ni
dos, sino nada menos que ¡cincuenta (o treinta)! parlamentarios
“extravíen” sus iPads da una idea muy clara de muchas cosas. Y los pasos
a seguir son claros: uno, usar de inmediato Find my iPad.
Dos, lanzar una investigación exhaustiva y transparente sobre el tema. Y
tres, si se detecta falsedad alguna, interponer denuncia inmediata e
inhabilitación permanente. No, no hablamos de reponer el iPad con su
dinero y santas pascuas: hablamos de ser un sinvergüenza, condición que
en un país serio debería ser completamente incompatible con el desempeño
de un cargo público.
En el caso de la pérdida de un iPad de un representante público, es
preciso además hacer notar un matiz: que el iPad puede incluso ser lo de
menos. Que lo importante es su contenido: dado que un parlamentario
puede manejar, por su condición, información sensible, perder un iPad con información reservada puede representar como tal un delito.
Que en un país los cargos público ostenten una cosa llamada “inmunidad”
ya debería ser, de por sí, una cuestión revisable. Se pueden entender
algunas de las razones esgrimidas para ello, pero en modo alguno la
inmunidad puede ni debe ser total ni prácticamente incondicional. Y
fundamentalmente, cuando el problema principal de este país a estas
alturas se denomina, con todas sus letras, en mayúsculas y en negrita, CORRUPCIÓN.
Corrupción es lo que convierte a España en el hazmerreír de Europa.
Lo que hace que los países que aportaron recursos para intentar
equiparar la situación de nuestro país a la su contexto natural se
planteen si hicieron bien al ver que una parte sustantiva de ese dinero
ha sido malversado, desviado o absorbido por tramas organizadas
corruptas y circuitos de comisiones infinitas. Corrupción es lo que hace
que se nos caiga la cara de vergüenza cada vez que abrimos un
periódico, sobre todo cuando llega ya a los extremos del putiferio
barato, de los alias cutres, de la destrucción de pruebas y de la
sensación de impunidad. Corrupción asquerosa, putrefacta y maloliente, a
todos los niveles. Corrupción es lo que, como ciudadanos, no podemos en
modo alguno aceptar como norma ni considerar “parte del panorama”, por
mucho que desayunemos, almorcemos y cenemos con noticias que la tienen
como protagonista principal. Y en España hay corrupción. Mucha corrupción. Peor aún: hay corrupción institucionalizada. Y es fundamental y perentorio detenerla como sea.
¿Cómo se detiene la corrupción? Solo hay una manera: con
transparencia total, y con el recurso a medidas radicales. Una situación
así, de auténtica emergencia nacional, solo puede detenerse con medidas
extremas. Medidas extremas suponen aprobar con urgencia leyes que
permitan detectar la corrupción de manera inmediata se produzca al nivel
que se produzca, supone decretar la inhabilitación inmediata de
cualquier implicado y una pena mínima de cárcel suficientemente
ejemplarizante tanto para el corrupto como para el corruptor. Supone que
no solo el representante público implicado, sino también el empresario o
ciudadano que paga, pasen por la cárcel un número de años suficiente
como para disuadir la comisión del delito. Ni un solo atisbo de medias
tintas: la corrupción es perfectamente reconocible por todo aquel que la
quiere reconocer.
Los iPads son una maldita anécdota, pero también una verdadera
llamada de atención. Pretender justificar su pérdida con un “es que
viajamos mucho” es completamente impresentable: hablamos de un recurso
pagado con dinero publico y que puede contener información sensible: lo
mínimo es custodiarlo adecuadamente. Va en el cargo. Si además no se han
perdido, sino que se han “perdido” entre “comillas”, la cosa es
infinitamente más grave, y precisa de medidas inmediatas y tajantes. No
por los iPads, sino por lo que significan. Que quien tenía que legislar,
se dedica a “despistar”, a “descuidar”, a “extraviar”. Muy grave. Muy
significativo. Y el problema fundamental que están en la raíz de todos
los demás que tiene este país.