No fue un error. Es
cierto que el presidente del “Reino de España” -como le gusta a él
decir-, es también el “ministro de las Islas Salomón” –como le
presentaron en la cumbre del clima-. No fue un error, al menos, no un
error completo: no somos las islas Salomón pero sí somos las minas del
rey Salomón, un pozo sin fondo en el que echamos todos y sólo sacan unos
pocos. Eso sí que son mineros: nos sacan el oro y nos devuelven carbón.
Por eso a los mineros, el gobierno le quita lo que les debe, porque hay
otros mineros que han dejado seca la mina. Y no pagan por ello. Ni
económica ni penalmente. Al contrario, encima tenemos que endeudarnos
nosotros para prestarles el dinero a ellos. No somos las islas Salomón,
somos las islas salomónicas: nos roban el bebé, nos piden un rescate y
cuando lo pagamos, nos lo devuelven partido. Hasta aplicando las
soluciones salomónicas nos equivocamos. ¡Vivan las Islas Salomón!
Veamos, por ejemplo,
cómo se está solucionando el problema de los bancos en bancarrota. Ayer
se publicó la cifra que finalmente necesitarán ellos para salir del pozo
en el que nos han hundido a nosotros: 67.000 millones de euros. Así lo
han estimado dos auditoras extranjeras contratadas a tal efecto. A la
cifra hay que añadirle otros dos millones de euros, los que nos han
costado esas dos auditorías. Aquí no hay dinero para sanidad, educación o
minería, pero a la que te descuides el gobierno se gasta dos millones
de euros como si tal cosa. Pues yo tengo dos preguntas: ¿por qué tenemos
que contratar a dos auditoras, encima extranjeras, con lo que el dinero
vuelve a irse fuera? ¿Y por qué no lo hace el Banco de España que, por
cierto, tenía que haberlo hecho antes de que fuera demasiado tarde? En
el reino del rey salomón preguntas pero nunca te contestan. No hay
contestación para explicar por qué le pagamos dos millones de euros a
dos auditoras extranjeras por dos semanas de trabajo y al mismo tiempo
le recortamos 600 millones de euros que le corresponden a la minería por
un año de trabajo y que afectan a la vida de 13.000 personas de este
país. ¡Vivan las Islas Salomón!
Tampoco nos han
explicado por qué Bankia-BFA ocultó 4.690 millones de euros en pérdidas a
propósito para engañar a los inversores y poder salir a bolsa, como
denuncia un informe conocido ayer elaborado por la asociación de
usuarios de banca, ADICAE. Lo normal en Islas Salmón: los peces gordos
ascienden el río contracorriente, contra nuestras cuentas corrientes y
jamás les pescan. También pasa en la Justicia. Carlos Dívar, se fue ayer
pero no a Marbella sino del Tribunal Supremo que presidía. Dimitió
después de semanas de escándalos y no dio ni una sola explicación. Es
más, denunció haber sido objeto de una persecución cruel. Al final va a
resultar que no se va porque haya hecho nada sino para escapar de
nosotros. El ministro de justicia ha dicho que “respeta” al ex
presidente del Tribunal Supremo. Ya que hay que ahorrar se podría haber
ahorrado la declaración. Al hacerla, nos demuestra muy poco respeto a
nosotros y al ámbito judicial al que dice representar. En estas islas
nuestras, la justicia es todo menos salomónica. ¡Vivan las Islas
Salomón!
La solución al
problema de la justicia española lo tiene la presidenta de la comunidad
de Madrid, Esperanza Aguirre. No le ha gustado que el Tribunal
Constitucional haya legalizado Sortu y propone eliminar este órgano y
convertirlo en una sala del Supremo. Curiosamente no le pidió la
disolución del Constitucional cuando votó en contra del Estatut de
Cataluña. Dice la presidenta que hay que acabar con el Constitucional
porque sus jueces no son jueces, son políticos. Al final, vamos a tener
que darle la razón. Habrá que eliminar todos los órganos en los que haya
políticos: consejos de administración de bancos, comunidades autónomas,
gobierno. Por lo visto y oído, los políticos no creen que haga falta un
tribunal que defienda la Constitución. Será porque no creen en ella.
¡Vivan las Islas Salomón!
No somos las islas
Salomón pero sí las islas salomónicas. La solución a los problemas en
este país consiste en partirlos en dos y tener no uno sino dos
problemas. ¡Vivan las Islas Salomón!