Excelsior.
Seis años después ahí sigue… La cruz de madera sin nombre clavada en un montón de tierra, para muchos un lugar insignificante y descuidado,para Juan Manuel Encina Lara, la tumba de la que escapó de la muerte.
¿Cómo olvidar la peor pesadilla de su vida? Un grupo de jóvenes lo molió a golpes, lo apuñaló, lo dio por muerto y lo enterró. ¿Por qué? Sigue la pregunta sin respuesta. Los medios locales hablaron de una combinación diabólica: drogas y satanismo.
Él solo quería ser parte de una banda de rock. Por ello -relató al periodista Ricardo Mendoza del diario Vanguardia-, asistió a una fiesta con una joven con la que apenas cruzaba palabras en la Universidad Autónoma de Coahuila, donde cursaba la licenciatura en enfermería.
Nunca pensó que la noche del 23 de enero de 2010 sería un infierno en su vida. Nada había sido favorable durante la fiesta: Ni banda de rock, ni amigos, ni nada… todo era indiferencia en una reunión en la que abundó el alcohol y algo de mariguana.
A la menor oportunidad trató de salir del lugar. Recuerda Juan Manuel que ya era domingo, algo así como las tres de la madrugada, cuando cinco jóvenes, tres hombres y dos mujeres –entre ellas su supuesta amiga-, se ofrecen a acompañarlo.
Caminan por las calles Cobre y Estaño de la colonia Bonanza, en Saltillo, cuando uno se detiene en un lote con una edificación en obra negra, tiene ganas de orinar. Juan aprovecha para hacer lo mismo… termina, recuerda que uno de los acompañantes lo distrae, cuando de pronto siente el golpe secó cerca de la nuca: un blog lo deja aturdido cuando siente otro y luego… patadas, piquetes, pedradas. Escucha la voz agitada de sus agresores y un diálogo aterrador:
¿Traes el bisturí? ¡Dale en la espalda!".
No se puede. ¡Tiene la piel bien dura!".Para ese momento el cuerpo de Juan Manuel ya no responde. Está moribundo. Parece un guiñapo. ¡Está muerto en vida!, así se siente. No ve un mañana. Los victimarios lo han dejado creyendo que lo han asesinado.
¡Córtale la cabeza!".
Regresan minutos después con bolsas para poder arrastrarlo hasta el panteón, donde después de cavar un hoyo, depositan su cuerpo y dejan fuera la cabeza para regocijarse con su obra.
¡Está muerto! Cubren su cabeza con tierra y siente como pisotean. Permanece así por varios minutos. No sabe de dónde surgen las fuerzas, pero logra salir. Se arrastra en busca de la salida guiándose por el ruido de los autos. Llega a la puerta del panteón, pero está cerrada con candado, trata de trepar pero por la debilidad queda colgado, así, hasta que llega el velador y llama a la policía y la Cruz Roja.
Juan Manuel está vivo, logró salir de la tumba para relatar el infierno del que fue presa. ¿Culpables? A la fecha ninguno. Todo quedó en el olvido, pero no para él, quien observa la cruz de madera y la tumba de la que emergió.
No hay comentarios:
Publicar un comentario