Empieza el curso escolar y nunca había sido tan caótico. La incompetencia del PP y las prisas por implantar la LOMCE han sembrado el desconcierto. Es un retrato del escaso interés que buena parte de la sociedad y de la clase política destina a la educación pública. A pesar de ello, la vuelta al cole es uno de los momentos más hermosos que vive un país. Aunque el viaje sea peligroso o la escuela esté acribillada por las bombas.
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Andando, en canoa, en burro o en bus... El caso es tener una escuela donde encontrar respuestas al ansia de saber del ser humano,, de preguntar, de buscar e indagar en los pliegues de la vida, de encontrar preguntas y conocer respuestas.
Pero frente a esos deseos aparece una clase política que entiende la educación como una carga para los dineros públicos porque para apretar tornillos no se necesita saber mucho más que las letras elementales. Y eso de la convivencia y asuntos sobre civismos, solidaridades o compañerismos siempre acaban siendo peligrosos. Buscan el desastre en la pública en favor de sus amigos de la privada.
Este ya histórico desdén por la educación, en el sentido más amplio del término, anda implantado también en buena parte de la sociedad española desde el principio de los tiempos, desde que se abrió la primera escuela. Padres y madres 'pasan' del devenir del cole de sus hijos, y solo se interesan cuando al niño le han robado la mochila o sale con un chichón en la cabeza.
En Aragón, como en otros lugares del país, el inicio del curso ha sido un auténtico caos, solventado en parte por la responsabilidad y profesionalidad del profesorado y equipos directivos. ¿Alguien concibe que se abriera una fábrica de conservas sin tener latas donde envasar los tomates? ¿Alguien entendería empezar el curso municipal con los funcionarios del ayuntamiento trabajando en barracones provisionales?
Este olvido de la enseñanza se llena de cinismo cuando una consejera, Dolores Serrat, afirma que el importe de las becas disminuye para que lleguen a todos los niños que la necesiten. No dice que solo las familias que ingresen menos de 4.424 euros al año podrán tener beca.
En Valencia, el edificio multifuncional el Ágora se inauguró en 2009 tras una inversión de 80 millones de euros. Desde entonces solo ha acogido cuatro eventos, y apenas se utiliza unos veinte días al año. A unos pocos centenares de metros, 380 alumnos de un 'colegio' llevan seis años recibiendo clase en barracones.
A pesar de tanta ignominia, a pesar de tanta estafa, el sector anda un tanto agotado en su larga lucha, con tanta protesta sin apenas resultados. Pero parece que están dispuestos a comenzar de nuevo porque saben que si se callan están perdidos. Quizá sus deseos se unan a las iniciativas electorales que surgen para ocupar los puestos desde donde se deciden las cosas y barrer a quienes solo ven mercado y dinero en todo lo que tocan.
La pasada semana, la directora de un centro público contaba en una radio local lo que le había preguntado un niño de primaria el día que empezaba el curso: "Oye, ¿hoy me quedaré a comer?". Una pregunta que retrata la maldad que anida en la casta.
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