José Antonio Illanes
Ayer paseé con Filomeno por los llanos de este sur confabulado con el olvido, entre trigales dorados y amapolas recién nacidas. En el cielo celeste y profundo como los ojos de una diosa celta, deambulaban nubes de algodón extraviadas por el viento que sombreaban el camino a trechos, arrancando efímeras sombras a lagartos enamorados y a culebras huidizas.Filomeno no comparte mis ideas, qué le vamos a hacer, pero donde hay amistad sobran esas nimiedades. Como es un burro privilegiado, no como esos de alquiler que se escarranchan de cansancio en las romerías o que acarrean portes en las huertas de sol a sol ganando el sustento con el sudor de sus crines y además disfruta de parcela con matojales abundantes y niños que lo miman, se define como neoliberal y, ajeno a la muerte del debate ideológico, le gusta rebuznar que es de derechas.
Filomeno es un virtuoso del rebuzno político. Maravilla verlo roznar a
favor del Gobierno siguiendo las consignas que oye a través del
transistor que lleva en la albarda gallinera para amenizarnos los
paseos. Está siempre al día. Ayer rebuznaba ya contra las redes
sociales, y de qué manera. Aunque no rebuzna en mexicano, como Aznar, ni
en inglés, como su devota esposa, sí lo hace en español, y divinamente,
mejor que Cañete, incluso, que ya es.
Me duele decirlo de Filomeno, por la amistad que nos une, pero es imposible razonar con él, y conste que lo he intentado. Después de la discusión de ayer a cuenta de Twitter, concluí que en política nunca coincidiremos, así que acabamos el paseo charlando de burros, yo contándole la vida de Platero y él queriéndome convencer de sus amoríos con la famosa burra de Balaam, mentira comprensible, y hasta perdonable, viniendo de un devoto de Mariano.
Me duele decirlo de Filomeno, por la amistad que nos une, pero es imposible razonar con él, y conste que lo he intentado. Después de la discusión de ayer a cuenta de Twitter, concluí que en política nunca coincidiremos, así que acabamos el paseo charlando de burros, yo contándole la vida de Platero y él queriéndome convencer de sus amoríos con la famosa burra de Balaam, mentira comprensible, y hasta perdonable, viniendo de un devoto de Mariano.