“Vademécum
de exhortaciones para niños probos”, por don Mariano Liendres
Marhuenda, maestro de primaria y celebrado redactor de hojas
parroquiales.
Queridos niños: Mil veces he advertido en esta clase sobre el peligro de leer periódicos. Los niños que leen periódicos, y peor aún libros indebidos, nunca serán futbolistas, ni toreros, ni ministros, ni tertulianos en programas del corazón. Están condenados a no servir para nada.
Pepito Illanes ha leído en algún sitio que una lúcida empresaria de nuestra nación ha dicho que los jóvenes que no sirven para nada deben cobrar menos por su trabajo que los que sí sirven. Y dice él, en su capcioso entender, que si no sirven para nada tampoco servirán para trabajar en nada, cobren lo que cobren.
Queridos niños: Mil veces he advertido en esta clase sobre el peligro de leer periódicos. Los niños que leen periódicos, y peor aún libros indebidos, nunca serán futbolistas, ni toreros, ni ministros, ni tertulianos en programas del corazón. Están condenados a no servir para nada.
Pepito Illanes ha leído en algún sitio que una lúcida empresaria de nuestra nación ha dicho que los jóvenes que no sirven para nada deben cobrar menos por su trabajo que los que sí sirven. Y dice él, en su capcioso entender, que si no sirven para nada tampoco servirán para trabajar en nada, cobren lo que cobren.
Por intentar sembrar debates innecesarios en clase se quedará sin
recreo todo el mes, y por cuestionar la verdad, sin bocadillo de
mortadela, que si hubiera hambre en este país lo donaríamos a las
monjitas, pero como no la hay, lo donaremos al perro del portero. Dicho
esto voy a explicar por qué lleva razón esta modélica dama.
A ver. ¿Había paro en la antigua Roma? No. ¿Había bárbaros incultos que trabajaban en los mercados, en las minas, en las fincas de recreo de la casta dirigente y preparada? A miles. ¿Pasaban hambre? Nunca. ¿Tenían techo? Siempre. Y lo más importante: ¿Cobraban algo? Ni las propinas. Por ende, debemos concluir, aunque le pese a Pepito, que el modelo de Estado ideal es el de la Roma antigua, no el de la República, naturalmente, sino el del Imperio.
Los bárbaros, que entonces no sabían ni alemán, ni austriaco, ni suizo y no hablaban ni en condiciones, tampoco servían para nada, salvo para emborracharse y asolar las huertas de sus vecinos. Los romanos no les pagaban un sueldo, faltaría más, pero los alimentaron y civilizaron, que es lo que hay que hacer con los jóvenes que barzonean por calles y plazas apedreando perros y robando nidos de los árboles. Lo que dice esta dama es una verdad tan grande como el Valle de los Caídos. Creedme, queridos niños, no hay otra forma mejor de progresar, civilizar y distribuir riquezas.
Y en la indivisible España, unidad de destino en lo universal, deben aplicarse estas medidas, vistos los resultados históricos, y Pepito -él sabe que no va servir para nada-, teme que le quiten los libros y los periódicos y le encomienden la provechosa tarea de escardar huertas a cambio de tomates y pimientos.
De la exhortación de hoy, queridos niños, debéis sacar el siguiente provecho: los jóvenes que no sirven para nada sí sirven para comer, y el pan hay que ganárselo. Es todo por hoy, orad por nuestros esforzados dirigentes, los de ahora, que trabajan sin descanso por vuestra prosperidad y la de la patria.
A ver. ¿Había paro en la antigua Roma? No. ¿Había bárbaros incultos que trabajaban en los mercados, en las minas, en las fincas de recreo de la casta dirigente y preparada? A miles. ¿Pasaban hambre? Nunca. ¿Tenían techo? Siempre. Y lo más importante: ¿Cobraban algo? Ni las propinas. Por ende, debemos concluir, aunque le pese a Pepito, que el modelo de Estado ideal es el de la Roma antigua, no el de la República, naturalmente, sino el del Imperio.
Los bárbaros, que entonces no sabían ni alemán, ni austriaco, ni suizo y no hablaban ni en condiciones, tampoco servían para nada, salvo para emborracharse y asolar las huertas de sus vecinos. Los romanos no les pagaban un sueldo, faltaría más, pero los alimentaron y civilizaron, que es lo que hay que hacer con los jóvenes que barzonean por calles y plazas apedreando perros y robando nidos de los árboles. Lo que dice esta dama es una verdad tan grande como el Valle de los Caídos. Creedme, queridos niños, no hay otra forma mejor de progresar, civilizar y distribuir riquezas.
Y en la indivisible España, unidad de destino en lo universal, deben aplicarse estas medidas, vistos los resultados históricos, y Pepito -él sabe que no va servir para nada-, teme que le quiten los libros y los periódicos y le encomienden la provechosa tarea de escardar huertas a cambio de tomates y pimientos.
De la exhortación de hoy, queridos niños, debéis sacar el siguiente provecho: los jóvenes que no sirven para nada sí sirven para comer, y el pan hay que ganárselo. Es todo por hoy, orad por nuestros esforzados dirigentes, los de ahora, que trabajan sin descanso por vuestra prosperidad y la de la patria.