MIGUEL ANGEL Toledano 28/04/2014
En muchas ocasiones se ha planteado la relación entre vida y literatura. No solo entre los escritores y estudiosos. Los lectores, de manera apenas consciente, solemos establecer las posibles conexiones entre la vida del autor y sus escritos, confundiendo a veces inocentemente la veracidad con la verosimilitud. En demasiadas ocasiones intentando penetrar en la relación entre las pasiones más íntimas de la obra con la biografía personal del autor. Toda obra cuando empieza, dice Borges, proviene de una serie de experiencias humanas, y luego se convierte en arte. Luego es verdad que la vida se plantea siempre en la literatura. En ella está la mirada honda del ser humano. Pero convendría recordar la respuesta de Faulkner cuando le preguntaron cuál era el tema de sus novelas. En todas, dijo, está el corazón, ese territorio tantas veces enigmático, oscuro o luminoso, un lugar secreto y escondido al que todos pertenecemos.Si las novelas se limitaran a los aspectos más externos, por apasionantes que puedan parecernos, no nos servirían, hay que asomarse a los misterios de la vida, adentrarse en ese bosque interior donde puedes encontrar desolación y amor.
Uno de esos misterios enormes, y no el de menor importancia, es el erotismo. El erotismo es algo que no hay necesidad de explicar, porque el amor pertenece al dominio de Eros, que no es sino una comunicación profunda, una fusión en la que los amantes pierden la conciencia de sus propios límites. Hay instantes importantes que quedan en nosotros, y la experiencia amorosa -el amor, el deseo y sus abismos- es la clave en la existencia de todo el mundo: adolescentes, adultos, ancianos. Volvemos a alguno de esos momentos en los que sólo el esplendor alumbraba la escarcha de los días, nos detenemos y preguntamos: ¿qué es lo que nos pasaba en esos instantes, qué lugar visitamos, qué lengua hablamos? En esa lengua está nuestro ser entero, así que no es extraño que queramos recuperarla.
En el fondo perseguimos lo que el hombre y la mujer vivieron algún día en el Paraíso; regresando a él dotamos a nuestra vida de sentido. Imaginemos que la vida o el destino nos ofrecen la oportunidad de recuperar no alguno de esos momentos, sino a alguna de esas personas que nos enseñaron que el amor dura toda la vida. Sí, creo que el amor dura siempre, la pasión no. El amor por las personas que quieres va transformándose con nuestra evolución física y emocional. Y en los amores eternos, secretos en un sentido poético, creo radicalmente. Y la literatura debe asomarse a los sentidos, a los sentimientos de la vida, rescatar el lenguaje de los momentos más íntimos y gozosos, aquellos que nos devuelven,íntimos y desnudos, a nuestro prohibido paraíso.
* Profesor de Literatura
En muchas ocasiones se ha planteado la relación entre vida y literatura. No solo entre los escritores y estudiosos. Los lectores, de manera apenas consciente, solemos establecer las posibles conexiones entre la vida del autor y sus escritos, confundiendo a veces inocentemente la veracidad con la verosimilitud. En demasiadas ocasiones intentando penetrar en la relación entre las pasiones más íntimas de la obra con la biografía personal del autor. Toda obra cuando empieza, dice Borges, proviene de una serie de experiencias humanas, y luego se convierte en arte. Luego es verdad que la vida se plantea siempre en la literatura. En ella está la mirada honda del ser humano. Pero convendría recordar la respuesta de Faulkner cuando le preguntaron cuál era el tema de sus novelas. En todas, dijo, está el corazón, ese territorio tantas veces enigmático, oscuro o luminoso, un lugar secreto y escondido al que todos pertenecemos.Si las novelas se limitaran a los aspectos más externos, por apasionantes que puedan parecernos, no nos servirían, hay que asomarse a los misterios de la vida, adentrarse en ese bosque interior donde puedes encontrar desolación y amor.
Uno de esos misterios enormes, y no el de menor importancia, es el erotismo. El erotismo es algo que no hay necesidad de explicar, porque el amor pertenece al dominio de Eros, que no es sino una comunicación profunda, una fusión en la que los amantes pierden la conciencia de sus propios límites. Hay instantes importantes que quedan en nosotros, y la experiencia amorosa -el amor, el deseo y sus abismos- es la clave en la existencia de todo el mundo: adolescentes, adultos, ancianos. Volvemos a alguno de esos momentos en los que sólo el esplendor alumbraba la escarcha de los días, nos detenemos y preguntamos: ¿qué es lo que nos pasaba en esos instantes, qué lugar visitamos, qué lengua hablamos? En esa lengua está nuestro ser entero, así que no es extraño que queramos recuperarla.
En el fondo perseguimos lo que el hombre y la mujer vivieron algún día en el Paraíso; regresando a él dotamos a nuestra vida de sentido. Imaginemos que la vida o el destino nos ofrecen la oportunidad de recuperar no alguno de esos momentos, sino a alguna de esas personas que nos enseñaron que el amor dura toda la vida. Sí, creo que el amor dura siempre, la pasión no. El amor por las personas que quieres va transformándose con nuestra evolución física y emocional. Y en los amores eternos, secretos en un sentido poético, creo radicalmente. Y la literatura debe asomarse a los sentidos, a los sentimientos de la vida, rescatar el lenguaje de los momentos más íntimos y gozosos, aquellos que nos devuelven,íntimos y desnudos, a nuestro prohibido paraíso.
* Profesor de Literatura