Hace unos meses el programa de La Sexta Equipo de
Investigación se puso en contacto conmigo para entrevistarme. Les dije
que encantado, que cuando quisieran. No tardaría mucho en arrepentirme.
La primera voz de alarma sobre el color amarillo del programa que se
preparaba y de sus intenciones propagandísticas me la dio la llamada de
una de sus reporteras, que quería preguntarme, según decía, sobre las
batallas legales entre las páginas de enlaces y las grandes majors
del entretenimiento. Yo le adelanté lo que consideraba más importante:
las resoluciones de los jueces favorables a las páginas de enlaces, la
llegada de la Ley Sinde apartando a los jueces para que el Ministerio de
Cultura rearbitrara esos asuntos, las modificaciones de Lasalle, que
hacían aún más peligrosa a la Ley Sinde... Cuando terminé, a la
periodista que estaba al otro lado del teléfono le faltó bostezar. Tras
contarle historias que a cualquiera con unos mínimos cimientos le haría
al menos levantar la ceja, su pregunta tras mi retahíla se redujo a:
"Sí, pero ¿cuánto dinero ganan las páginas esas?"
Pese a todo, me animé a decirles que fijaran un día para la entrevista.
Pensé ingenuamente que sería capaz de despertarles el interés en lo que
considero que son los grandes temas, es decir, cómo en España se ha
conseguido pasar la mano por la cara a los jueces solo porque al
Ejecutivo no le gustaban sus resoluciones.
Como digo,
tardé poco en dar un paso atrás y decidir no aparecer en el programa.
Comenzaron a llamarme administradores de páginas de enlaces, diciendo
que habían recibido un email donde le invitaban a una entrevista en el
programa y en el que le prometían que ellos no iban a opinar, que se
limitarían a "dar voz a todo el mundo" y que lo que pretendían era
"demostrar que hay otras vías". Finalmente el programa ha sido pura
propaganda y como ese resultado era bastante previsible, nadie picó. Los
administradores de las webs rechazaron el ofrecimiento, conscientes de
que el programa es de esos que se restriegan en el sensacionalismo,
abusando de la música de suspense, el efectismo y la narración con voz
afectada.
Juan José, administrador de varias webs de
enlaces, también se negó, pero dio igual porque se topó con las cámaras
de la Sexta en su casa. En un momento estelar del programa, Gloria Serra
cuenta que los aguerridos reporteros se jugaron el tipo cogiendo una
avioneta para tratar de encontrar a Juan José. Tras las imágenes de los
reporteros montándose en una avioneta que parece sortear como puede una
ventisca, vemos que al final toda esa parafernalia era para ir a un
pueblo de... Huelva.
Juan José no quería hablar pero,
como ellos insistían, me llamó por teléfono para que le diera mi
opinión. Yo, que ya había tenido noticias de por dónde iban, le
recomendé que no dijera nada. El reportero que iba a entrevistarle cogió
el teléfono y me dijo que querían enseñar al menos el lugar donde
trabajaba Juan José para demostrar que "allí no se violan niños, que es
un sitio normal". Yo, que en ese momento dio la casualidad de que no me
estaba chupando el dedo pulgar, le insistí en lo mismo y le pedí que por
favor le devolviera el teléfono a mi cliente. Juan José, más joven y
más ingenuo de lo que la imagen de los piratas nos evoca, habló con
ellos brevemente para contarle su caso con la condición de que se
hiciera sin cámaras, solo para que ellos pudieran tener orientación de
primera mano. Ellos aceptaron, él habló, y ellos le grabaron con cámara
oculta por la espalda.
Después se pasearon por su
pueblo preguntando a sus vecinos que cómo era, que si usaba coches
caros, que qué pensaban de él y sus tejemanejes piratas. Los vecinos
dijeron que ellos no sabían, que era un chico normal, que cuando se
cruzaban con él siempre saludaba.
En el programa se
retrata a Juan José como un pirata, como alguien que gana dinero con las
obras de otros porque sabe "cómo manejarse al límite de la ley". No se
dice, pese a que lo sabían porque yo se lo conté, que su caso es el
único que ha sido ya llevado a los tribunales penales y civiles y que le
absolvieron porque concluyeron que su actividad no era piratería, y que
lógicamente daba igual el dinero que ganara con esa actividad no
delictiva. No contaron tampoco que, en la vía civil, SGAE terminó
retirando la demanda cuando el juez adelantó en su Auto denegatorio de
medidas cautelares que la actividad de Juan José no infringía derecho de
propiedad intelectual alguno. No se cuenta que la única sancionada en
ese procedimiento fue SGAE, la demandante, a la que el juzgado multó por
mala fe procesal. El programa tenía toda esta información pero
prefirieron silenciarla porque no casaba bien con el mensaje que se
querían trasladar.
Como he dicho en otras ocasiones,
se llama "etapa prelegislativa" a aquella fase en la que se procura
mostrar públicamente la aparición de una disfunción social que merece
una reforma legal. Esa disfunción puede ser real o ficticia. Como dice
Díez Ripollés "la frecuencia con que en el ámbito
político-criminal se trabaja con disfunciones sociales aparentes, esto
es, con representaciones de la realidad social desacreditadas por los
datos empírico sociales, no debería subestimarse". Estamos justo en
esa etapa. La reforma del Código Penal impulsada por Gallardón y la
reforma de la Ley de Propiedad Intelectual son un cañón de tal calibre
que necesitan un enemigo temible que lo haga justificable. Solo
convenciendo a los ciudadanos de que el enemigo acecha y de que es
poderoso se conseguirá que consientan ceder parte de sus derechos y de
su seguridad jurídica para combatirlo.
La Sexta ha perseguido a los que llama piratas para que sean aceptables
unas reformas legales que solo benefician a emporios mediáticos como
los que sostienen ese mismo programa. Se han olvidado de contar que
personas a las que han retratado como piratas han sido absueltas, que ya
es más de lo que puede decir La Sexta, condenada en febrero de 2013 por el Tribunal Supremo por infringir derechos de propiedad intelectual.