Los poderes fácticos, los auténticos amos, quieren volver a la España en blanco y negro. Y siempre hay miserables dispuestos a ejecutar sus órdenes, como viene demostrando esa pandilla de delincuentes que forman el Gobierno de Rajoy. Wert y Fernández Díaz, dos de los personajes más infames que se han sentado nunca en un Consejo de Ministros, han sido los autores de las últimas felonías. Para retratar en parte la España que buscan pueden servir las fotos de Cristina García Rodero, la primera fotógrafa española que entró en la prestigiosa agencia Magnum.
Las imágenes de García Rodero pueden causar tristeza o miedo o vergüenza o rechazo o ternura, y reflejan el paisaje humano sin color que envolvía buena parte de la sociedad española no hace muchos años, casi siempre intenso y desmedido, sórdido y esperpéntico, soez o entrañable. Es la España que quiere pintar esta banda de criminales
"Si a Jorge Fernández Díaz, ministro del Interior y católico practicante, le hubieran preguntado en su día por la corona de espinas de Cristo, habría dicho que se trataba de un elemento de disuasión pasivo, para que las ideas de Jesús no atravesaran el cráneo, y que apenas producía rasguños superficiales.
En eso estamos, en que las ideas no pasen al otro lado. En que las ideas no asalten el Parlamento. Y si para ello es preciso un muro de cinco o seis metros, se levanta el muro y se le coloca una corona de espinas. Que los negros se dejen la piel en su huida del hambre o de la persecución política y que nosotros paguemos 600.000 euros de multa por decir que el rey va desnudo.
Pero el rey va desnudo y las espinas matan. Fíjense lo desnudo que va, que el 85% del grupo parlamentario popular de Valencia ha firmado un papel solicitando el indulto de un corrupto. Que la ministra Mato ha recontratado a Lamela. Que Cospedal ha de mentir ya a jornada completa acerca de la doble contabilidad de Génova. Si el rey no fuera en pelotas, tampoco sufriríamos esta acumulación de exministros y expresidentes del Gobierno presentando, en sesión continua, libros de ese nuevo género narrativo denominado “yo no fui”.
Lo vemos, vemos que el rey va desnudo porque Carlos Fabra, el del aeropuerto de Castellón, ha salido encantado de un juicio en el que le han caído cuatro años (solo cuatro años, se ha dicho frotándose las manos, qué barato). El rey va desnudo cuando destituyen a los responsables de Hacienda que tratan a las grandes fortunas igual que a la clase media. El rey va desnudo cuando todos y cada uno de los policías que han intentado investigar la procedencia del apartamento marbellí de Ignacio González han sido relevados. El rey va desnudo, en fin, cuando la justicia no trata a su hija como a cualquier hija de vecino".