Fernando Baena, desde su experiencia de
artista, su práctica y relación en el ámbito del arte contemporáneo, nos
plantea en su libro, las conexiones entre el arte de acción o
performance y las denominadas artes plásticas. Nos introduce en los
primeros happenings, para subrayar la autonomía de dicha
disciplina artística ligada al arte de acción, ya en 1961 Susan Sontag
concluía que era posible discernir una unidad esencial de forma y sacar
conclusiones acerca de la pertinencia de los happenings respecto
de las artes de la pintura y el teatro. Con respecto a este ultimo
menciona a Artaud o a Brecht, reflexiona sobre sus diferencias o
similitudes originarias con respecto a la performance o el concepto de
espectáculo.
El autor cuestiona una creencia que suele predominar en el arte contemporáneo, y es la siguiente: “el
arte de acción se distingue principalmente de las artes plásticas en
que su elemento constitutivo más destacado no es el objeto sino el
sujeto”. Con el apoyo de diversos ejemplos de acciones de artistas,
sus testimonios, junto con numerosas referencias de escritores y
críticos de arte, nos va dirigiendo a otra concepción del arte de
acción, donde somos conscientes de una tipología posible hoy en día, de
la performance, en función del valor otorgado, según los casos,
intenciones, al documento. En cualquier lugar, se manifiesta la
relevancia del registro en relación a la propia existencia de la
acción.
En el contexto vinculado a la
performance, se plantea que el artista asume nuevas funciones mucho más
próximas al papel de mediador que al de creador. Probablemente en el
sentido de mostrar a los demás el proceso de creación, el cual
predomina en la idea de obra concluida, donde, además es imprescindible
la presencia del otro, el público.
A través de una serie de ejemplos
extraídos de la práctica del arte de acción en España entre 1991 y 2011,
en el libro en cuestión se abordan las relaciones formales existentes
entre artes plásticas y arte de acción, tal y como reza su subtítulo. Se
explora el territorio liminar entre ambas disciplinas, mostrando que el
abandono o la ausencia del objeto no son un hecho radical o absoluto en
el arte de acción, sino, que más bien, el uso de objetos supone incluso
algo recurrente; Fernando Baena nos va lanzando múltiples ejemplos y
referencias, donde se interrelacionan performance con la pintura,
instalaciones, escultura, ready made, etc.
“El efecto que las acciones buscan en
el público puede querer ser inmediato y basado en la propia acción, con
lo que, en la mayoría de las ocasiones, los restos se han de considerar
residuos, es decir algo que no tiene valor que induzca a conservarlo. La
estrategia opuesta consiste en confiar el efecto al poder artístico de
los restos, huellas, y/o registro, siendo estos, en última instancia, lo
que se presenta al público. Hablaríamos en el primer caso de acciones
cosificadas de efecto inmediato y en el segundo de acciones cosificadas
de efecto diferido”. Además el autor distingue en la tipología de “acciones cosificadas de efecto diferido”, entre las generadoras de huellas y aquellos resultados, ya sean fotográficos o videográficos que suponen un registro.
Reflexiona acerca de la foto-performance, video-performance, y por
último sobre el registro, archivo, y edición. En este último punto,
encontramos experiencias editoriales como la de “La más bella”, donde
observamos su vinculación, original, en los propios procesos de edición y
producción con el arte de acción.