El bebé se sonríe en el vientre de su madre.
Katyia Rowe, una inglesa de 26 años, decidió
no hacerse un aborto pese a que, según los médicos, el cerebro del bebé
no se había formado bien y podría tener graves consecuencias.
Finalmente la criatura murió a las nueve horas.
Sin embargo, cuando la madre vio la exploración
del niño en tiempo real mediante una ecografía 3D, su sonrisa, las
burbujas a su alrededor y sus movimientos hicieron que tomara la difícil
decisión de seguir con el embarazo.
Lucian, como lo llamaron, murió nueve horas después del parto.
A pesar de la dolorosa pérdida, Katyia, de 26 años, manifestó que poder abrazar a su hijo aunque fuera por muy poco tiempo, hizo que no se arrepintiera de la decisión y agregó: "cuando lo vi reír y jugar dentro de mí supe que no podía terminar con su vida", según Daily Mail.
La madre consideraba que las "incapacidades" de su hijo no lo limitaban para disfrutar de la vida y que por el hecho de que esta fuera más corta o diferente a la de los demás, no merecía dejar de experimentarla.
"Juré dejarlo disfrutar su vida mientras estuviera dentro o fuera de mí, no importa cuanto tiempo podría ser", según la publicación.
Rowe se emocionó cuando descubrió que estaba esperando un hijo de su pareja, el oficial de seguridad Shane Johnson, con quien llevaba cuatro años.
"Quedamos en shock pero nos emocionamos. Shane y yo estábamos ansiosos esperando el nacimiento. Teníamos muchos planes para el futuro y no podíamos esperar para conocer nuestro bebé", agregó.
La primera ecografía se realizó a los tres meses de embarazo. "Cuando vimos al bebé en la pantalla nos enamoramos de él inmediatamente. Pensamos que todo estaba perfecto", dijo la mujer.
La pareja había decidido casarse cuando su hijo pudiera caminar por el pasillo de la iglesia.
Todo parecía estar bien, pero la ecografía de las 20 semanas reveló una complicación.
Después de varias pruebas, doctores del Hospital de Niños de Birmingham les dijeron a Katyia y a su compañero que el cerebro del bebé no se había formado bien y eso llevaría a posibles complicaciones, como que nunca caminara ni hablara y el niño necesitaría atención las 24 horas del día. Les dieron la posibilidad de interrumpir el embarazo a las 24 semanas.
A pesar del pronóstico y después de haber visto esa sonrisa, la madre pensó: "dijeron que él nunca caminaría pero en las ecografías se podía contemplar su meneo y movimientos".
Mientras ella lo llevara adentro tendría una calidad de vida diferente y era su deber como madre protegerlo, afirmó a Daily Mail.
Katyia tenía pensamientos divididos. Por un lado, se preguntaba si valía la pena pasar por esa situación y tener un bebé que podría nacer minusválido o que podría morir al poco tiempo. Por el otro, pensaba que como una mamá hacía todo por sus hijos, ella debía hacer lo mismo. Agregó que desde que supo que estaba embarazada se sintió como una madre.
Para ella, según dijo, la recompensa a su decisión fueron las nueve cortas horas del 23 de octubre del año pasado que pudo estar con Lucian, su hijo.
Lucian, como lo llamaron, murió nueve horas después del parto.
A pesar de la dolorosa pérdida, Katyia, de 26 años, manifestó que poder abrazar a su hijo aunque fuera por muy poco tiempo, hizo que no se arrepintiera de la decisión y agregó: "cuando lo vi reír y jugar dentro de mí supe que no podía terminar con su vida", según Daily Mail.
La madre consideraba que las "incapacidades" de su hijo no lo limitaban para disfrutar de la vida y que por el hecho de que esta fuera más corta o diferente a la de los demás, no merecía dejar de experimentarla.
"Juré dejarlo disfrutar su vida mientras estuviera dentro o fuera de mí, no importa cuanto tiempo podría ser", según la publicación.
Rowe se emocionó cuando descubrió que estaba esperando un hijo de su pareja, el oficial de seguridad Shane Johnson, con quien llevaba cuatro años.
"Quedamos en shock pero nos emocionamos. Shane y yo estábamos ansiosos esperando el nacimiento. Teníamos muchos planes para el futuro y no podíamos esperar para conocer nuestro bebé", agregó.
La primera ecografía se realizó a los tres meses de embarazo. "Cuando vimos al bebé en la pantalla nos enamoramos de él inmediatamente. Pensamos que todo estaba perfecto", dijo la mujer.
La pareja había decidido casarse cuando su hijo pudiera caminar por el pasillo de la iglesia.
Todo parecía estar bien, pero la ecografía de las 20 semanas reveló una complicación.
Después de varias pruebas, doctores del Hospital de Niños de Birmingham les dijeron a Katyia y a su compañero que el cerebro del bebé no se había formado bien y eso llevaría a posibles complicaciones, como que nunca caminara ni hablara y el niño necesitaría atención las 24 horas del día. Les dieron la posibilidad de interrumpir el embarazo a las 24 semanas.
A pesar del pronóstico y después de haber visto esa sonrisa, la madre pensó: "dijeron que él nunca caminaría pero en las ecografías se podía contemplar su meneo y movimientos".
Mientras ella lo llevara adentro tendría una calidad de vida diferente y era su deber como madre protegerlo, afirmó a Daily Mail.
Katyia tenía pensamientos divididos. Por un lado, se preguntaba si valía la pena pasar por esa situación y tener un bebé que podría nacer minusválido o que podría morir al poco tiempo. Por el otro, pensaba que como una mamá hacía todo por sus hijos, ella debía hacer lo mismo. Agregó que desde que supo que estaba embarazada se sintió como una madre.
Para ella, según dijo, la recompensa a su decisión fueron las nueve cortas horas del 23 de octubre del año pasado que pudo estar con Lucian, su hijo.