Esta entrada es una versión adaptada de un correo electrónico enviado a Enrique Pérez Romero,
un hombre bueno, amigo honesto y militante del PSOE , rival/cómplice
infatigable. Le agradezco no sólo el cariño, sino el permiso para
reproducir la adaptación y citarle)
Querido Enrique:
La verdad es que se pueden decir tantas cosas que no se sabe muy
bien por dónde empezar. Pero vamos a intentarlo. En primer lugar,
deberíamos asimilar claramente que el PSOE no deja de ser una formación
socialdemócrata, que no es sino otra manera de decir neoliberal.
A partir de ahí, ya vamos mal. Sabes que siempre saco a Zizek
a colación, pero esta vez no es por su deriva lacaniana, sino por su
reflexión política. Nos han vendido la moto y nos han asegurado que el
sistema democrático liberal funcionaba, que era tolerable y que además
todos estábamos "invitados a participar". Pero seguir pensando hoy
semejante patraña es no querer ver lo evidente: el problema no está en
la burbuja económica (ese "vivir por encima de las posibilidades"), sino
en la propia estructura del sistema económico, que estaba roto hasta
los cimientos, y por ende es egoísta, inhumano, y sobre todo, violento.
También nos han vendido que hacer una oposición pacífica y
democrática era razonable, hasta que hemos llegado a un punto en el que
hay que pensar detenidamente ciertas cosas. No se pudo hablar de
"resistencia pacífica" frente al régimen hitleriano porque era un
régimen homicida. Y bien, ha resultado que el capitalismo también es
homicida, pero de manera mucho más sutil. Los suicidios de Grecia y la
gente que vive bajo el umbral de la pobreza son sólo dos ejemplos, por
no hablar del problema global a gran escala, o del hecho de que yo te
escriba este correo utilizando un monitor compuesto por una sustancia
subcontratada que un menor de edad ha extraído de una mina en un país
del tercer mundo. "Demagogia", dirían algunos, y quizá llevarían razón.
Sin embargo, nuestro el problema es global y tiene ya infinitas capas.
La diferencia es que ahora nos hace daño en primera persona y estamos
asustados.
Tercera gran mentira, la keynesiana: nos han dicho que si no
consumimos el barco se va a pique. Pero consumir es un acto violento,
profundamente ideológico. Comprar unas zapatillas de deporte de más de
treinta euros es un acto obsceno. Yo tengo dos pares, y cada uno
vale más de sesenta. Y ahí está el problema. Que ni siquiera sabiendo
la dimensión completa del Acto yo mismo me freno cuando entro en un
centro comercial y paso la tarjeta de crédito. Si no se consume, según
dicen, se paraliza el sistema. Si se consume mal -que es lo que ocurre a
todos los niveles- se pone en marcha un mecanismo fascista de
apropiación del otro. Hace unos años teníamos una broma muy divertida en
mi grupo de amigos: cada vez que uno encendía el aire acondicionado
(del coche, de casa) el resto fingían el ruido de un terremoto en
Sudamérica. Cómo nos reíamos. Ahora la risa se nos ha atragantado. Hace
poco leí en nosedónde que Europa está ya en un proceso de crisis mundial
irreversible y que el próximo paradigma histórico pasa por servir de
museo y terracita para los países árabes y asiáticos. Ríete, pero
hace tres días China realizó una inversión con varios ceros en países
tan fiables y democráticos como Irán o Pakistán. De momento no nos damos
cuenta porque manejamos (aparentemente) los mecanismos de consumo. Pero
esto -y la subida del IVA lo demuestra- tiene fecha de caducidad.
Cuarta gran mentira: España. España sigue siendo un
país reaccionario que se sigue paralizando ante acontecimientos tan
profundamente vestidos de patriotismo como un mundial de fútbol. España
quiere consumir a toda hostia, y a ser posible, más y mejor que los de
la comunidad autónoma de al lado. El PSOE no supo gestionar esta
situación, y el PP la está complicando profundamente.
Problema: ¿Y qué hacemos? Porque es cierto que necesitamos una acción política, y que la acción política debe ser verdadera.
La respuesta habitual quizá es la quinta gran mentira: Escribir.
Posicionarse. Formarse. Participar activamente. "Ser ciudadanía".
Una buena amiga, como creo que alguna vez te he comentado, es
profundamente neoliberal. De derechas puras y duras. Ama el capitalismo
por encima de todos los sistemas. Pero la tía se levanta todas las
mañanas a las seis y media, se viste y se marcha a currar al centro
social como una campeona. Busca trabajo a gente en paro, tramita ayuda a
los inmigrantes, ofrece cobertura a enfermos. Yo cada día me sorprendo
más de su -aparente- dicotomía, y además de las habituales y mitológicas
broncas ideológicas de rigor, lo cierto es que su acción es social y es
verdadera. Para ella no hay una justificación ideológica: curra con
colectivos de riesgo porque quiere hacerlo, y punto. Antes era su
vocación y ahora es su trabajo. A lo largo de los últimos años he visto
cómo hacía más por esa "ciudadanía deprimida" de lo que yo y muchos de
mis compañeros hicimos durante los años de militancia en el PCE.
Aquí mi argumentación se divide en dos vías. La primera es que la
única acción que cuenta es la acción social, y punto. Ni pajas mentales
ideológicas, ni escribir, ni blog, ni militancias, ni hostias. O sales a
la calle y gestionas recursos o eres un hipócrita. La segunda es que no
hay una alternativa ideológica que quiera/pueda hacer eso de manera
correcta. Más claro, el agua. Ni PP, ni PSOE, ni 15M, ni IU, ni PCE, ni
UPyD, por no hablar de los nacionalismos. Hemos llegado a un punto en el
que el sujeto se autoimpone su propia disciplina y es militante del
otro, porque el dolor del otro es verdadero, al márgen de su
ideología. Y la ideología -volvemos a Zizek- nunca es verdadera. Un
ejemplo: la ley de la Dependencia. Quizá lo mejor de la Administración
Zapatero, una auténtica medida social y socialista. Y lo era porque
ponía al otro en el centro, la pequeña problemática, la problemática
real. Quiero decir, la problemática real para nosotros ya no es Bankia,
ni siquiera Bruselas. La problemática real es el tipo que tiene tres
hijos y 400 pavos para pasar el mes, a mí que no me jodan. Ese tipo no
sabe de ideología, pero sabe de la violencia. La violencia que le están
insertando analmente, la violencia del hambre y la violencia del miedo. Y
esa yo sólo la puedo combatir desde el consumo (no darle a las fauces
del capital lo que quiere) o desde la acción social pequeña pero
verdadera.
¿Qué activos que tenemos? Claro, sabemos escribir y escribimos
razonablemente bien. Pero es un activo poco importante, porque en
general nos retroalimentamos en pequeños círculos onanistas. En el caso
que compartimos de la reflexión cinematográfica, ya ni hablamos. Por
ponerte un simple ejemplo, lo que cada día descubro en ciertas
trincheras del pensamiento cinematográfico contemporáneo es que cada vez
importa menos la política porque estamos muy ocupados hablando de,
pongamos por caso, Apichatpong Weerasethakul. Y, mire
usted, me limpio el culo con Apichapong cuando aquí abajo la gente está
destrozada. Eso explica que cada vez escriba menos por aquí de cine,
porque no dejo de pensar que se trata de una cosa secundaria que ni
siquiera se está comportando -salvo nobles excepciones- a la altura de
las circunstancias (¿Spiderman ahora? ¿Otra vez? ¿Estamos de coña?). Al final, a veces todo parece una revisión macabra de la famosa frase de Johan en Secretos de un matrimonio:
"Me da igual que el mundo se vaya a la mierda. Yo tengo derecho a regar
mi jardín". Apichatpong y ciertos compañeros comunes están regando un
jardín precioso. Pero aquí abajo la gente se muere.
Luego, ¿qué hacemos? Ahí está el problema, que no me sale el salto
del singular al plural. ¿Que hago? Escribo, dono una parte de mis
ingresos a cierta entidad benéfica en la que confío, ayudo a mi amiga
neoliberal cuando está de bajón y tiene ganas de mandarlo todo a la
mierda. ¿Es suficiente? No, no es suficiente. Pero, ¿en serio puedo
militar en algún lado? ¿Con gente que habla de oposición pacífica, de no
llamar las cosas por su nombre, de no dejar que las bases se
manifiesten? ¿Gente que pacta con los mismos asesinos que quieren
asfixiar a España para que sus economías nacionales no se hundan? ¿Con
europeístas? ¿Se puede seguir hablando de Europa -y en esto, me da pena,
no estoy con Zizek- cuando en Europa se juega al Sálvese quien pueda? De entrada, vuelvo a Karl Marx porque creo que es verdadero. Pero Marx tenía un "nosotros" que ahora no existe.
Excepto.
Excepto el pequeño, importante y trágico debate de quién construye
mejor que nadie el "nosotros". Y es la masa. Esto es, el fascismo.
(Fascismo, ya sabes, viene de la palabra "haz"). Con lo que vuelvo al
punto que ya sabes que me aterra y me atormenta: cuando la gente está
desesperada, puede optar por la ultraderecha. Lo dice la Historia, una
vez más. El problema es que antes al fascismo se le combatía con una
palabra preciosa llamada "Democracia" que ahora mismo se nos ha roto
entre las manos. El resto de la argumentación ya sabes cuál es.
Recibe un fuerte abrazo:
Aa. R.