La operación se realiza miles de veces a diario en las tiendas, mercados y centros comerciales de la Comunidad de Madrid. Fruta, pescado, verduras, carnes... toneladas y toneladas de alimentos pasan por las básculas para su pesaje. Un trámite imprescindible para que el consumidor pague justo la cantidad que se lleva. Pero ¿un kilo pesa siempre 1.000 gramos? "Estamos en España, con esto te digo todo", señala a El Confidencial un técnico especializado que lleva años ajustando el pesaje de las balanzas. Asegura que ha visto de todo, que hay comerciantes que timan a posta y otros que lo hacen porque desconocen que su máquina está desajustada.
La Comunidad de Madrid suele hacer campañas anuales de inspección, pero son pocas, insuficientes. En 2016, los inspectores de la Dirección General de Industria visitaron solo 144 establecimientos (uno cada dos días y medio) en mercados y galerías comerciales de Madrid, encontrando irregularidades en 31 (un 21%). Un alto porcentaje sobre una pequeña muestra que puede retratar una cruda realidad, teniendo en cuenta que en la región existen cerca de 60 mercados, la mayoría de titularidad municipal, cerca de 300 galerías comerciales, más de 2.000 establecimientos de alimentación en régimen de autoservicio y más de 9.000 puestos de venta ambulante en unos 190 mercadillos. Eso sin contar los centros comerciales.
La Dirección General no solo inspecciona que las básculas hayan pasado los trámites administrativos de verificación periódica sino que también realiza ensayos de medida (carga y descarga, excentricidad y repetibilidad) para ver si la balanza pesa bien. Pero ¿es fácil hoy timar al consumidor con una báscula? José María (nombre ficticio) lleva años trabajando en una empresa especializada, y acreditada, arreglando instrumentos de pesaje no automáticos, es decir, balanzas. Asegura que es muy difícil manipularlas internamente porque todas deben tener un precinto electrónico que si se rompe revela inmediatamente "que alguien ha estado tocando la máquina". Es lo primero en lo que se debe fijar el comprador, que el precinto esté intacto.
Otra cosa son los trucos de los comerciantes para manipular externamente la máquina y el pesaje. "Hay mucho pirata", señala José María. Hay dos tipos de básculas, la de mostrador y la colgante. Lo más grave que ha visto ha sido en una carnicería, en una báscula de mostrador. "Imagínate una cuerda atada a una de las patas de la cruz que hay debajo del plato de la balanza. En el otro lado de la cuerda una bola de plomo que pesé, de 85 gramos. Cada vez que el carnicero ponía por ejemplo unos filetes para pesar en el plato de la báscula, con un dedo tiraba de la bolita que quedaba colgada con la cuerda. Así añadía 85 gramos a cada pesaje. Tacita a tacita, bolita a bolita, suma lo que cobró de más". El dueño de la tienda no se molestó ni siquiera en ocultar el burdo apaño cuando le arreglaban la máquina.
Reconoce que es un caso excepcional, pero aclara que también hay muchos trucos "más cotidianos, más normales" que pasan desapercibidos para el comprador, incapaz de identificarlos. En las básculas de mostrador, advierte, hay que sospechar si hay una especie de parapeto en el plato, basta un simple cartón de unos pocos centímetros que impida ver qué es lo que pone en la báscula. "Esto facilita al tendero poner algún peso extra sin que lo vea el cliente". Otro de los timos más habituales consiste "en poner 50 o 60 gramos ocultos bajo el plato, algo muy fácil y que nadie puede detectar". Lo más irregular de todo, según este especialista, es que en el monitor de la báscula no aparezca 0,000 kilos antes de iniciar el pesaje. Si pone NP (no pesado), desconfíe, ya que es la forma de ocultar que la báscula puede tener un peso extra oculto para pesar de más.
Reparador, verificador, inspector
Los actores en la vida de una báscula son muchos. Primero está el reparador, el técnico que arregla una avería. Luego está el calibrador, el que mide que la báscula pese correctamente. Realiza pruebas de repetibilidad (seis pruebas de peso), linealidad (se pone un peso en distintos puntos del plato de la báscula y se comprueba que pesa lo mismo) y excentricidad (se pone el mismo peso en las cuatro esquinas del plato y debe pesar lo mismo). El calibrador emite un documento oficial si la máquina supera estas pruebas. Los calibradores suelen ser los fabricantes de las máquinas. Hay un error máximo permitido, cinco gramos por cada cinco kilos. Es decir, un peso de cinco kilos puede variars cinco gramos arriba o abajo; uno de 10 kilos, 10 gramos, y uno de 15 kilos, 15 gramos.
Luego está el verificador, que no toca ni arregla las básculas. Solo comprueba que el tendero tiene todos los papeles en regla y que la balanza ha pasado las pruebas pertinentes. Las empresas verificadoras deben estar autorizadas por la Entidad Nacional de Acreditación (ENAC). Actualmente hay 18, según explica un portavoz de ENAC. "Acreditamos que tienen la competencia técnica para hacer este trabajo de verificación. Y luego con nuestra acreditación las comunidades autónomas les autorizan. Hasta finales de 2016, cada Gobierno regional daba su autorización para trabajar en su territorio, pero con el nuevo Real Decreto 244/2016, en enero de 2017 esto se ha liberalizado, es decir, la autorización de un Gobierno regional te permite trabajar en toda España".
Todos los comercios y tiendas que trabajan con básculas deben haber pasado la verificación. Es obligatoria, por ley. Cada dos años, el verificador debe comprobar que la báscula está en orden, es decir, que tiene el precinto magnético intacto y que tiene las pruebas de calibración pasadas (con el número de identificación del técnico y el número de ajustes realizados). Si todo está en orden, obtiene la tarjeta de verificación, que debe pegar bien visible en la balanza. Luego, en cuarto lugar, aparecen los inspectores para comprobar que todo está en orden. Si estos detectan alguna irregularidad, el dueño de la báscula tiene 10 días para solucionarlo. Si no, "se enfrenta a las sanciones que impone el capítulo VI de la Ley 32/2014, de 22 de diciembre, de Metrología", explican desde la Consejería de Empleo, Economía y Hacienda. Las infracciones se clasifican leves, graves y muy graves, y oscilan entre los 5.000 y los 600.000 euros.
Todos coinciden en señalar que es muy difícil que un cliente, por ejemplo, de una pescadería, se dé cuenta de que su tendero le está timando con la báscula. Desde las organizaciones de consumidores OCU y Facua, aseguran que apenas tienen denuncias de este tipo. La consejería solo tramitó siete el año pasado. Sin olvidar que hay pocas inspecciones, y los comerciantes lo saben. En cuanto a los grandes centros comerciales, es muy complicado que manipulen las básculas. "Suelen tener contratados los servicios técnicos de los fabricantes y si hay alguna anomalía, es que la balanza está mal ajustada por su continuo uso, no porque esté manipulada a posta", señala José María.
No hay comentarios:
Publicar un comentario