Vamos a ver, Juancar, colega, ¿cómo se te ocurrió enrollarte con la rubia y dejarte grabar? ¡Y en Beta, ni siquiera en VHS! Hay que estar ...empanao o ser el colmo de la campechanía. Ahora sabemos –gracias a la prensa de derechas, misterios insondables-, lo que nos costó aquella jodienda tuya: 500 millones de pesetas de la época. Esto solo en B. Entre desfiles, misorrios, viajes a Arabia, cacerías, comilonas, vacaciones, yates, esquíes y lo que ligabas, yo calculo así por encima que pudiste echar seis o siete polvos con la rubia, no más. Ponle diez para redondear. ¿A cuánto nos salió la unidad, tronco? ¿A 50 kilos? ¿Estamos locos?
Conste que yo también me bebía los vientos por la señora Rey. Te puedes imaginar, a los 15 años y en aquella calenturienta España de nuestras entretelas... El deseo –junto con la cuenta-, es lo que nos queda a los vasallos. Y hasta el deseo es pecado para el pobre. Me pillaron en el colegio un póster de la Rey y estuve medio curso en permanencia, padeciendo latines interminables y escarnios públicos. Pero mereció la pena. Qué carnes, qué pechos arregazados y prietos, qué labios, qué piernas… ¡Cómo resaltaban aquellas formas bajo la lámpara macilenta de la biblioteca! ¡Qué rubiaza nos parecía entonces!
Pero mientras nosotros olíamos el puchero y pagábamos por desear, tú te comías la pringá a costa de los fondos contra el terrorismo y el crimen organizado –eso destapa la prensa de derechas-. Cabe imaginar que con el beneplácito de monseñor: Ego te absolvo a peccatis tuis, cinco avemarías, otro polvo y otros 50 kilos. Qué vergüenza, Juancar, coño, quién hubiera esperado semejante golfería de un padre de familia ejemplar, amante de su casa, de su esposa y de los animales salvajes, abstemio, hogareño, de yernos ejemplares y de gustos austeros. En España, nadie, ni yo, que soy republicano.
Los vasallos ya estamos hartos de deslomarnos para pagar los polvos de la realeza cuando ni siquiera llenamos la despensa, ¿sabes? Para nosotros -como siempre ha sido en España-, es pecado todo y para vosotros nada. A nosotros por llevar un póster de la rubia nos cae un paquete y a ti por llevártela a la cama, un premio. Así es todo en este reino tuyo. ¿Te das cuenta ahora de por qué la monarquía ha entrado en barrena y por qué cada día hay más republicanos? Otro asunto es el de la derechona: ¿por qué razón, a estas alturas, estará aventando tus miserias? Misterios insondables, Juancar. Lagarto, lagarto…
Pero mientras nosotros olíamos el puchero y pagábamos por desear, tú te comías la pringá a costa de los fondos contra el terrorismo y el crimen organizado –eso destapa la prensa de derechas-. Cabe imaginar que con el beneplácito de monseñor: Ego te absolvo a peccatis tuis, cinco avemarías, otro polvo y otros 50 kilos. Qué vergüenza, Juancar, coño, quién hubiera esperado semejante golfería de un padre de familia ejemplar, amante de su casa, de su esposa y de los animales salvajes, abstemio, hogareño, de yernos ejemplares y de gustos austeros. En España, nadie, ni yo, que soy republicano.
Los vasallos ya estamos hartos de deslomarnos para pagar los polvos de la realeza cuando ni siquiera llenamos la despensa, ¿sabes? Para nosotros -como siempre ha sido en España-, es pecado todo y para vosotros nada. A nosotros por llevar un póster de la rubia nos cae un paquete y a ti por llevártela a la cama, un premio. Así es todo en este reino tuyo. ¿Te das cuenta ahora de por qué la monarquía ha entrado en barrena y por qué cada día hay más republicanos? Otro asunto es el de la derechona: ¿por qué razón, a estas alturas, estará aventando tus miserias? Misterios insondables, Juancar. Lagarto, lagarto…
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