El bufón televisivo Kiko Hernández, que es de todo menos tonto, explicó muy bien en su Confesionario por qué los ventrílocuos están locos, locos, locos: “Me cuesta una barbaridad fiarme de personas que, para expresar sus opiniones, necesitan meter la mano por los bajos fondos a un muñeco y cambiar su voz al estilo Dr. Jekyll y Mr Hyde. Ese tipo de cosas son las que luego te dan que pensar si en la intimidad de su casa seguirán haciendo lo mismo”.
Es lógico, pues, que los espectáculos de ventriloquia, más que risa, provoquen tanto miedo como una peli de Chucky. Da igual que el muñeco en cuestión represente a un anciano, a un niño o a un chimpancé, son todos caricaturas grotescas del ser humano. Incluso hay casos de personas que desarrollan automatonofobia al contemplar estos shows, y luego sufren ataques de pánico con la visión de un simple Click de Famobil. Lo que van a ver a continuación es un desfile atroz de personas dementes y muñecos demenciales. Si valoran su cordura, piénsenlo dos veces antes de continuar.
José Luis Moreno
Monchito, Macario y Rockefeller. Como todos sabrán, así se llamaban los muñecos de este malvado ventrílocuo, que si bien no dominaba mucho su técnica (movía demasiado la bocaza cuando “hacía hablar” a sus criaturas), era capaz de provocar sonrojos, llantos y carcajadas en el respetable con las sardónicas y groseras ocurrencias que escupía por boca de sus peleles. Rockefeller era un cuervo pasota y Macario un paleto cejijunto, pero el momento más enfermizo del show llegaba con Monchito, un niño deslenguado e hipersexualizado que ponía en evidencia la oscura psique de su padrastro artístico.
Hoy Moreno apenas ejerce de ventrílocuo, pues está muy ocupado con quehaceres más inofensivas, como producir bodrios catódicos, hacer de supervillano en Torrente, bregar con albanokosovares o alternar con Bárcenas. Naderías, comparadas con las aberraciones que perpetraba junto a Monchito y compañía.
Herta Frankel
Aunque nació en Austria, esta mujer con cara de loca e inmenso cardado se afincó en Barcelona a los 30 años para montar espectáculos de marionetas en teatros. En la década de los cincuenta, cuando el Ministerio de Información y Turismo de Franco creó la eterna Televisión Española, ella fue una de las estrellas del horario infantil, con programas como ‘Lo que cuenta la tía Cristina’ o ‘Herta Frankel y sus pequeños amigos’.
Herta dio vida a muñecos como Pepito o la ratita Violeta, pero saltó a la fama de la mano (o de la patita) de la perrita Marilín, un caniche feo, irascible e impertinente que venía a reflejar las tormentosas relaciones entre un chucho y su señora ama y que, visto hoy, resulta más kitsch que terrorífico. Serán cosas de la edad.
Mary Carmen
Natural de Cuenca, Mary Carmen Martínez-Villaseñor Barrasa se enroló muy joven en un teatro de marionetas. Tras aprender los rudimentos del oficio, a los 17 años un artesano le hizo sus dos primeros muñecos: el Pato Nicol y la Niña Daysi, con los que debutó en Madrid. Después, se incorporaron al plantel de muñecos Rodolfo, un incorrectísimo león homosexual, y Doña Rogelia, su personaje más celebrado, una vieja comadre de pueblo con pañoleta, nariz de loro y lengua viperina.
Bajo el nombre artístico de Mary Carmen y sus muñecos, y con un estilo casi tan zafio y chusco como el de José Luis Moreno, la ventrílocua cosechó grandes éxitos en la televisión y por su estilo directo se ganó enemigas como la locutora Encarna Sánchez, que le soltó en antena: “¡Vete a hablar de tus tonterías y gilipolleces con doña Rogelia!”. Aunque ahora se deja ver menos, durante las décadas de los 70, 80 y 90, la ventrílocua fue omnipresente en programas de variedades, e incluso presentó alguno, como ‘¡Ay vida mía!’, donde llegó a entrevistar, Doña Rogelia mediante, a su admirado José María Aznar.
Wayland Flowers
Madame se llamaba el muñeco estrella de este alegre ventrílocuo norteamericano. Para su creación, se inspiró en la actriz Gloria Swason y en Margo MacGregor, una estrafalaria camarera de Washington idolatrada por la comunidad gay.
En el escenario, esta pareja artística era bien vistosa: un ser humano efervescente y rubio como la cerveza, y una aristocrática y abominable marioneta que hacía guapas a la Duquesa de Alba y a Doña Rogelia. Pero Madam funcionaba porque era una terapia con patas: gracias a ella, el ventrílocuo exteriorizaba la señora mala que llevaba reprimida en su interior.
Señor Wences
Pese a que desarrolló su carrera en Estados Unidos, este bizarrísimo ventrílocuo es más español que una peseta rubia: en realidad se llama Wenceslao Moreno y es, lo han adivinado, tío carnal de José Luis Moreno. Es más, dicen que su sobrino lo aprendió todo de él, pero siempre silenció su existencia por rabudismo y celos profesionales. No es para menos: entre otras cosas, Wences tiene una calle en Nueva York que lleva su nombre, actuó en la Casa Blanca y apareció en ‘Los Simpson’ y ‘Los Teleñecos’.
Como ventrílocuo era más fino y menos perverso que su sobrino, pero también daba bastante mal rollo. Su muñeco más popular y original fue Johnny, que creaba tomando como base su puño cerrado, al que le pintaba una carita y le ponía una peluca y un traje. El efecto, como podrán comprobar en el siguiente video, era inenarrable.
BONUS TRACK: Francisco Franco
El Caudillo transmite un emotivo mensaje a los niños utilizando a su propia hija como vehículo. Un portento más que apuntar al sátrapa gallego.
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