miércoles, 29 de octubre de 2014

El cura que solo les reprochó por irse de putas con la tarjeta que le robaron










El párroco de Pazos de Borbén (Pontevedra) ha resaltado que los ladrones tuvieron con él un "trato exquisito" cuando asaltaron su casa, pero no les ha reprochado que se fueran de putas con la tarjeta que le robaron tras asaltar su casa aquella noche de enero de 2013.

Así lo ha afirmado Jaime González, citado como testigo para el juicio que se iba a celebrar este martes y que se ha resuelto con un acuerdo entre las dos partes. El cura ha afirmado que los asaltantes no tuvieron "una mala palabra" ni "un mal gesto" con él, e incluso uno de ellos, al despedirse, le besó la frente.

El sacerdote ha señalado que "ojalá todos los ladrones fueran así", y que no le queda "ningún trauma" ni se sintió intimidado por el cuchillo que exhibió uno de ellos, que "jugaba con él como si fuera un molinillo de viento", ha recordado el párroco. Lo que menos le gustó fue la amenaza que le hicieron de volver con otro trato si no les daba la contraseña correcta de su tarjeta de crédito.

Reconoce que lo que más le molestó es pasar toda la noche maniatado con los cables del teléfono, porque con los brazos y piernas algo hinchados, hasta que lo liberó la asistenta cuando llegó por la mañana a su casa como todos los días.

Lo único que no les perdona es que no emplearan su tarjeta para comprar comida, sino que la utilizaran para ir de putas a un club de alterne de O Porriño, en el que se dejaron cerca de 700 euros. "No los disculpo ni justifico, pero sí me lo explico", ha señalado.

El párroco, que no reclamaba nada en la causa, entiende que los asaltantes tengan que "pagar esa barbaridad que hicieron", pero ha insistido en que, "personalmente, no les vi mal alguno". "Si vienen a robarme, que vengan así, pero que me aten con una cuerda y no con cables", ha señalado.

Según se recoge en el escrito de acusación, los tres asaltantes se presentaron de noche en la casa rectoral de Pazos. Rompieron un cristal y cuando el sacerdote se asomó a ver qué sucedía, aprovecharon para meterse dentro y, tras atarle a una silla, le pidieron la tarjeta de crédito con su contraseña.