Les ha llegado un aluvión y les ha pillado con muchos deberes sin hacer. Tenían un líder, tenían un buen equipo, tenían discurso, tenían formación, tenían un programa base, tenían un 'mercado' enorme esperando... Pero les faltaba algo esencial: una estructura organizativa para funcionar.
Venían del 15M, la mayor bofetada que nadie ha dado al sistema desde la Transición, y allí aprendieron a moverse entre asambleas en las plazas y redes sociales en internet. Pero aquellos encuentros masivos y llenos de emociones se fueron diluyendo y transformándose en otro tipo de movimientos.
Las asambleas son imprescindibles para generar esperanza, para levantar el ánimo a los resignados, para ofrecer salidas a la rabia distintas al ladrillazo, para tomar el pulso de la gente, para crear lazos emocionales. Pero las asambleas, por ahora, no sirven para funcionar. Mucho menos para ganar y, por tanto, para gobernar.
El bajo nivel de formación política de la sociedad hacen de la asamblea el instrumento más manipulable, donde cuatro frases demagógicas pueden derrotar fácilmente a todo un discurso bien argumentado. Las asambleas masivas son el espacio adecuado para la propaganda, el eslogan fácil y la simpleza.
En un encuentro de Podemos celebrado en Madrid este fin de semana han los primeros enfrentamientos, inevitables, sobre la forma de estructurar este movimiento. Las discrepancias tenían que salir, y mejor que aparezcan cuanto antes y que no se oculten, sino que se aborden con la mayor generosidad posible.
En esa compleja y difícil tarea, en la que siempre habrá momentos de tensión entre el necesario espíritu asambleario del 15M y las imprescindibles estructuras organizativas, habrá gente que se quedará en el camino y abandonará el proyecto.
Pero, por ahora, la única forma que existe para gobernar y cambiar el sistema es con esquemas organizativos que, sin dejar el pulso de la calle, sean ágiles, eficientes y, sobre todo, controlados por las bases. Y como esa manera organizativa no existe, habrá que inventarla día a día.
Cano |