«Lo único que envidio es la edad», dice sonriente Juan Polo, el escultor de 91 años recién cumplidos considerado el último discípulo vivo de Mariano Benlliure
y que pasa sus días, aquejado de demencia senil, en el municipio
cordobés de Fernan Núñez, bajo el atento cuidado de su hija, María.
Polo es un personaje entrañable y, aún hoy, cuando la
memoria le juega malas pasadas, es capaz de recordar al detalle momentos
de una vida consagrada casi por entero a la escultura,
«un arte que no se aprende», y que él desarrolló bajo la tutela del
gran maestro valenciano en su taller madrileño, mientras cumplía
servicio militar.
Por aquel entonces, el escultor cordobés ya tallaba y había obtenido su primer premio con sólo 13 años con un nacimiento tallado en barro, el primero de las muchas obras de imaginería que realizó en su vida, muchas de ellas bajo el auspicio de la Iglesia, y también el primero de los galardones que recibió la obra de Polo, reconocido Premio Nacional de Escultura Jacinto Higueras.
«Se las han quedado todas», repite incansablemente sobre
muchas de sus obras, provocando la risa de su hija María, que explica
que, por la demencia senil de la que está aquejado, tiene momentos en los que recuerda todo, y otros en los que su mente divaga.
Para refrescar su memoria, nada mejor que pedirle al escultor que se de un paseo por su impresionante casa museo, donde almacena más de un centenar de obras y que son un reflejo del arte de Polo, un artista que tallaba en cualquier superficie: madera, escayola, barro cocido y bronce, su favorito, puesto que es el que más perdura.
En su casa, un museo por el que han pasado personalidades
como el expresidente José María Aznar, también está ubicado el taller
desde el que siempre ha trabajado, y donde, entre otras personas, posó Manuel Benítez «El Cordobés» para un busto que está expuesto en el Coso de Los Califas de Córdoba y cuya reproducción ocupa un lugar privilegiado en la casa.
Ante un busto enorme de Ludwig Van Beethoven, Polo explica que la música clásica siempre fue otra de sus inspiraciones
y que la usaba a la hora de esculpir. Sonaba también de fondo mientras
daba rienda suelta a la imaginería, siendo como es Polo uno de los
últimos escultores clásicos de este estilo, al que ha entregado obras
tan prestigiosas como el «Crucificado de la promesa», que preside el retablo mayor de la Iglesia de Santa Marina de su pueblo, y las imágenes de «Jesús Orando en el Huerto» y «Jesús Resucitado».
También abordó el realismo, en obras como «El Sembrador», «El Segador», «El Porrón», «Las Niñas»,
y empresas monumentales, como la que realizó del rey Alfonso X el Sabio
y que se puede ver en el Alcázar de los Reyes Cristianos.
Aunque siempre ha sido humilde, hoy ya ni siquiera le importa el reconocimiento y, aunque recuerda que en su vida le han hecho «muchas, muchas entrevistas», desconoce por ejemplo que dentro de un mes se le homenajeará con una exposición en Sevilla, donde el propio escultor estudió, y donde su hija llevará varias esculturas de su vertiente más folclórica.