Andalucesdiario.es recorre la historia de la autonomía andaluza a través de sus antecedentes, heridas, victorias y desafíos
Dar Al-farah, la casa de la alegría. Así bautizó Blas Infante Pérez su casa, situada en un pequeño cerro de Coria del Río, municipio sevillano bañado por el Guadalquivir. Él mismo se encargó de diseñarla, con un marcado aire neomudéjar, después de ser destinado al pueblo como notario. El domingo 2 de agosto, 20 días después del gope fascista del 18 de julio, varios falangistas, cumpliendo órdenes militares, sacaron de su casa a Blas Infante. Nunca más volvió a Al-farah. Jamás volvió a su casa de la alegría, que hoy acoge el Museo de la Autonomía.Como miles de personas durante ese verano y meses posteriores, Blas Infante, padre de la patria andaluza, fue encarcelado tras su captura. Primero fue llevado al Ayuntamiento de Coria del Río, desde donde fue trasladado a Sevilla, a la sede principal de Falange, en el número uno de la céntrica calle Trajano. Tras un breve paso por estas instalaciones, Infante fue encarcelado en el antiguo cine Jáuregui, uno de tantos lugares habilitados para albergar a presos rojos, anarquistas, antifascistas, andalucistas, soñadores…
Ocho días, los últimos de su vida, pasó Blas Infante en la improvisada prisión. En la madrugada del lunes 10 al martes 11 de agosto lo trasladaron en un camión hasta las inmediaciones del cortijo de la Gota de Leche, en el kilómetro 4 de la carretera que unía Sevilla con Carmona. Por dos veces gritó ¡Viva Andalucía libre! ante el pelotón de fusilamiento que acabó con la vida del padre de la patria andaluza. Era la forma en que los fascistas conmemoraban el aniversario del fallido golpe de Estado contra la II República, que fue dirigido por el general Sanjurjo desde Sevilla, el 10 de agosto de 1932. Justo cuatro años antes.
Junto a Blas Infante fueron asesinados, además de hombres anónimos, luchadores por la libertad, otros destacados políticos. Entre ellos José González Fernández de Labandera, que fue alcalde de Sevilla en 1932. Su rápida actuación entonces, declarando la huelga de servicios públicos, justo antes de ser detenido, fue clave para que el golpe de Sanjurjo fracasara. También asesinados junto a Infante estuvieron Manuel Barrios, diputados socialista y Fermín Zayas, toda una personalidad de la masonería sevillana.
Entre el 18 de julio de 1936 y hasta principios de 1937 en Sevilla, donde la resistencia al golpe fascista fue mínima, ingresaron en la fosa común del cementerio 3.028 cadáveres, según una investigación realizada en su día por Francisco Espinosa. Entre ellos los de Blas Infante y sus compañeros de muerte.
Blas Infante fue asesinado sin la oportunidad siquiera de defenderse en un juicio. Se le aplicó lo que se conocía como Bando de Guerra, que no es más que el eufemismo utilizado por los golpistas para llamar al asesinato premeditado de miles de personas que no encajaban con la España patria de Franco y sus aliados. Una España en la que no cabía la Andalucía libre con la que soñó Blas Infante.
DOS MIL PESETAS DE MULTA CUATRO AÑOS DESPUÉS DE SER ASESINADO
Cuatro años después de su asesinato Blas Infante fue condenado por el Tribunal de Responsabilidades Políticas, un invento del régimen franquista para saquear a los opositores al golpe contra la II República, incluso años después de su asesinato. La viuda de Blas Infante, Angustias García Parias, que quedó al cargo de los cuatro hijos del matrimonio, recibió la condena de una multa de 2.000 pesetas. Todo un capital para una época en la que, en el mejor de los casos, un obrero cobraba 6 pesetas de jornal.
En dicha ‘sentencia’ Blas Infante fue acusado de formar parte “de una candidatura de tendencia revolucionaria en las elecciones de 1931 y en los años sucesivos hasta el 1936 se significó como propagandista para la constitución de un partido andalucista o regionalista andaluz”.
En 2004, tras el compromiso del Gobierno central de revisar la condena a muerte en 1940 del presidente de la Generalitat de Cataluña, Lluis Companys, PSOE, IU y Partido Andalucista pidieron “el mismo trato” para Blas Infante. Francisco Espinosa aclara que sobre la muerte de Blas Infante “no existe sentencia alguna” y no entiende la comparación con Companys, “que sí tuvo un consejo de guerra”.
Ya en el año 2007 todos los grupos de la Cámara andaluza pidieron de nuevo la nulidad de dicha sentencia, que nada tiene que ver con una supuesta condena a muerte, pero sí al pago de 2.000 pesetas.