Segunda parte de la entrevista a la señora Bonobo. La crónica del golpe de Estado de los bonobos puede consultarse aquí, y la primera parte de esta entrevista aquí.
Le preguntaba por el golpe de Estado, las elecciones…
Sí, sí. Mirusté, nosotros veníamos con la intención de quedarnos con un pueblecito ni muy pequeño ni muy grande, tipo Torrecochinos o Ojete del Aceituno. Como mucho, como mucho, con una autonomía que nadie quiera, digamos Extremadura, que no tiene playa ni cocoteros ni ná. Pero antes nos vinimos a Madrid a visitar a unos primos que tenemos en el zoo. Nos confundimos de metro y acabamos en Moncloa, y al ver de lejos a algunos ministros entrar al Consejo nos pareció que eran nuestros primos, así que les seguimos. La cosa se lió, se lió y para cuando nos dimos cuenta pues eso, nos los habíamos cargado. Es que somos territoriales por naturaleza.
Pero presidenta Mobamba, tal como usted lo cuenta parece todo fruto de una casualidad.
Es que no llevábamos las gafas de lejos.
Sin embargo, ustedes no entraron solo en la sede del Consejo de Ministros. Según nuestras fuentes, algunos miembros de su tribu se hicieron fuertes en puntos estratégicos como la sede de RTVE, el aeropuerto de Barajas o la cafetería del Congreso.
Porque algunos de los nuestros se bajaron antes.
¿Perdón?
Del metro. El grupo se dividió sin querer y habíamos olvidado fijar un punto de encuentro. Además teníamos el GPS roto.
Usted me toma por tonto, ¿verdad?
Mobamba Bonobo ríe escandalosamente, pela un plátano, se lo come. Me ofrece uno, pero ya he desayunado. En ese instante entra en el despacho Obón Bonobo, ministro del Interior. “Presidenta, que dice Tumbá [Tumbá Bonobo, Secretaria de Estado de Yaveremos) que qué hacemos con la Familia Real”. La presidenta, por vez primera en toda la mañana, parece meditar seriamente. Por fin, mirando a sus compañeros, pregunta: “¿Alguna sugerencia?”. “¡Matarlos!”, salta como un muelle el ministro de Relaciones Institucionales. “¡Hacerles el amor locamente y luego matarlos!”, corrige el de Información. “No seáis burros”, les recrimina la presidenta. “Hay niños, el Juan Carlos está muy viejo y la Leti muy canija. Además Juanca mata elefantes, que se comen enteritos nuestros árboles en la selva, o sea que es medio aliado nuestro”. Mobamba me mira: “¿Qué opina usted?”. A mí me da igual, así que me encojo de hombros y pregunto si puedo ir a hacer pis mientras discuten. Me dan permiso.
Cuando regreso, Obón Bonobo ya se ha marchado.
¿Saben ya qué hacer con la Familia Real, presidenta?
Hemos decidido exhibirlos en el zoo de Madrid. Ahora que nuestros primos son libres hay una buena jaula disponible. Allí estarán bien y casi no notarán el cambio: alojamiento gratis y la comida también se la darán los español