El
director italiano, de cuya muerte se han cumplido 20 años, dibujó en
sus películas distintos perfiles de mujer, como prostitutas, esposas
fieles, payasas y feministas
Madrid, oct (EFE).- Las mujeres de las películas de Federico Fellini, de cuya muerte hace ya 20 años, reflejan la percepción del director sobre el universo femenino. Voluptuosas, ingenuas o descaradas, las féminas de sus películas dan fe de sus obsesiones.
La exageración y la deformidad de sus personajes contribuyeron a liberar algunos complejos que atormentaban a Fellini (1920-1993) , como “estar flacucho” . Las mujeres de sus películas, entre lo circense y lo popular, proyectan la ambigua y mutante personalidad del “maestro” italiano, fallecido el 31 de octubre de 1993 en Roma.
En la mayoría de sus cintas participa una actriz oronda y sin complejos, como la memorable intérprete María Antonieta Beluzzi, la grandiosa estanquera que en “Amarcord” (1973) protagoniza una escena erótica en la que casi ahoga con uno de sus grandes pechos a un joven inocente que se dispone a comprar una cajetilla de tabaco.
La falta de amor es, precisamente, la carencia más aciaga que persigue a la prostituta protagonista de “Las noches de Cabiria” (1957), uno de los retratos femeninos mejor conseguidos de Fellini. Su mujer en la vida real, Giulietta Masina, da vida a esta pobre infeliz que se ve traicionada una y otra vez.
Sin duda, “Giulietta de los espíritus” (1965) es el tributo de Fellini a la personalidad real de su cónyuge. “En la película, Giulietta es una dama burguesa y ociosa que lucha por comprenderse a sí misma y por liberarse de sus obsesiones”, según se explica en el libro “Federico Fellini, el domador de sueños” (Taschen).
Sin embargo, la exuberancia de otra mujer, la actriz sueca Anita Ekberg, consigue una mayor resonancia en el imaginario colectivo con “La dolce vita” (1960); la protagonista, “Sylvia”, se baña en las aguas de la Fontana de Trevi ante un enmudecido y embriagado Marcello Mastroianni, el “alter ego” de Fellini en la Gran Pantalla.
Fellini nació en Rímini y caricaturizó a través del cine todo aquello que marcó su infancia, como la religión, el sexo y el desencanto. Personajes de la cultura popular, repudiados e incomprendidos, pusieron el tinte autobiográfico en algunas cintas.
Su obra más personal es “Ocho y medio” (1963) y, en esta película, también las mujeres confeccionan esa tela de araña onírica y surrealista en la que se refugia un director afectado por una crisis creativa. De igual forma, en “La ciudad y las mujeres” (1979) los sueños se convierten en una morada peligrosa y sorprendente.
Una vez más, Mastroianni intenta lidiar con un universo feminista que algunos críticos consideran mal concebido, desacertado y lleno de incongruencias. “La ciudad y las mujeres” constituye para buena parte de la crítica una película machista y desmesurada.
Madres, payasas, prostitutas, esposas fieles, feministas enardecidas e iconos sexuales, las mujeres de las películas de Fellini son tan multiformes como el trabajo del propio artista: a veces moderado (pocas) y, otras (la mayoría), desquiciado, hilarante, revelador y próximo al paroxismo. EFE.
La exageración y la deformidad de sus personajes contribuyeron a liberar algunos complejos que atormentaban a Fellini (1920-1993) , como “estar flacucho” . Las mujeres de sus películas, entre lo circense y lo popular, proyectan la ambigua y mutante personalidad del “maestro” italiano, fallecido el 31 de octubre de 1993 en Roma.
Cuidado, que vienen curvas
La complejidad de cada perfil impide marcar una pauta general a la hora de clasificar los papeles femeninos del cine “felliniano”, aunque el cineasta guardaba una especie de fetiche con las mujeres con curvas y entradas en carnes, a veces muy maternales.En la mayoría de sus cintas participa una actriz oronda y sin complejos, como la memorable intérprete María Antonieta Beluzzi, la grandiosa estanquera que en “Amarcord” (1973) protagoniza una escena erótica en la que casi ahoga con uno de sus grandes pechos a un joven inocente que se dispone a comprar una cajetilla de tabaco.
La estanquera de “Amarcord” representa el tipo de mujer que constituía el fetiche del italiano: oronda, con grandes pechos y un toque maternalLos sueños introspectivos se entrelazan magistralmente con temas sociales en el pertubador mundo de Fellini, quien refleja en sus cintas demonios y tormentos personales a través de caricaturas e hipérboles narrativas que desembocan en historias profundas y bien definidas sobre el papel de la mujer en la soledad del hombre.
Hombre y mujer, condenados a buscarse
El genio italiano esgrime la tesis de que ambos son un complemento; el hombre se busca a si mismo y en el camino se encuentra con una mujer que es su reflejo. Ese es el argumento vital de los seres humanos, encontrarse y amarse.La falta de amor es, precisamente, la carencia más aciaga que persigue a la prostituta protagonista de “Las noches de Cabiria” (1957), uno de los retratos femeninos mejor conseguidos de Fellini. Su mujer en la vida real, Giulietta Masina, da vida a esta pobre infeliz que se ve traicionada una y otra vez.
Sin duda, “Giulietta de los espíritus” (1965) es el tributo de Fellini a la personalidad real de su cónyuge. “En la película, Giulietta es una dama burguesa y ociosa que lucha por comprenderse a sí misma y por liberarse de sus obsesiones”, según se explica en el libro “Federico Fellini, el domador de sueños” (Taschen).
La musa de Fellini era a la vez su esposa, Giulietta Masina, quien intervino en la mayor parte de sus películasMasina se convierte en la musa de Fellini e interviene en varias películas de su marido. El magnetismo de la pareja traspasa la vida íntima y penetra en el terreno profesional, donde la complicidad física y emocional del matrimonio queda latente en películas como “Almas sin conciencia” (1955), “La Strada” (1954), o “Ginger y Fred” (1985).
Sin embargo, la exuberancia de otra mujer, la actriz sueca Anita Ekberg, consigue una mayor resonancia en el imaginario colectivo con “La dolce vita” (1960); la protagonista, “Sylvia”, se baña en las aguas de la Fontana de Trevi ante un enmudecido y embriagado Marcello Mastroianni, el “alter ego” de Fellini en la Gran Pantalla.
Fellini nació en Rímini y caricaturizó a través del cine todo aquello que marcó su infancia, como la religión, el sexo y el desencanto. Personajes de la cultura popular, repudiados e incomprendidos, pusieron el tinte autobiográfico en algunas cintas.
Su obra más personal es “Ocho y medio” (1963) y, en esta película, también las mujeres confeccionan esa tela de araña onírica y surrealista en la que se refugia un director afectado por una crisis creativa. De igual forma, en “La ciudad y las mujeres” (1979) los sueños se convierten en una morada peligrosa y sorprendente.
Una vez más, Mastroianni intenta lidiar con un universo feminista que algunos críticos consideran mal concebido, desacertado y lleno de incongruencias. “La ciudad y las mujeres” constituye para buena parte de la crítica una película machista y desmesurada.
Madres, payasas, prostitutas, esposas fieles, feministas enardecidas e iconos sexuales, las mujeres de las películas de Fellini son tan multiformes como el trabajo del propio artista: a veces moderado (pocas) y, otras (la mayoría), desquiciado, hilarante, revelador y próximo al paroxismo. EFE.