MIGUEL ANGEL Toledano 14/10/2013
Uno solo muere cuando está solo. La soledad puede ser un estado o la consecuencia de una decisión libremente adoptada, un logro personal, una necesidad ineludible incluso en ciertos momentos, pero será, en cualquier caso, una carencia, una herida, una fuga. Por eso hoy tomo la pluma entre mis manos y envío a mis mensajeros para que lleguen hasta donde tú habitas y te deshaces y procuras la calma y sonríes con avidez y ternura, para que te acerquen los tibios rescoldos de mi calor aún incombustibles y aviven los más ligeros cambios de tu afectividad y te liberen de fantasmas. Ven, acércate, siéntate a mi lado. Luis Eduardo Aute canta Alevosía para nosotros y yo aún no he comprado el periódico para saber si los lobos han bajado esta mañana al pueblo. Y bien, aquí estoy, creo haberlo dicho ya: aquí estoy, estas son mis palabras, esto es lo que grito, araño y distorsiono para continuar luchando contra el dolor, luchando hasta que la muerte muera. Porque nada hay más fuerte que el silencio, decía Rilke, pero hemos de atrevernos a romperlo. Y para ello hay que hablar otra vez. Aunque retornemos a la torpeza y los titubeos de los niños, lo cual tampoco dejaría de ser maravilloso. La historia de la vida del hombre es, ante todo, algo que él cuenta y nos cuenta: el mito, la fábula, la leyenda, el cuento --la verdad es un cuento, escribió Shakespeare--. Y la imaginación, es decir, la intimidad de nuestra mirada es lo que mejor puede aproximarnos al corazón enérgico de la acción.
Porque, mientras hablamos, nos vamos dando cuenta de lo que realmente actuar supone. Actuar es no conformarse, oponerse, dar otra forma. Quien se conforma con lo dado, con lo establecido, con lo impuesto, no actúa, no comete acciones. Y en consecuencia permite que todo siga igual, que nada cambie, que la impunidad se mantenga y nos absorba la asfixia. Crear formas es tarea de disconformes que no se lamentan, sino que se ponen manos a la obra con la imaginación y la voluntad de ser de manera más intensa y diferente. No hemos venido a reposar, sino a vivir, a actuar. Bien es verdad que nunca se regresa intacto de la acción, pero solo a través de nuestros hechos podremos llegar a ser nosotros mismos, intentarlo al menos. Actuar es posible porque continúa siendo indispensable. No insisto. Se ha hecho tarde y aún no he comprado el diario para ver si los lobos han bajado hoy al pueblo. Los cuervos arañan con sus garras la sonrisa, asesinando la ternura. Pero tú, pasa y siéntate. Apaguemos el ordenador.
* Profesor de Literatura
Uno solo muere cuando está solo. La soledad puede ser un estado o la consecuencia de una decisión libremente adoptada, un logro personal, una necesidad ineludible incluso en ciertos momentos, pero será, en cualquier caso, una carencia, una herida, una fuga. Por eso hoy tomo la pluma entre mis manos y envío a mis mensajeros para que lleguen hasta donde tú habitas y te deshaces y procuras la calma y sonríes con avidez y ternura, para que te acerquen los tibios rescoldos de mi calor aún incombustibles y aviven los más ligeros cambios de tu afectividad y te liberen de fantasmas. Ven, acércate, siéntate a mi lado. Luis Eduardo Aute canta Alevosía para nosotros y yo aún no he comprado el periódico para saber si los lobos han bajado esta mañana al pueblo. Y bien, aquí estoy, creo haberlo dicho ya: aquí estoy, estas son mis palabras, esto es lo que grito, araño y distorsiono para continuar luchando contra el dolor, luchando hasta que la muerte muera. Porque nada hay más fuerte que el silencio, decía Rilke, pero hemos de atrevernos a romperlo. Y para ello hay que hablar otra vez. Aunque retornemos a la torpeza y los titubeos de los niños, lo cual tampoco dejaría de ser maravilloso. La historia de la vida del hombre es, ante todo, algo que él cuenta y nos cuenta: el mito, la fábula, la leyenda, el cuento --la verdad es un cuento, escribió Shakespeare--. Y la imaginación, es decir, la intimidad de nuestra mirada es lo que mejor puede aproximarnos al corazón enérgico de la acción.
Porque, mientras hablamos, nos vamos dando cuenta de lo que realmente actuar supone. Actuar es no conformarse, oponerse, dar otra forma. Quien se conforma con lo dado, con lo establecido, con lo impuesto, no actúa, no comete acciones. Y en consecuencia permite que todo siga igual, que nada cambie, que la impunidad se mantenga y nos absorba la asfixia. Crear formas es tarea de disconformes que no se lamentan, sino que se ponen manos a la obra con la imaginación y la voluntad de ser de manera más intensa y diferente. No hemos venido a reposar, sino a vivir, a actuar. Bien es verdad que nunca se regresa intacto de la acción, pero solo a través de nuestros hechos podremos llegar a ser nosotros mismos, intentarlo al menos. Actuar es posible porque continúa siendo indispensable. No insisto. Se ha hecho tarde y aún no he comprado el diario para ver si los lobos han bajado hoy al pueblo. Los cuervos arañan con sus garras la sonrisa, asesinando la ternura. Pero tú, pasa y siéntate. Apaguemos el ordenador.
* Profesor de Literatura