No hace falta que os diga que las neveras de postres lácteos de los supermercados no tenían nada que ver con las de hoy en día. La verdad es que la variedad daba un poco de pena, por lo que no es de extrañar que fueran nuestras madres las que se pusieran con las manos en la masa a hacer sus propios postres caseros.
Eso sí, solo en ocasiones especiales. Que nuestra madre nos sorprendiera con uno de sus postres era toda una fiesta. Hoy vamos a repasar algunos de aquellos postres viejunos que estoy seguro que muchos seguís haciendo en casa, aunque reconócelo, cada vez menos. ¿Quién no recuerda los sobres de flan chino El Mandarín?
Flan
Recuerdo aquellos moldes redondos de acero inoxidable, uno grande tamaño familiar y varios pequeños individuales, pero sobre todo recuerdo el olor a caramelo y me pregunto si en realidad lo que más nos gustaba era el caramelo y no el flan. Casero y de huevo, las madres no querían ni oír hablar de los de polvos con sabor a vainilla, aquello era artificial. ¿A ti también te decían que cuantos más agujeros más sano o era solo una disculpa para no reconocer que les había quedado mal?
Yogures caseros
La yogurtera se puso muy de moda a principios de los ochenta y era raro la encimera de cocina que no lucía uno de estos electrodomésticos con forma de ovni. Pasada la emoción inicial en la que probamos a hacer yogures caseros de todos los sabores imaginables, aquello pasaba a ser un trato más lleno de grasa. ¿Existirá un planeta al que han ido a parar todas aquellas yogurteras?
Orejuelas
No nos podemos olvidar de la repostería local, cada zona de nuestro país tiene sus postres típicos y además es costumbre comerlos en fechas determinadas como Carnaval. De entre todos ellos he seleccionado las Orejuelas típicas castellanas que estoy seguro que muchos de vosotros habréis probado. Muy finas, crujientes y con toneladas de grasa y azúcar. Afortunadamente todavía no habíamos oído hablar del colesterol.
Polos caseros
Otra moda ochentera consistió en hacerte tus propios helados caseros en estos moldes de plástico. Aquí lo probamos absolutamente todo: polos de coca-cola (mis favoritos), de naranja, limón y creaciones más originales como el polo de colacao. Lo tuvieron muy difícil para competir con los superhelados con los que nos sorprendían las marcas cada verano y muy pronto pasaron al olvido. También existía la versión más cutre de hacerte cubitos de hielo de sabores en la cubitera y con un palillo que siempre acabába rompiéndose.
Rosquillas
Y nos despedimos con otro postre clásico, las rosquillas, y la tradición de mandar al niño al bar a por una tazita de anís. ¿Nos estarían poniendo a prueba? Por supuesto que me bebía media taza por el camino y la reacción de mi madre siempre era la misma: hijo, que poco te han dado, con esto no sé si me va a llegar.
¿Recuerdas algún otro postre viejuno?