Cuando eras pequeño entrar en una tienda de golosinas con tu duro o cinco duros en la mano (dependiendo de la época) era todo un mundo. Tardabas casi lo mismo que tu madre en hacer toda la compra en el supermercado: un regaliz rojo, un caramelo de nata, una cebolleta, un Koyak de cola… ¿cúanto voy? Bendita paciencia la del jefe o lo jefa, por cierto, ¿por qué les llamábamos así?
Hoy volvemos a una de aquellas tiendas de chuches que había por todas las esquinas y recordamos las diez golosinas más míticas de aquella época, algunas de ellas totalmente desaparecidas. ¿A que te gustaría volver a probarlas?
Chicle Cosmos
Un chicle negro que parecía un trozo de neumático con sabor intenso a regaliz. Sí, el chicle Cosmos es ya todo un icono de aquella época y si no llegaste a probarlo te vas a quedar con las ganas pues desapareció de nuestro planeta. En Internet he encontrado a una persona que conserva uno y lo vende por 60 euros, eso sí, yo no le pegaría un bocado.
Caramelos Chimos
“Chimos es, es un agujero, rodeado de rico caramelo“. Con este jingle se introdujeron en el mercado las pequeñas ruedas de caramelo de colores. Fue todo un exitazo, pero aunque hoy en día sigue habiendo un montón de imitadores, ni rastro de los auténticos Chimos. ¿Absorbidos por un agujero negro?
Peta Zetas
Aquello si que era ciencia ficción, una golosina llegada del espacio. Pequeñas partículas, vete tú a saber de qué, que en contacto con tu lengua explotaban en tu boca. La verdad que ricos ricos tampoco es que estuvieran los Peta Zetas pero era imposible resistirse a esa sensación de tener algo moviéndose en tu estómago. Hace unos pocos años han vuelto y los he visto incluidos hasta como ingrediente en uno de esos platos de diseño. Ya son ganas.
Chicle Cheiw
Es pensar en la fresa ácida de los chicles Cheiw y la boca se me hace agua. Quizás fue uno de los primeros chicles en acapararse con el mercado antes de que le llegaran un montón de competidores, pero también fue el primero en apostar por la publicidad. Este anuncio con melodía compuesta por Juan Pardo es un fiel reflejo de aquella época. Yo no me canso de verlo, era lo más moderno, tenía que ser Cheiw.
Pirulí
El pobre no tenía ni marca comercial, por lo que le llamábamos pirulí. Por dentro caramelo del de verdad y por fuero un barquillo que, sinceramente, pocas veces estaba crujiente. Con la mezcla en tu boca aquello iba cogiendo un aspecto de lo más extraño y acababa pegado en todos tus dientes. Que empacho de azúcar.
Chicle Bang Bang
Y llegó Bang Bang, el chicle blando que hacía globos enormes y con un sabor que dura y dura ¿Acaso se podía pedir más? Sí, que viniera en paquetes de cinco y que nos dejara joyitas como este anuncio.
Refresco Sidral
Podía ser perfectamente un sobre de Frenadol o cualquier otro medicamento pero no, era una golosina. El sobre de refresco o pica pica lo acompañábamos casi siempre de un regaliz que íbamos introduciendo en su interior por un orificio y chupando. Desde luego que fue el precursor de los regalices con azúcar ácida que encontramos hoy en día en todas las tiendas de chuches. Digamos que aquello era más artesanal. Impagable el dibujo de la señora fresa con su bebé fresita ¿o no?
Caramelo de cuba Libre
Por si el sabor a cola no era suficiente llegaron los caramelos de cuba libre para que los peques también pudiéramos imitar a papá. ¿Os imagináis una golosina hoy en día con sabor a gin tonic o pacharán? Tranquilos aquello no tenía ni un grado de alcohol, de lo contrario me hubiera pasado toda la EGB completamente borracho.
Cigarros de chocolate
Y claro, después de la copa venía el cigarro. Si el chocolate no fuera lo suficientemente atractivo ya para los niños alguien tuvo la genial idea de darle forma de cigarrillos y venderlos en paquetes que imitaban al tabaco de verdad. El chocolate era bastante malo y costaba tanto quitarle el papel que lo envolvía que muchas veces acabábamos comiéndonoslo con él. Las autoridades sanitarias en este caso no tenían nada que decir.
Pepitas de chicle Gold Nugget
El chicle elevado a la categoría de lujo. Recuerdo que eran bastante caros pero la presentación de los Gold Nugget era impecable. En un saquito que nos transportaba al lejano Oeste, el chicle tenía forma de pepitas de oro y se rumoreaba que hasta podías encontrar una pepita auténtica en su interior. ¿Y si nos la hemos tragado?