El ex secretario general del PCE fallece en su domicilio en Madrid, rodeado de su familia. La muerte le sobrevino mientras dormía. Su salud se había debilitado en los últimos meses. Se instalará la Capilla ardiente en la sede de CCOO Madrid y será incinerado el jueves. La lucidez, la memoria viva de los últimos cien años de la historia de España, se apagó para siempre.
Palabras mayúsculas para un hombre mayúsculo, Santiago Carrillo. El
hombre que durante toda su vida fue un icono de la izquierda, el
histórico líder del Partido Comunista de España (PCE), el dirigente que
desde la clandestinidad abanderó la lucha contra el franquismo, el
político imprescindible de la Transición, murió esta tarde en Madrid. A
los 97 años. Sobre las 17 horas. Y con los suyos, con su familia, en su
casa de la capital madrileña. Esta medianoche, sus restos mortales ya
reposarán en el auditorio Marcelino Camacho de Comisiones Obreras, en la
calle de Lope de Vega de la capital, y mañana miércoles su capilla
ardiente se abrirá al público desde las ocho. Su cadáver estará expuesto
todo el día. Será incinerado el jueves en el tanatorio de La Almudena.
Sus cenizas serán esparcidas en el Cantábrico, en la costa de Gijón,
según confirmaron a Público fuentes cercanas a la familia.
Nunca perdió su extraordinaria vitalidad, ni tampoco dejó nunca de hacer
política, de participar en tertulias, entrevistas, homenajes. Ayer
mismo estuvo comentando la dimisión de Esperanza Aguirre, o la marcha
del 15-S, según revelaron sus hijos, informa Efe. Pero su salud sí se
fue desgastando. Especialmente en los últimos meses, a partir de que
sufriera un ictus y cuando fue intervenido de apendicitis. Hasta que su
pulso se agotó. "Ha estado lúcido hasta el último momento y se ha
apagado sin enterarse", decían sus hijos. Murió tranquilo, durante la
siesta.
A los pocos minutos, la noticia ya corría por los medios de
comunicación, Twitter y el resto de redes sociales, la confirmaba la
dirección de IU, alcanzaba el Congreso. El torrente de reacciones, el
cúmulo de elogios y de declaraciones fue entonces imparable. Partidos
políticos y ciudadanos alabaron el decurso vital de un hombre clave en
la historia de España.
Los jirones de la Transición
Cuesta una enormidad elegir uno solo de los momentos, de las
instantáneas, de 97 largos años de una vida cuya trayectoria cruza
transversalmente la historia de España. Ahí estuvo Carrillo desde los
albores de la Guerra Civil, como secretario general de las Juventudes
Socialistas Unificadas (JSU), ahí estuvo reorganizando la resistencia en
la posguerra, ahí estuvo apostando por la reconciliación nacional, ahí
estuvo como líder del PCE desde 1960 a 1982, ahí estuvo como promotor
del entrismo en las estructuras del franquismo para estallar sus
costuras desde dentro,ahí estuvo combatiendo el estalinismo y apostando
por el eurocomunismo, ahí estuvo empujando para la unidad de las fuerzas
democráticas, ahí estuvo construyendo en primera línea la Transición,
dejándose muchos (tal vez demasiados) jirones, como la aceptación de la
monarquía y de la bandera roja y amarilla. Y ahí estuvo también cuando
el PCE se hundió, cuando cayó al fango, cuando se resquebrajó
internamente, cuando agonizó en las elecciones de 1982. Y ahí estuvo
cuando rompió con su partido definitivamente.
Desahuciado de la política activa, Carrillo continuó en política, "desde
la barrera", desde otra atalaya. Mirando desde el exterior, analizando
la coyuntura, echando cuentas con el pasado. Y lanzando críticas contra
aquellos que entendía como "sectarios", como a su juicio lo eran sus
sucesores en el PCE.