Tomar dos cucharadas de aceite o un yogurt antes de consumir alcohol no
evita la embriaguez. Tampoco es cierto que la resaca desaparezca
bebiendo zumo de tomate o desayunando cerveza. Y mucho menos corriendo
para "sudar" las copas de más que hemos ingerido, ya que más del 90% del
alcohol que consumimos se metaboliza a través del hígado. Otra errónea
creencia popular consiste en afirmar que cada vez que bebemos alcohol un
puñado de neuronas muere. Científicos del Hospital de la Universidad de
Heildeberg estudiaron los efectos de dos vasos de vino en el cerebro
con un escáner y comprobaron que solo 6 minutos después de beber nuestro
cerebro empieza a consumir productos de la degradación del alcohol en
vez de glucosa y cambia su actividad, lo que explica que perdamos
reflejos o la desinhibición. Químicamente disminuyen sustancias como la
creatina, implicada en la obtención y gestión de energía, y la colina,
componente de la membrana celular. Pero al día siguiente todo vuelve a
la normalidad, lo que implica que los cambios son reversibles. El mismo
estudio demostró que, en contra de lo que solemos pensar, no hay
diferencias en el cerebro de hombres y mujeres tras consumir la misma
cantidad de alcohol: a todos se nos sube por igual a la cabeza.