No importa las circunstancias de la vida o los problemas, el amor entre padres e hijos es más fuerte que cualquier otra cosa y nace el mismo día que venimos al mundo.
. Esta carta se ha vuelto viral en redes sociales y nos da un claro mensaje del amor entre un padre y su hijo.
“Era una mañana como cualquier otra. Yo,
como siempre, me encontraba de mal humor. Te regañé porque te estabas
tardando demasiado en desayunar, te grité porque no parabas de jugar con
los cubiertos y te reprendí porque masticabas con la boca abierta.”
“Comenzaste a hablar entre dientes y
entonces derramaste la leche sobre tu ropa. Furioso te levanté por el
cabello y te empujé violentamente para que fueras a cambiarte de
inmediato.”
“Camino a la escuela no hablaste. Sentado
en el asiento del auto llevabas la mirada perdida. Te despediste de mi
tímidamente y yo sólo te advertí que no te portaras mal.”
“Por la tarde, cuando regresé a casa
después de un día de mucho trabajo, te encontré jugando en el jardín.
Llevabas puestos tus pantalones nuevos y estabas sucio y mojado. Frente a
tus amiguitos te dije que debías cuidar la ropa y los zapatos; que
parecía no interesarte mucho el sacrificio de tus padres para vestirte.
Te hice entrar a la casa para que te cambiaras de ropa y mientras
marchabas delante de mi te indiqué que caminaras erguido.”
“Más tarde continuaste haciendo ruido y
corriendo por toda la casa. A la hora de cenar arrojé la servilleta
sobre la mesa y me puse de pie furioso porque no parabas de jugar. Con
un golpe sobre la mesa grité que no soportaba más ese escándalo y subí a
mi cuarto.”
“Al poco rato mi ira comenzó a apagarse.
Me di cuenta de que había exagerado mi postura y tuve el deseo de bajar
para darte una caricia, pero no pude. ¿Cómo podía un padre, después de
hacer tal escena de indignación, mostrarse sumiso y arrepentido?”
“Luego escuché unos golpecitos en la
puerta. “Adelante” dije, adivinando que eras tú. Abriste muy despacio y
te detuviste indeciso en el umbral de la habitación.”
“Te miré con seriedad y pregunté: ¿Te vas
a dormir?… ¿Vienes a despedirte? No contestaste. Caminaste lentamente
con tus pequeños pasitos y sin que me lo esperara, aceleraste tu andar
para echarte en mis brazos cariñosamente.”
“Te abracé y con un nudo en la garganta
percibí la ligereza de tu delgado cuerpo. Tus manitas rodearon
fuertemente mi cuello y me diste un beso suavemente en la mejilla. Sentí
que mi alma se quebrantaba. “Hasta mañana papito, te amo” me dijiste.”
“¿Qué es lo que estaba haciendo? ¿Por qué
me desesperaba tan fácilmente? Me había acostumbrado a tratarte como a
una persona adulta, a exigirte como si fueras igual a mí y ciertamente
no eras igual. Tu tenias unas cualidades de las que yo carecía: eras
legítimo, puro, bueno y sobretodo, sabías demostrar amor.”
“¿Por qué me costaba tanto trabajo? ¿Por
qué tenía el hábito de estar siempre enojado? ¿Qué es lo que me estaba
aburriendo? Yo también fui niño. ¿Cuándo fue que comencé a contaminarme?
Después de un rato entré a tu habitación y encendí con cuidado una
lámpara. Dormías profundamente. Tu hermoso rostro estaba ruborizado, tu
boca entreabierta, tu frente húmeda, tu aspecto indefenso como el de un
bebé.”
“Me incliné para rozar con mis labios tu
mejilla, respiré tu aroma limpio y dulce. No pude contener el sollozo y
cerré los ojos. Una de mis lágrimas cayó en tu piel. No te inmutaste.”
“Me puse de rodillas y te pedí perdón en
silencio. Te cubrí cuidadosamente con las cobijas y salí de la
habitación. Algún día sabrás que los padres no somos perfectos, pero
sobre todo, ojalá te des cuenta de que, pese a todos mis errores, te amo
más que a mi vida.”