Por Silvia Usle
Querido novio,
Siento comunicarte que nuestra relación ha llegado a su fin . Como soy una romántica y pienso que el amor puede con todo, me propuse firmemente que nuestra diferencia de edad (18 años) no fuera un problema. Es por ello que pasé por alto tu adicción a la Nintendo y a que el Ipod y Iphone sean una extensión más de tu cuerpo .
La gota que colma el vaso es el sexo. Me explico: A diferencia de mi generación (que creció sin Internet ) tú lo hiciste delante de la pantalla, iniciándote en las “debilidades de la carne” con la pornografía. Desarrollaste tu psique desde muy pequeño mirando gonzo, triples penetraciones y lluvias doradas. Es normal, no te culpo, estaban a tu alcance en un click de ratón. El problema es que creciste pensando que el sexo era aquello que te enseñaron.
Mi generación creció con apenas tecnología. Mi iniciación a los pecados carnales sucedió gracias a la revista Interviú y a aquel libro que todos los padres progres regalaban a sus hijos titulado “De dónde venimos” lleno de simpáticas ilustraciones de espermas con ojos. Era la época de la transición Española, y las pelis porno acababan de hacer su aparición. El inconveniente es que sólo se proyectaban en salas especializadas para mayores de 18 años y los niños no teníamos acceso a ellas.
La primera vez que vi una peli porno tenia la friolera de 20 años. Sucedió en la calle Montera de Madrid una tarde que conseguí arrastrar a mi sufrido novio dentro de una sala llamada “Cine Carretas” que proyectaba “Alicia en el país de las porno maravillas“. Mi novio (un rockero de pelo largo) y yo, sentados en primera fila lucíamos sendas colas de caballo. Esto confundió un poco a los espectadores que se pensaron que éramos dos putas. A los diez minutos tuvimos que salir huyendo ante el acoso sexual.
Tras aquel desafortunado incidente decidí dejar el porno por imposible y echar mano de la realidad (mi sufrido novio rockero) y la imaginación -que nunca me faltó-, perdiendo interés por la ficción sexual.
A ti sin embargo te paso lo contrario: tu fácil acceso a ella hizo que la adoptaras como principal fuente de desahogo sexual. Tú mismo me lo dijiste un día: ¿Para qué ligarse a una chica que posiblemente no se acueste contigo y si lo hace me rompa el corazón cuando tengo una infinidad de tías buenas en pantalla? Ahora cada vez que estoy en la cama contigo siento que estoy compitiendo con alguna de ellas. El problema es que esto es algo que sucede muy poco (lo de la cama) pues siempre sueles estar “cansado”. Curiosamente, cada vez que me siento delante de la pantalla, y miro el historial, veo que te has pasado dos horas mirando porno.
Y yo me pregunto: ¿Que tendrá Jenna Jameson que no tenga yo?