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Los incondicionales del Córdoba comienzan a llegar a la ciudad Condal en la jornada más mágica de los últimos años
Fran y Miguel Ángel tienen nueve años. El 
padre del segundo no puede ocultar la cara de felicidad que supone 
viajar junto a estos dos pequeños amigos que no han dudado esta mañana 
en vestirse con el chándal oficial del equipo de sus amores. Dichos 
menores miran por la ventana de la cafetería de un tren de alta 
velocidad en cuyo horizonte sólo se ve la niebla de primeras horas del 
día. Son la viva imagen de la ilusión.
Como ellos, cientos de cordobesistas 
desplazados por carretera, viales y aire comienzan ya a llegar a 
Barcelona. Esta noche, el mítico estadio del Camp Nou recibirá al 
Córdoba más descarado de los últimos años. Una realidad ésta que nadie 
obvia por méritos propios.
Desde primeras horas de la noche de ayer, 
una treintena de autobuses emprendieron viaje con destino a tierras 
catalanas. Los primeros autobuses han comenzado a llegar alrededor de 
las once de la mañana. A esa hora, dos trenes que han partido pasadas 
las nueve, enfilan el mismo peregrinar. Otros lo hacen en avión, como el
 propio equipo, que salió desde Sevilla.
 
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En la cafetería del AVE, varios seguidores 
del Córdoba desayunan por segunda vez. El tren desprende un aroma a 
felicidad casi impropio de estas fechas. Cuando muchos se afanan en 
superar el ascendente curso del mes de enero, otros, con sus esfuerzos, 
han optado por subir hasta el noreste peninsular para disfrutar de la 
noche más mágica de los últimos 41 años.
En el tren viajan aficionados, periodistas 
en incluso responsables de la política municipal. En el convoy no hay 
lugar para las distinciones de ningún ámbito. En su interior, la mayoría
 forma parte del mismo proyecto, el proyecto de la ilusión. Se trata de 
un viaje que aúna el esplendor de toda una provincia por unos colores, 
por una bandera, por un equipo.
El Córdoba ha conseguido pisar uno de los 
estadios más emblemáticos del orbe futbolero. Los hombres de Berges van a
 clavar sus tacos en un imponente templo del fútbol en el que hoy, 
además, se rendirá tributo al dios Messi, que tiene previsto ofrecer su 
cuarto balón de oro.
En dicho esférico, por suerte para los 
presentes, se reflejará también el escudo del Córdoba, detrás, toda la 
afición. Porque un total de 3.500 almas han querido estar presente en la
 cita del año. Las gradas del Camp Nou y sus tribunas van a conocer a 
una afición madura en experiencia que ha recorrido categorías inmundas y
 que sueña con volver a la élite del fútbol.
Con esos pensamientos se viaja. Con ese 
anhelo se apoya. La victoria, tan inalcanzable materialmente como 
increíble si se llegase a dar, no estará en el resultado. El Córdoba ya 
ha ganado la eliminatoria. Mover a tal cantidad de seguidores es algo 
más que una proeza en esta coyuntura.
Fran y Miguel Ángel vuelven a mirar por la 
ventana. Mañana, cuando regresen podrán contar a sus madres la 
experiencia más inolvidable de sus, de momento, cortas vidas. Ambos han 
formado parte del viaje de las sonrisas con destino a Barcelona.