Montaje sobre la broma de Zoido y las calaberas.//
“La sensación de libertad me embriagaba. Estaba harto de mi ciudad
nativa, y aún hoy, pasados treinta años, no siento deseo de volver a
ella [...] Una constante de mi vida ha sido actuar por reacción contrael
medio donde me hallaba. Eso me ayudó a escapar del peligro de lo
provinciano, habiendo pasado la niñez y juventud primera en Sevilla,
donde la gente pretendía vivir no en una capital de provincia más o
menos agradable, sino en el ombligo del mundo, con la falta consiguiente
de curiosidad hacia el resto de él”. Así resumía Luis Cernuda el
concepto de provincianismo, en este caso el de Sevilla, su ciudad natal,
urbe atestada actualmente de esculturas de toreros y duquesas, pero que
ha sido incapaz de levantar una al genial poeta de la Generación del
27.
Y guerra entre provincias es lo que han levantado las declaraciones
del alcalde de Sevilla, Juan Ignacio Zoido, en referencia al puerto de
salida de Cristóbal Colón y las tres carabelas: “Querido Mariano
(Rajoy), en la Edad Moderna Sevilla fue el kilómetro cero.
De aquí salieron las naves para descubrir América y aquí se empezó a construir la Europa del futuro.
Aunque os digan que las naves salieron de Palos, es mentira, las naves
salieron de aquí”. La broma se hubiera quedado en un chascarrillo de
mitin del PP si el alcalde de Huelva, Pedro Rodríguez, no le hubiera
afeado a Zoido sus palabras. Rodríguez, en su perfil de Facebook,
aseguró que tenía que mandarle “una copia del Diario de Colón” a su
“amigo el alcalde de Sevilla” que se pudo dejar llevar por el “inmenso
amor” a su ciudad.
La pasión de Zoido por Sevilla no es nueva. El regidor sevillano ya
reconoció, tras tener que capitanear al PP andaluz durante un año y
medio, tras la marcha de Javier Arenas, que lo suyo era Sevilla, y no
Andalucía. “Sabéis que accedí (a la presidencia del PP-A) por lo que
accedí.
Mi ilusión es Sevilla”, explicó Zoido en un
acto del PP en la capital hispalense, en el que reconoció que le pidió a
su número dos, José Luis Sanz, que le echara una mano para estar
presente en las ocho provincias.
Las bromas de Zoido pueden hacer gracias en su ciudad, pero no en el
resto de provincias de Andalucía, en las que defienden con uñas y
dientes su historia y su patrimonio de la amenaza del centralismo de la
capital de Andalucía. Y el orgullo provincial no entiende de partidos,
como ha demostrado la última polémica, surgida entre alcaldes del mismo
partido y que no es la primera que acaba con una disculpa hispalesnse.
El pasado mes de diciembre, tras conocerse que el Puerto de Málaga se
convertía en la primera sede del Centro Pompidou fuera de Francia,
Zoido declaró: “Aunque se construya en otras ciudades, jamás tendrán lo
que tiene Sevilla”. Mientras el alcalde malacitano, Francisco de la
Torre, intentó quitar hierro al asunto, el presidente provincial del PP,
y de la Diputación de Málaga, Elias Bendodo, optó por guardar silencio y
así seguir alimentando la polémica, una más entre la histórica
rivalidad provinciana Sevilla-Málaga, Málaga-Sevilla.
EL SOLMOREJO SEVILLANO
Otra de las polémicas orginadas desde el ombliguismo sevillano tuvo
como protagonista al salmorejo cordobés. En esta ocasión Zoido no fue el
actor protagonista, pero sí el Ayuntamiento de Sevilla, que indignó a
Córdoba con un concurso de tapas,
Patrimonio Gastronómico de Sevilla.
Desde la delegación de Turismo, dirigida por Gregorio Serrano,
incluyeron entre los platos a concurso el salmorejo, el salmorejo
cordobés. También la cola de toro, aunque el rifi rafe por este plato,
también de origen cordobés, quedó en un segundo plano.
El intento de Sevilla de ‘apropiarse’ del salmorejo provocó que el
concejal cordobés de Turismo, Ricardo Rojas, enviara una queja formal a
su homólogo hispalense. Una semana después Serrano pidió disculpas por
“la indebida” inclusión del salmorejo que achacó a un “lamentable
malentendido”. El diario Córdoba, el más leído de la provincia califal,
puso fin a la polémica como si de una guerra se tratara:
Sevilla se rinde y retira el salmorejo de su concurso de tapas.