Parece mentira que desde un país con los niveles de corrupción y paro
 que tiene España, con la creciente desconfianza que generan los 
políticos, los banqueros, la monarquía, la iglesia, alguien tenga el 
descaro de mofarse de los líderes de otros países. (Jordi Soler)
Michel de Montaigne hacía ver que "el verdadero campo y objeto de la 
impostura son las cosas desconocidas", porque al desconocerlas, no 
podemos aplicarles "razonamientos comunes" y por esto mismo "nos privan 
del medio de combatirlas". Más adelante, en el mismo ensayo, Montaigne 
añade: “nada se cree tan firmemente como aquello que menos se sabe”.
Es verdad que lo mínimo que puede esperar un partido político [Podemos] 
que irrumpe con esta fuerza es una catarata de descalificaciones de los 
que, a causa de esta irrupción, ven peligrar su posición en el mapa 
político, pero, de todas formas llama la atención que entre la catarata 
de insultos y descalificaciones, la derecha mediática, y también algunos
 que suponíamos de izquierda, acusen a Pablo Iglesias de estar 
inspirado, e incluso asociado, con líderes latinoamericanos como Evo 
Morales o, en su momento, el Comandante Chávez, es decir, con ese 
concepto que en España lleva cuernos y cola de flecha y huele a azufre, 
que es lo bolivariano.
Al margen del porcentaje de bolivarianismo que este partido político 
pueda tener, resulta sintomático que al líder de Podemos se le quiera 
desprestigiar asociándolo con estos líderes de los que en España, y en 
Europa en general, no se conoce más que la caricatura que la prensa ha 
hecho, durante años, de ellos.
Descalificar a Iglesias por la relación que pueda tener con estos 
líderes, es la parte visible de un problema mayor, que es la profunda 
ignorancia de Latinoamérica que existe en España, una ignorancia que, en
 estos momentos críticos, es francamente suicida.
Estos líderes tan caricaturizados han hecho un montón de cosas positivas
 para sus países que en España interesan poco porque es más fácil, y 
sobre todo más útil, encasillarlos en su papel de líderes populistas, 
otro término que aquí tiene proporciones diabólicas y, sobre todo, 
parece que el populismo es un mal que viene de fuera, que se trata 
exclusivamente de una plaga latinoamericana, cuando la verdad es que 
aquí, cada día, oímos declaraciones rigurosamente populistas de algún 
líder político.
Antes de criticar otros regímenes políticos, con esa frivolidad y ese 
desparpajo, deberíamos mirarnos con seriedad al espejo, pero no al 
espejo deformante, que proponía el cada vez más vigente Valle-Inclán, y 
que refleja una realidad distorsionada, esperpéntica.
Porque decir "esperpéntico" es tan inútil como decir "populista", o 
"bolivariano", son términos muy frondosos con los que, de forma parcial y
 simplona, pero muy efectiva, puede atacarse al enemigo. La idea de 
Montaigne "nada se cree tan firmemente como aquello que menos se sabe", 
se aplica perfectamente a la reacción que provoca en España lo 
bolivariano, un concepto que se ha fijado en el discurso nacional, en su
 versión más nefasta, con una firmeza que es producto de lo poco que se 
sabe del bolivarianismo.
Parece mentira que desde un país con los niveles de corrupción y paro 
que tiene España, con la creciente desconfianza que generan los 
políticos, los banqueros, la monarquía, la iglesia, alguien tenga el 
descaro de mofarse de los líderes de otros países.
Mucho más grave que el populismo y el bolivarianismo de Podemos, es lo 
que este partido político ha venido a poner en evidencia, lo que hay 
debajo del terror a lo bolivariano, que es una mezcla de la ignorancia 
de lo que ocurre en aquellos países, esa ignorancia que produce una idea
 en la que se cree firmemente, más, en el caso de Evo Morales, un 
componente de discriminación racial, que le ha granjeado el título de 
“líder exótico” y lo ha hecho protagonista de aquel episodio bochornoso,
 en el que el Gobierno español se desentendió de la hermandad hispana 
cuando el avión del presidente Morales, bajo la sospecha de que Edward 
Snowden iba a bordo, fue inmovilizado en el aeropuerto de Viena.
España tiene en Latinoamérica a su gran aliado y de momento, a pesar del
 discurso oficial que habla todo el tiempo de la hermandad con aquellos 
pueblos, no se ha puesto, de verdad, a cultivarlo. Basta ver cómo se 
trata a los inmigrantes ecuatorianos o bolivianos en las ciudades 
españolas, la forma en que los acosa, sin más motivo que su aspecto, la 
policía; o esa idea excéntrica y sumamente imperial, que merecería más 
reflexión y mucho más autocrítica, de llevar al rey de España a las 
cumbres latinoamericanas, a esos países donde los reyes son cosa del 
pasado remoto, o de los cuentos para niños y, en todo caso, parte de una
 época oscura de la que tuvieron a bien independizarse.
Artículo de Jordi Soler, escritor (extracto)