
primero los gobiernos les crearon las condiciones para que financiaran
 una burbuja de crédito sin precedentes y con la que han ganado docenas 
de miles de millones de euros. Dictaron leyes de suelo para que los 
promotores les pidieran préstamos que financiaran construcciones en 
todas las esquinas de España, que irían quedándose vacías y sin vender 
cada vez en mayor número. Aumentaron las facilidades fiscales para 
promover las ventas y desincentivaron el alquiler y el consumo colectivo
 de servicios de ocio o residencia.  
Solo de 2000 a 2007, los 
bancos multiplicaron el crédito total destinado a la actividad 
productiva por 3,1, el dirigido a la industria por 1,8, el de la 
construcción por 3,6 y por 9 el dirigido a la actividad inmobiliaria. Y 
eso que cada vez disponían de menos depósitos para generarlo: en 2000 la
 banca española recibía 1,43 euros en depósitos por cada euro que 
concedía a crédito, mientras que en 2007 solo 0,76 euros. 
  No 
contentos con los beneficios que les daba el negocio inmobiliario que 
condenaba al monocultivo a la economía nacional, impusieron políticas de
 bajos ingresos y recortes salariales para que las familias y pequeños 
empresarios vivieran en el filo de la navaja y tuvieran que endeudarse 
hasta las cejas. 
  Pero no contentos con obtener beneficios 
normales, los bancos utilizaron a sus tasadores para aumentar 
artificialmente los activos sobre los cuales iban a dar créditos, para 
así generar más deuda y cobrar comisiones más suculentas y recurrieron a
 todo tipo de prácticas comerciales predatorias para fomentar el 
consumo: manejaban a su antojo los índices de referencia, incluían la 
abusiva cláusula que autoriza al banco a vender el piso en subasta 
notarial si se produce el impago de la deuda, reclamaban importes 
elevadísimos por cuentas que creían canceladas, cobraban comisiones 
leoninas (más que en cualquier otro lugar de Europa) por cualquier cosa,
 giraban una y otra vez un recibo inatendido por el cliente generando 
múltiples gastos de reclamación por una misma deuda, embargaban saldos 
en cuentas corrientes sin respetar lo establecido en la ley... hasta 
cuatro folios me ocupa el listado de malas prácticas que han recopilado 
las asociaciones de usuarios, es imposible consignarlas todas aquí. Y 
eso, por no hablar de las estafas estrella, que han podido suponer un 
auténtico robo de entre 12.000 y 15.000 millones de euros, si no más, 
mediante las participaciones preferentes, las cláusulas suelo, etc.
  Mientras
 sucedía todo esto, las autoridades dejaron hacer, consintieron las 
tropelías bancarias y permitieron que se inflase la burbuja sin cesar, 
haciendo oídos sordos a todas las advertencias.
  El actual 
Ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, decía en 2003: "no existe una 
'burbuja inmobiliaria' (...) el concepto de burbuja inmobiliaria es una 
especulación de la oposición que habla insensatamente de la economía de 
ladrillo y olvida que la construcción es un sector fundamental para la 
economía del país y en el que trabajan cerca de un millón de personas" 
(El Mundo 2  de octubre de 2003). Y el más tarde Ministro de Economía, 
Pedro Solbes, afirmaría que quienes auguraban el riesgo de recesión por 
esa causa "no saben nada de economía" (El País, 11 de febrero de 2008). 
  Los
 dirigentes de uno y otro partido negaban lo que hiciera falta, por muy 
evidente que fuese para el resto de los españoles, con tal de dejar que 
los banqueros y los grandes empresarios de la construcción literalmente 
se forraran a costa de todos los españoles. 
  El gobernador del 
Banco de España que había colocado el PP, Caruana, se pasaba por el arco
 del triunfo la denuncia de sus inspectores que en 2006 le señalaban 
formalmente que no se hacía nada frente a un endeudamiento creciente y 
muy peligroso de la banca española. Pero eso sí, no había declaración 
suya o más tarde de su sucesor, el socialista Férnandez, en la que no 
reclamasen moderación salarial y recortes de gasto social.
  Pero 
gracias a todo ello, los bancos españoles se convirtieron en los más 
rentables del universo, justo, eso sí, en la misma medida en que 
situaban a nuestra economía entre las más vulnerables.
  Cuando 
estalló la burbuja y ya no se iba a poder disimular lo que había pasado,
 el inmenso negocio que los bancos habían hecho a costa de la deuda, 
todos consintieron en disimular.
  Permitieron que los bancos 
declarasen en balance los activos dañados a precios de adquisición 
siendo cómplices así de un engaño descomunal que hirió de muerte la 
credibilidad de nuestra economía porque, por mucho que Zapatero dijese 
en septiembre de 2008 -como le dictaban Botín y compañía- que el sistema
 financiero español era "el más sólido del mundo", los inversores y 
prestamistas internacionales sabían lo que de verdad había hecho la 
banca española.
  Los dos grandes partidos, a los que se  suman 
los de los nacionalistas de derechas de Cataluña y el País Vasco, 
colocaron en las cajas de ahorros a sus amigos y militantes y crearon 
una red de oligarquías provinciales que alentó la especulación, extendió
 la corrupción y que comenzó a llevar al desastre a la gran  mayoría de 
las entidades, al convertirlas en clones de los bancos privados, sin 
tener capacidad real ni naturaleza legal para serlo.
  Y para 
facilitar la recuperación de los bancos mas grandes y dejarles a ellos 
todo el mercado consensuaron la ley de cajas que las llevaba a su 
bancarización forzada, para provocar cuanto antes su caída y el 
reforzamiento por esa vía de los bancos más grandes.
  Claro que, a
 cambio, esos mismos partidos han recibido cientos de millones de 
préstamos para ir ganando las elecciones, ahora uno luego otro, que no 
devuelven, y han podido colocar en sus consejos de administración, o en 
los de empresas participadas, a docenas de ex dirigentes o socios.
  Luego,
 cuando el sistema saltaba por los aires porque a los alemanes les 
consumía el ansia de cobrar los préstamos que con la misma compulsión 
habían dado a los bancos españoles, todos se concitaron para negar que 
iban a pedir un rescate. Diez días hace que lo negaba rotundo el 
presidente Rajoy: "no va a haber ningún rescate de la banca española" 
(EFE 28 de mayo).
  Y cuando lo han pedido, niegan lo que 
efectivamente han pedido: 100.000 millones de euros para entregar a la 
banca y que vamos a pagar todos los españoles. Niegan que vaya a tener 
efecto sobre el déficit y la prima de riesgo, cuando será el Estado 
quien tenga que devolverlo (¿cómo lo harían unas entidades que se 
capitalizan precisamente porque no tienen dinero?) y tratan de hacer 
creer que es algo positivo y una ayuda generosa: "Las noticias que 
traemos hoy son positivas", dijo el Ministro de Guindos cuando empezaba 
la rueda de prensa que dio ayer para anunciar el rescate.
  Nos 
han engañado a todos cuando dicen que van a rescatar a España cuando lo 
que van a hacer es hundirla para años. Nos han engañado los bancos, nos 
han engañado los gobiernos del PSOE y del PP. Nos han engañado los 
dirigentes europeos que están borrachos de ideología neoliberal y no se 
dan cuenta de que las medidas que toman llevan al desastre a los países 
que las aplican (¿o acaso es que está mejor la economía de Portugal, por
 no hablar de los ciudadanos portugueses, desde que fue "rescatada"?). 
Nos ha engañado el Fondo Monetario que se ha sacado de la manga un 
informe deprisa y corriendo solo para justificar la decisión ya tomada y
 en el que cifra las necesidades de financiación de la banca española en
 una horquilla que sitúa, nada más y nada menos, que entre 45.000 
millones y 119.000 millones de euro. ¿En qué quedamos?
  Y nos 
engañarán esta tarde el presidente Rajoy y el Príncipe Felipe si es que 
definitivamente se han ido a ver el partido de fútbol cuando griten 
¡España, España!, porque lo que están demostrando es lo contrario: 
España, los españoles de abajo, les importamos un pepino. Ellos y el 
resto de los políticos que han permitido lo que acabo de señalar, junto a
 los banqueros y los grandes beneficiarios de la burbuja y de la crisis,
 que tendrían que vivir 500 años más para disfrutar de todo lo que han 
ganado a costa de los españoles, son los responsables de este engaño 
descomunal. Hay que pedirles cuentas a todos y echarlos para siempre.
    
Juan Torres López, Catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de Sevilla