Quien con monstruos lucha cuide de 
convertirse a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo a un abismo,
 el abismo también mira dentro de ti.
F. Nietzsche
Mientras razono y escribo estas líneas algún portavoz de Podemos -sí, 
todo hombres-  seguro que despacha en alguna tertulia o pachanga 
informativa a diestro y siniestro. No cabe duda, el papel protagonista 
que están obteniendo en los medios de comunicación, al menos, es 
bastante cuestionable en cuanto a su representación de votos. Acepto el 
argumento de que colaboran en tertulias de televisiones privadas. Y como
 son privadas y sólo las mueve la rentabilidad económica -no el valor 
informativo social-, se puede apreciar que esas apariciones contínuas 
tienen un valor en euros enorme. ¿Quién paga esos formatos, 
invitaciones, entrevistas y tertulias? ¿es un regalo? ¿de quién? Esta es
 la breve historia de lo que ocurre cuando la casta empresarial se alía 
con cualquiera. 
De los medios de comunicación a Podemos. 
La memoria política es escasa por definición. No obstante vivimos en un 
momento frenético de noticias nuevas cada instante. Fragmentadas. 
Inconclusas. Para todos los públicos, y para cada público. La 
información nace, vive, se puede reproducir y finalmente muere. Suele 
considerarse que una información tiene una vida media de 24 a 48 horas. 
Después se olvida. Pero como todo es economía mercantil, para 
rentabilizar la información, surge la tertulia política. Una tertulia 
política en España puede estirar una misma información publicada durante
 meses, e incluso años, hasta dejarla exhausta. Es teoría pura de la 
información. 
Allá por el 2004 en España se produjo una victoria electoral poco 
esperada. Jose Luis Rodriguez Zapatero llegó a la Moncloa en un momento 
difícil para la sociedad española. El gobierno de Jose María Aznar y su 
guardia de corps (Trillo, Aceves, Cascos) diseñaron una estrategia para 
evitar la presumible sangría de votos que iba a producir el atentado del
 11M en Madrid y que les desalojara del poder, fruto de la 
indentificación del atentado con la participación unilateral de Aznar en
 la cumbre de las Azores. 
Desde el minuto uno de la victoria electoral socialista de 2004 no hubo 
tregua. Probablemente el gobierno de Jose Luis Rodriguez Zapatero haya 
sido el más vilipendiado, insultado, degradado y deslegitimado de la 
historia democrática española. Ningún insulto ni descalificación fue 
jamás contestada: era la respuesta a la crispación política del talante 
del presidente del gobierno. Frente a un Aznar soberbio, un humilde 
Zapatero. Cambiaron las formas pero también cambió el fondo. España en 
poco tiempo se convirtió en un país a la vanguardia de los derechos: 
reconocimiento de la memoria histórica, leyes sucesivas de igualdad, 
aumento de las prestaciones y protecciones sociales, mejoras 
sustanciales de las pensiones, ley de matrimonio igualitario, 
reconocimiento de la dependencia, ley contra la violencia de género. 
Daba igual. 
Todo se criticaba:
 el cheque bebé, ocurrencia de última hora. La ayuda a jóvenes la 
emancipación, un derroche. La ley de matrimonio igualitario: misa 
millonaria al canto. Desenterrar de las cunetas a los asesinados por el 
terrorismo franquista, una afrenta que no podía quedar sin venganza. 
Sacar la violencia de género de lo privado y convertirla en un asunto 
público: Zapatero era un sinvergüenza. Asumo que todos los cambios 
sociales tienen resistencia. Pero lo que le hicieron a Zapatero no tiene
 nombre. Inútil, ignorante, nefasto eran los piropos más suaves que le 
dedicaban. 
La derecha produjo toda la clase de difamaciones. Desde las tertulias de
 sus medios se creó la doctrina de la falsedad: da igual que un hecho 
sea bueno para el ciudadano, si viene del gobierno socialista todo vale 
para degradarlo y convertirlo en malo para él y para la sociedad.  A 
base de días y días de machaconas tertulias programadas desde Génova, 
grupos empresariales de dudosa trayectoria y alguna sacristía. 
El I+D+I ridiculizado. El sector de las renovables, un lastre para el 
ciudadano. Las desaladoras eran  las "nucleares del mar". Todo 
cuestionado. Daba igual que la estrategia económica del gobierno fuera 
cambiar el modelo productivo agotado del ladrillo por uno nuevo basado 
en la tecnología, las renovables y el respeto del medio ambiente. En 
tres meses de gobierno popular todo eso pasó a la historia. Vean sino su
 factura de la luz. 
La socialdemocracia es siempre el objetivo a batir. Y para eso, 
generalemente se ponen de acuerdo derecha e izquierdas varias. Si por la
 derecha se tachaban de despreciables las medidas del gobierno, desde la
 izquierda de insuficientes. De ese descontento provocado 
artificialmente se han beneficiado todos (PP, CiU, ERC, Compromís, PNV, 
UPyD). Pero esto solo es el germen de lo que viene después. 
En ese contexto arrecian los problemas. Estalla la crisis del sistema y 
absolutamente todo (hasta la caída de Lemman Brother's, la bajada del 
PIB de Alemania o el rescate de Irlanda) es culpa de ZP. La semilla del 
odio está plantada -les ha costado horas y horas de sesudas tertulias- y
 ya crece sola. Ante la imposiblidad de España de recuperar su soberanía
 económica (cedida durante años a Europa desde, por y para la derecha 
¡esos si que se ponen de acuerdo!) o de proponer soluciones en solitario
 en un contexto imposible, con todo en contra, surgen movimientos 
ciudadanos de rechazo al gobierno. La historia del 15M es curiosa, la 
crítica al bipartidismo (argumento principal de IU) cala en la gente. 
Gana la derecha. En toda España. Nunca antes hubo tanto poder 
concentrado en un solo partido: ayuntamientos, diputaciones, parlamentos
 autonómicos y cortes generales. Y nunca con tal mayoría. Y Rajoy, 
perdedor por excelencia es elegido presidente del gobierno por 
incomparecencia del votante de izquierdas. Ya no hay bipartidismo. Ahora
 todo es monocolor.
Con un gobierno de corruptos dirigiendo las instituciones, la izquierda 
lo tendría muy fácil. Cuatro años para rearmarse ideológicamente, 
reconocer los errores, cambiar los cuadros dirigentes y ponerse de nuevo
 como alternativa. Es sencillo, tienen como ejemplo la primera 
legislatura de Zapatero para seguir la senda del reconocimiento y 
fortalecimiento de los derechos civiles. Y contraponer un programa al 
desmantelamiento de los servicios públicos que está llevando a cabo con 
total impunidad y sin contradicción el Partido Popular. Pero la cosa se 
complica. Aparece Podemos, movimiento político de masas, populista y 
demagógico.
Podemos es un monstruo.
Podemos quiere devorar a la izquierda. No tiene otro plan. Su estrategia
 es la misma que ha servido a Izquierda Unida durante los últimos años 
de la última legislatura de Zapatero. Atacar a la izquierda para pescar 
votos. Ahora Izquierda Unida sufre las consecuencias de sus propias 
acciones, porque le ha salido un hermanito gemelo que le come por los 
pies. Le siega la hierba a su paso. Bueno, no es nada que no hayan 
practicado ellos mismos antes contra el PSOE, por ejemplo. ¿E Izquierda 
Unida? Es casta y parte del régimen, dice Podemos. 
Es parte del problema.
 Ellos sabrán qué monstruos alimentan. Es lo que se denomina en teoría 
política la división de la izquierda. Irremediable, irresoluble e 
irreconciliable. 
No hay ideas en el discurso de Podemos más allá de una crítica a la 
casta (que lo es todo) y al régimen (del que ellos sorprendentemente no 
forman ni han formado parte aunque sus dirigentes provengan directamente
 de él, de la asesoría y consultoría de partidos). No hay programa, ni 
discurso político. Hay antipolítica desde la política. Y tienen tribunas
 para lograr difundir su discurso. Se las ceden gratuitamente quienes 
quieren que la izquierda siga dividida para seguir gobernando para 
ellos. La casta empresarial. Podemos obtiene de ella un trato 
preferencial.  Porque el discurso de Podemos (da igual el que tengan) 
desmoviliza más al electorado de izquierdas que cualquier denuncia, 
insulto o descalificación que se haga desde la derecha. Para colmo de la
 antipolítica Podemos y sus dirigentes se sitúan por encima del bien y 
del mal y arengan a sus simpatizantes para que repartan carnets de 
verdaderos socialistas, de gente de bien de izquierdas, que son ante 
todo y ante todos ellos. Cuando uno se cree que es la única solución al 
problema es que su visión no se corresponde con la realidad de las 
cosas. Si son ellos la verdadera izquierda, ¿dónde han estado todos 
estos años de recortes brutales del Partido Popular? 
Podemos no abre una etapa. La cierra. Cierra la etapa más negra de 
nuestra democracia vista desde los medios de comunicación. Como el acoso
 y derribo a un proyecto político progresista y de derechos se degrada 
hasta convertirse en una “majadería de un inútil sin ideas ni 
ideología”. En ese contexto crece Podemos, con todo el viento a favor. 
En la irrelevancia de la socialdemocracia provocada desde la opinión 
dictada desde el odio y la mezquindad. Podemos es un instrumento de odio
 hacia la izquierda desde la propia izquierda. Ni es chavista ni es 
castrista y si lo es me importa poco. Lo que importa es que ha 
construido su pretendida legitimidad desde la mentira, el descontento 
falsificado, la hipocresía mediática y la falacia cultivada 
dedicadamente desde las ondas conservadoras en televisiones y radios. 
Podemos es un monstruo que surge de las tertulias de la derecha. De 
Jimenez Lo Santos a Carlos Herrera, de Intereconomía a 13TV, de la Razón
 al ABC. Han roto la socialdemocracia (que no se ha roto sola, no), han 
despilfarrado horas en antena deslegitimar a quienes han construido el 
sistema de derechos de este país, y ahora se recogen los resultados de 
esa opinión fabricada desde la intolerancia y la descalificación 
permanente. 
Ahora probablemente se lleven unos y otros las manos a la cabeza. Pero 
es tarde. Podemos ya se prepara para devorarnos. Pero sus dirigentes 
"podemitas" tienen que saber que mi descontento no lo gestionan ellos. 
Mi descontento lo gestiono yo. Ni me adoctrinan en mi voto. Ese lo 
decido yo. Y mi enemigo se llama Partido Popular, que es con quien he 
perdido mi sueldo y mis derechos.