MIGUEL ÁNGEL TOLEDANO. PROFESOR DE LITERATURA 01/07/2013
El periodismo, nacido en España al amparo de los nuevos aires de
independencia y libertad que propiciaron los Ilustrados y que se
plasmará en toda su amplitud en la infinidad de cabeceras que nacieron a
final del dieciocho y, sobre todo, desde principios del diecinueve
--recordemos los diarios que siguieron las sesiones de las Cortes de
Cádiz, cuyo bicentenario acabamos de celebrar-- sirvió de cauce al
comercio y a las ideas y opiniones de los ciudadanos, que desde entonces
no han dejado de reclamar una información veraz sobre todos los asuntos
que nos conciernen. Y esa información no sería posible sin los
periodistas. Porque en realidad, aunque se hayan ampliado los canales
discursivos de la información con todas las posibilidades digitales,
sería muy difícil concebir nuestra vida sin la presencia de medios
serios a los que acceder de manera fácil y asequible.
El periodismo es una tarea noble. Una sociedad no puede ser libre
verdaderamente sin esos profesionales que nos transmiten cada día la
imagen de la vida real, ofreciendo una visión plural y contrastada de
todo cuanto ocurre. Y abriendo ámbitos de información, espacios críticos
de diálogo y opinión. Quienes vivimos los años de la llamada Transición
hemos sido testigos directos del papel que los medios de comunicación
jugaron en la consecución de un estado de derecho y de libertades, de
seguridad social y de dignidad ciudadana. Y el esfuerzo realizado
posteriormente en su defensa y consolidación.
Hoy, cuando, aprovechando la coartada de la crisis, se ha abierto un
tiempo en el que de nuevo se ven amenazados y recortadosnuestros
derechos laborales y nuestros bienes esenciales, cuando grupos de
intereses y de poder pretenden intimidar, laminando en lo posible toda
posibilidad de libre información, los profesionales que la hacen cada
día, atraviesan momentos difíciles. Y no deja de ser una obligación
sentirse junto a ellos agradeciendo su voz y sus silencios, dando
ánimos, porque no puede existir libertad de expresión y de pensamiento
cuando la amenaza laboral y las presiones penden sobre quienes hacen
posible el flujo de la información, tan necesaria como el oxígeno de
cada día. A ellos decimos que aguardamos sus palabras, que sigan
saliendo para abrir el velo del alba. A ellos pedimos que nos ayuden a
conservar la mirada clara del desorientado.