El capitán azulgrana mantuvo una estrecha relación con el fallecido
jugador del Betis, cuya madre era del mismo pueblo, La Pobla de Segur
La grandeza del fútbol no se esconde tras el balón. Reside en cosas
tan sencillas como un gesto. Midiéndola con ellos, pocos alcanzan la
altura de Carles Puyol, titán en el campo, modelo fuera. Respecto a lo
segundo, dos ejemplos para definir su dimensión. Ambos terribles,
dramáticos.
Puyol ha sentido el puñal de la muerte cerca. Primero con el caso de Eric Abidal,
que por fortuna sorteó la puñalada. El capitán ejerció de fuerza vital
para el camarada herido, que se recupera de un transplante de hígado.
Pero no fue la única batalla contra la muerte en la que Puyol se volcó.
También guardó energías para un chico igualmente golpeado por el mazo
del cáncer, pero mucho menos conocido. No tanto para el gran central.
Aunque nunca compartieron vestuario, sabía que aquel chaval que había
empezado a asomar la cabeza en el Betis era de su tierra, Lleida, y su
madre incluso de su mismo pueblo, La Pobla de Segur. Un lazo del que no
dudó en tirar de inmediato Puyol. Al otro lado quedaba Miki Roqué.
En marzo del año pasado, el joven futbolista del Betis hizo pública su delicadísima situación.
De inmediato se retiró de la vida pública y se recluyó en la Clínica
Dexeus de Barcelona para iniciar el tratamiento. Fue allí donde se
encontraron y donde la relación entre ambos, conservada con máxima
discreción, se estrechó.
Dos meses después, Puyol lució una camiseta con el lema «Ánims, Miki!» a pie de césped en Wembley,
nada más levantar la Champions. Fue el detalle más vistoso dedicado a
su amigo, pero casi el menos admirable. Semanas antes, Puyol había
decidido correr con los gastos del tratamiento de Roqué. El futbolista
del Barça mantiene bastante influencia sobre la clínica, que asumió la
supervisión de la enfermedad del jugador por expreso deseo de la
familia, que optó por alejarle de Sevilla y arroparle cerca de casa. El
capitán del Barça, tratado también allí de varias lesiones en este
tiempo, pudo así seguir de primera mano la evolución de su colega en la
clínica, que igualmente había comunicado al Betis que por la operación
sólo cobraría el coste.
Coincidiendo con la última jornada de Liga, un Betis-Barça, la
afición verdiblanca le hizo llegar a Puyol una placa en agradecimiento
por el cariño con su jugador, que por cierto recogió en el Villamarín
Pep Guardiola en su nombre, y en cuya recuperación aún confiaban
ciegamente. Al final, ni siquiera la fuerza aliada del coloso del Barça
ha sido suficiente frente al implacable rodillo del cáncer.